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Cientos de judíos piden dentro y fuera del Congreso de EEUU el fin de los ataques de Israel en Gaza: "No en mi nombre"
18 de octubre de 2023 22:27 h

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Los ataques terroristas de Hamás sobre población israelí indefensa y desprevenida y la posterior respuesta del Israel de Netanyahu golpeando a ciudadanos inocentes y cautivos no necesitan de contraposición ni podios. Son dos masacres cometidas por dos antagonistas, y el antagonismo ideológico no impide que se use la misma crueldad para conseguir fines muy diversos. Es agotador exigir y que nos exijan elegir entre Hamás y Netanyahu, construir una escalera de agravios con metros cúbicos de razones que pudieran justificar que estamos con los buenos. A veces, simplemente, no hay buenos y todos son malos. En este punto siempre encontraremos a alguien dispuesto a preguntar: “Pero, ¿quién es más?”. Es una pregunta estéril: la defensa de las causas justas se debe hacer, mínimamente, con armas justas.

La templanza de la Unión Europea, cuando no displicencia de representantes como Von der Leyen, junto a la complacencia de EEUU con Israel o la llamada de Hezbolá al día de la ira no auguran una solución fácil ni rápida del conflicto. El mundo que ha pisado este miércoles Joe Biden al bajar la escalerilla del Air Force One ya no es el mismo que cuando subió al avión en Washington el día anterior. Lo ha transformado el ataque al hospital Al-Ahli de Gaza. A falta de tener una respuesta independiente y clara de la autoría (aunque haya a quien ya ni siquiera le importe la verdad siempre que le ahorme en su zapato), está cristalizando odios, miedos y cuentas pendientes que vivían un letargo o, simplemente, ya no ocupaban espacio en los medios de comunicación internacionales. Palestina se había apagado, pese al agravio y hostigamiento que sufre hace décadas, al igual que esta semana se ha extinguido la luz de la guerra en Ucrania. En diez días puede cambiar el mundo y sus prioridades.

A Netanyahu le queda poco, como explicaba aquí Iñigo Sáenz de Ugarte, y recuerdan columnistas israelíes en artículos que piden su dimisión inmediata. No ha sido capaz de detener el ataque de Hamás y ni siquiera es capaz de liberar a los israelíes brutalmente raptados después de medio mes, otra de las terribles consecuencias de optar por los indiscriminados bombardeos en lugar de por una respuesta proporcional y la negociación. Hamás es un grupo terrorista que niega la paz y no puede representar ni guiar a una población que votó hace 17 años por última vez y a la que ha expuesto con la violencia, dinamitando cualquier posibilidad de diálogo. Si hemos llegado a este punto en 2023 es porque previamente se han impuesto las tesis más extremistas a ambos lados del muro de Gaza durante años, y por eso puede resultar difícil, si no inmoral, elegir obligatoriamente entre uno de los protagonistas de esos bandos. No es papá o mamá, es el terror o la masacre. Se puede reivindicar el derecho a no elegir ninguno y a que la presión nacional e internacional dé como resultado nuevos liderazgos más sensatos y moderados que lleven al fin de las armas. Como decía este miércoles Josep Borrell, “¿en qué lamentar una tragedia me quita fuerza moral para condenar otra?”. Los dos han de apartarse o ser apartados, por sus actos terribles, que son el reflejo de sus incapacidades.

Si hubiera que hacerse de un bando, sería del de quien sea capaz de poner por delante a las personas y el fin de los ataques. De las patrullas mixtas de palestinos e israelíes que están ayudando a heridos estos días, de la UNRWA y sus maestros, de quienes aún ven una esperanza para la tregua y para hablar de futuro. De los israelíes que están saliendo a la calle pidiendo paz, que les devuelvan a los suyos y que no se vuelva a repetir. De los palestinos aprisionados, que aún así ayudan a bajar al sur a los pocos internacionales que podrán salir de la ratonera. De los que han perdido algo o todo y están bajo las bombas o instalados en el trauma, pase esto en el lado de la frontera que pase. O del bando de esos médicos que siguen operando y salvando vidas con los rudimentos que pueden. Ayer vimos a algunos de sus representantes hablar entre un mar de cadáveres del que emergía, como un mástil macabro, un atril con micrófonos. Era una manera de decir: Así son las ruedas de prensa ahora en Gaza, ¿qué más nos tiene que pasar, qué más desgracias tenéis que ver en directo para que nos toméis en cuenta?

Quienes han alentado el conflicto, el incumplimiento y el terror hasta este punto no pueden guiar el presente ni el futuro. EEUU, la UE, la ONU y los países decentes deben ayudar ya a virar el rumbo de esta escalada inútil y hacerse del único bando que puede salir ganador, el de la paz, la justicia y la humanidad. Venganza, como dijo Marco Aurelio, es no ser como ellos.

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