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Por escrito gallina una

Momento de la obra Escrito por una gallina, de Castrillón

Gabriela Wiener

Cortázar tiene un relato que de niños nos mandaban reordenar en el colegio. Se llama “Por escrito gallina una” y es uno de esos textos juguetones del escritor, que desestructura adrede en una locura gramatical para que juguemos a leer como saltando la rayuela. Empieza así: “Con lo que pasa es nosotras exaltante. Rápidamente del posesionado mundo hemos nos, hurra”. Y termina así: “no importa: de será gallinas cosmos él, carajo, qué”.

Una de las obras del director teatral peruano Guillermo Castrillón, Escrito por una gallina, toma ese texto como excusa para contar una especie de ritual de liberación y sanación en torno a lo femenino, valiéndose de elementos domésticos (hay una mesa, platos y comida, un vestido de novia) y el vía crucis del cuerpo de una actriz que se entrega como una gallina al sacrificio para dar vida y alimento. El director interviene en la obra como una especie de demiurgo, chef o titiritero, introduciéndose varias veces en el escenario e interactuando con la actriz, cogiéndola del cuello, poniéndole una venda en los ojos, zamaqueándola y echándole agua en la cabeza. Él es el hombre, su papel es el de castigador pero también el de protector: la seca, la viste, la somete a castigos, la cuida y la redime. La crítica teatral consideró a esta obra sublime en su retrato de las violencias que recibe el cuerpo femenino y en el relato de la lucha que emprende una mujer para su empoderamiento.

Probablemente no la hubiera recordado si no fuera porque hace unos días, otra de las actrices –no la de la gallina– que preparaba una performance con este director lo denunció por acoso sexual en un post de Facebook. Su testimonio es escalofriante: movilizada por la gran oportunidad de ser dirigida por un capo del teatro-danza local por primera vez, soportó durante semanas el acoso retiretado, las insinuaciones, los tocamientos y abusos de su maestro. Ella aceptó ensayar desnuda pero un día él empezó a interactuar con su cuerpo y se quitó la ropa. Aunque mostró su incomodidad, el acoso continuó. Si no lograba acercarse y tocarla más de la cuenta como quería, desataba toda su frustración y odio contra ella, menospreciándola como actriz o maltratándola físicamente, por ejemplo empujándola contra el suelo. Una vez le golpeó la cabeza hasta dejarla casi inconsciente durante unos segundos. Otra vez le tiró un trapo mojado en la cara con todas sus fuerzas. Le pedía perdón y la convencía de seguir, con el cuento de que estaba consiguiendo llegar a ese punto de verdad que necesitaba para hacer una actuación coinvincente. Otra vez se puso de cuclillas, le metió la mano bajo la falda y le bajó las bragas, pegó su cara al cuerpo de ella de tal manera que no aguantó más y presa de una furia que había acumulado en semanas de ensayos le pegó. Pero llegó más lejos, le dijo que se tumbara sobre el suelo, se echó sobre ella y se sacó el calzoncillo, diciéndole al oído que estaba enamorado de ella, hasta dejarla paralizada. Después de ese día no volvió más a ensayar y le tomó meses darse cuenta de que había sido víctima de abuso y animarse a denunciar.

¿Alguna vez han empezado en algo, han trabajado con alguien a quien respetan mucho o tiene mucha influencia sobre ti y dependes de sus opiniones y tu carrera le debe tanto? ¿Alguna vez has confiado en alguien que en realidad te estaba manipulando? ¿Un profesor, un director, tu padre, un cura, una pareja? ¿Alguna vez te has sentido vulnerable? A diferencia de los recientes casos de abuso en Hollywood en que los acusados tuvieron que asumir su culpa ante las abrumadoras pruebas, Castrillón salió a negar la acusación pese a que con las horas fueron apareciendo más y más casos de mujeres, siempre jóvenes y talentosas, ligadas al mundo de las artes escénicas, contando las vejaciones a las que las había sometido. Su descargo pasará a la historia por ser uno de los más alucinantes intentos de justificar el abuso sexual bajo la coartada del arte: “Los profesionales con los que he trabajado saben cómo, en distintas circunstancias, puedo llevar al límite mis pretensiones de encontrar la verdad que mueve a cada actor más allá de un figuretismo y de necesidades narcisistas de exposición, y en esto lo sexual no es siempre ajeno– escribió en un correo enviado a un periódico nacional. Y siguió: ”Quien trabaja conmigo ha de saber que yo hurgo e investigo en aspectos muy íntimos y que sin el anhelo de verdad, estoy convencido, que lo que se muestra al público es pobre, falso e infértil“.

Solo unos pocos cómplices defendieron la impunidad y ahora mismo corren por las redes los carteles en los que lo sindican como “violador en serie” y “depredador de mujeres”, es posible que le impongan una denuncia judicial colectiva y muy probablemente no podrá seguir desarrollando su “arte” en las mismas condiciones. Por lo menos, no podrá volver a acosar ni abusar. Entre el estallido de #NiUnaMenos y la era post Weinstein que se acaba de abrir las mujeres ya hemos sufrido varias metamorfosis. Desde las primeras marchas de 2015 y 2016, hasta la hoy activa organización de la Huelga General para el próximo 8 de marzo de 2018, el feminismo ha caminado un largo trecho con un impulso de empoderamiento colectivo nunca antes visto, que ha despertado una reacción machista de ataques cruentos también sin precedentes. El “lo personal es político” más que un lema es hoy una llamada urgente a la acción de las mujeres y supone un cambio de paradigma a la hora de visibilizar su dolor y exigir justicia y reparación.

Veo la obra de la gallina en YouTube. No puedo creer que nos la colara. El lobo disfrazado de oveja. Están casi los mismos elementos solo que como en el juego del relato de la gallina su verdadero sentido estaba oculto por la mascarada del director. Donde él nos mostraba una mujer poderosa y liberada, que lograba romper sus cadenas, una vez dilucidado el sentido real de esta historia, dentro y fuera del escenario, vemos a una mujer en una situación vulnerable, un hombre desnudándola, en cuerpo y alma, pero para aprovecharse, manipulándola de todas las maneras posibles hasta dejarla ciega, aprovechando su lugar de dominio; una fantasía machista en ciernes deslizándose ante nosotros.

En el último año hemos pasado de compartir en espacios seguros, cerrados y no mixtos nuestras experiencias de violencia a hacerlas radicalmente públicas. Primero con nuestros nombres al descubierto y ahora señalando también la identidad de los perpetradores, generando debate y persiguiendo un efecto llamada. Las reacciones a las denuncias mediáticas de los últimos días han ido desde acusar a las feministas de organizar linchamientos hasta cuestionar a las agredidas y relativizar su dolor. Pero las conquistas son reales y ya no nos la quita nadie.

Lo que pasa con nosotras es emocionante: nos hemos apropiado del mundo. ¡Hurra! No importa nada porque el cosmos ahora es de las gallinas, qué carajo.

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