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Un govern con olfato

Dos amigas se dirigen a una manifestación portando una estelada independentista y una bandera de España

Jesús Cintora

Catalunya vota y todo es posible. Hay quien piensa que un batacazo del PP iniciará el ocaso de Mariano Rajoy. Otros calculan que, si el independentismo no gobierna, será capitalizado como una victoria de Moncloa y el 155. Caben estas y otras hipótesis. Estemos también preparados para que no se pongan de acuerdo en la formación de un gobierno y se repitan las elecciones. Tendremos más Catalunya en el pan nuestro de cada día. Hay quien dice que es el sueño inconfesable de Rajoy.

Algunos en el PP se lamentaban de que el presidente no hubiera convocado las elecciones unos meses más tarde. Si hay repetición electoral, será algo parecido. Más 155, con Catalunya intervenida, y más debate catalán y banderas en la opinión pública, dejando en un segundo plano otras urgencias como la corrupción y la precariedad laboral. Dicen que a la derecha le viene de perlas y a la izquierda le desconcierta. Veremos.

Porque hemos llegado a estas elecciones con un camino muy polarizado. O estás con España o con el independentismo. Los matices o los puentes para la convivencia entre unos y otros parecen un campo de minas. Territorio abonado para que las posiciones intermedias sean acribilladas por unos y otros. Veremos también si esto se refleja en el resultado electoral y en los posibles intentos de formación de gobierno.

Sumemos a la polarización un ambiente muy tensionado. Fuera de lo común. Catalunya vota con un candidato en la cárcel, otro haciendo campaña desde el extranjero, millones de electores aún deseosos de romper con la otra parte y declarar la independencia, otros con el miedo a que el resultado electoral prolongue un proceso que quiera independizarlos de España en contra de su voluntad.

Catalunya vota con el recuerdo del referéndum unilateral, de las cargas policiales del 1 de octubre, del 155, de los encarcelados, de los impulsores de la declaración de independencia (sí pero no), presumiendo de descabezamientos, con amenazas de liquidación, con promesas independentistas incumplidas, con mentiras y medias verdades. Con alguna, todas o ninguna de estas premisas en la cabeza de cada elector.

En Catalunya, hay quien bromea con que, si gana Oriol Junqueras, a Rajoy le habrá tocado el gordo. Pero sin cobrarlo, porque si gobierna ERC puede que Mariano las pase canutas.

¿O no? ¿Ganará Junqueras con su candidato en la cárcel? ¿O Puigdemont desde Bruselas? ¿Se confirmará el ciclón Arrimadas? ¿Tendrá Iceta la llave del gobierno? ¿La tendrá Domènech? ¿O será de la CUP? ¿Liquidará Rajoy al independentismo o quedará el PP catalán como una oferta de liquidación? ¿Viviremos hoy un episodio definitivo o será solo una prolongación del capítulo anterior?

El “tió” es un peculiar tronco que en la tradición catalana “caga” regalos en estas fechas de la Navidad. Tal cual. Con el debido respeto, haciendo un guiño a las costumbres, le pediremos un gobierno que trabaje por la convivencia. Que no siembre cizaña, sino que abone entendimientos. Que respete las ideas de todos: defendiéndolas, votándolas si es preciso, pero sin imponérselas a los demás.

Ya de paso, si no es mucho pedir, que el “tió” nos traiga un gobierno que se encargue de combatir la corrupción, la precariedad, las listas de espera sanitarias, los recortes en la enseñanza, las dificultades en el acceso a un vivienda. Que sea un govern que trabaje por la justicia social y por el buen rollo. Lo contrario sí que sería una auténtica cagada. Y ya huele.

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