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La familia de Ayuso y otros animales

Isabel Diaz Ayuso.

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Que todos los seres humanos (así como los no humanos) somos animales lo aprendemos en Primaria. Conviene recordarlo para que nadie venga con que el titular es insultante. Sigamos. Isabel Díaz Ayuso ha anunciado que cerrará su campaña electoral con un festival taurino en Las Ventas. También ha comunicado su intención de que por San Isidro se perpetre otra feria taurina en el Palacio de Vistalegre. Su festival de cierre de campaña será retransmitido por Telemadrid, la cadena regional que pagamos todas las personas contribuyentes en la región. Desde la plaza de torturas de Las Ventas, la candidata a permanecer en la presidencia de la Comunidad declaró también que aumentará las ayudas a la tauromaquia y fomentará que se reanuden en Madrid esas prácticas de violencia contra los animales, contra la infancia y contra la ciudadanía pacífica.

Vayamos por partes (frase que hay quien atribuye a Jack el Destripador y quien se la adjudica al Descuartizador de Boston, pero el caso es que siempre hay quien acaba con las tripas fuera y/o descuartizado). Por un lado, Madrid acumula el 40% de los contagios por Covid de todo el territorio nacional español y las fuentes sanitarias oficiales, así como los medios de comunicación, se refieren ya a la cuarta ola de la pandemia. Pero la presidenta en funciones ha decidido meter en Las Ventas a unos 6.000 consumidores de maltrato. Lo que está haciendo con ello es un corte de mangas al Gobierno central y sus medidas antiCovid, así como un guiño maléfico a sus socios y amigotes de Vox, que hacen bandera de ese maltrato. “Tauromaquia es libertad”, ha proclamado Ayuso la libertina. Como si Jack hubiera proclamado “destripar es libertad” o el de Boston, “descuartizar es libertad”. Por supuesto, detrás de esa libertad que defiende Ayuso está, cómo no, la Fundación del Toro de Lidia, que, como tal, debiera ser una organización sin ánimo o fin de lucro, aunque ya ha firmado con el Gobierno regional un convenio para poner en marcha la Feria del Toro de la Comunidad de Madrid. Habrá que estar atentas a sus ánimos y sus fines. En todo caso, Ayuso se lo debía a la Fundación del Toro de Lidia, que cargó contra ella en agosto de 2020 a través de uno de sus “benefactores fundadores”, el empresario taurino Manuel Martínez-Erice, por suspender entonces esos eventos en Madrid a causa de la pandemia. Llegado el momento de retomar los intereses comunes, mejor hacerlo por la puerta grande. Al fin y al cabo, la familia es la familia.

Por otra parte, en los últimos días saltó a la opinión pública, a través de una investigación de la organización Cruelty Free International publicada en El caballo de Nietzsche de elDiario.es, la insoportable situación de violencia extrema, vejaciones verbales y toda clase de torturas físicas y psicológicas, de la que son víctimas perros, cerdos, monos, conejos, ratas y ratones en la empresa de experimentación por contrato Vivotecnia, con sede en la localidad madrileña de Tres Cantos, empresa en la que invirtió y perdió fondos de capital riesgo la Comunidad de Madrid y que también fue avalada por AvalMadrid. El horrorizado impacto social y mediático que sigue alcanzando esta investigación obligó a la CAM a cerrar las actividades de dicha empresa, aunque es obvio que sus tan cacareados mecanismos de control no funcionaron, pues las imágenes de ese infierno fueron grabadas a escondidas durante al menos dos años por una ejemplar trabajadora de Vivotecnia de la que solo ha trascendido un nombre supuesto, Carlota Saorsa. Los vídeos y las fotos publicados son una mínima parte de las miles de horas de espeluznante grabación que Saorsa entregó a esa ONG internacional.

Ante un escándalo de maltrato animal de las dimensiones del de Vivotecnia, no ha dicho aún una sola palabra Ayuso la de la libertad. Ni ha dado su negociado información alguna con la transparencia que es exigible. Calla Isabel Díaz Ayuso, como callan Paloma Martín Martín, consejera de Medioambiente de la CAM, y Pablo Altozano, comisionado para el Bienestar Animal, mientras las víctimas de esa extrema violencia siguen cautivas en el lugar de los hechos y ni siquiera sabemos cuántos animales hay en Vivotecnia, a qué especies pertenecen, en qué estado físico y psicológico se encuentran los supervivientes, en manos de quién están y cuál es el destino de su custodia. Numerosas protectoras, santuarios de animales y centros de rescate especializados han ofrecido sus instalaciones, su cualificación y su experiencia para hacerse cargo del cuidado de esos animales, que ya debieran haber sido incautados. Ni siquiera ha habido suficiente transparencia para que la sociedad demandante sepa si los veterinarios (¿cuántos?) que se han quedado a su cargo pertenecen a la CAM (¿los mismos que durante años hicieron la vista gorda al horror que padecían?), son independientes (¿quiénes?) o resultan ser los propios veterinarios de Vivotecnia (¿las víctimas en manos de sus victimarios?).

En fin, lo que revelan estos dos asuntos relacionados con los otros animales es la sensibilidad, la empatía, la ética y la moral que se gasta, ante una ciudadanía a la que la Covid ha quitado tanto, una Isabel Díaz Ayuso más preocupada por emplear recursos, ya sean privados o públicos, no ya en esa ciudadanía necesitada, sino en organizar para su infame gloria la tortura de unos animales que serán acuchillados hasta agonizar vomitando sangre. Una Ayuso que elige tal cosa mientras se mantiene indiferente ante la tortura subvencionada de los animales que desfallecen en el laboratorio Vivotecnia, y desprecia la posibilidad de destinar recursos semejantes en ocuparse de los animales que ya están sufriendo o en invertir eso y más, mucho más, en las alternativas que ya existen para la experimentación sin animales y en la investigación de alternativas nuevas (una quimera, tratándose de los cómplices de esa y la otra torturas). Lo que nos revela todo esto es la verdadera naturaleza de Ayuso y de los miembros de su familia política. Por lo que todas las personas que se han espantado ante las imágenes de Vivotecnia debieran también espantarse ante las imágenes que se verán en Las Ventas y pensar si es de violencia, de dolor y de muerte el mundo que necesitamos. Debieran espantarse por que nos gobiernen seres humanos como Ayuso y los suyos.

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