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¿Indultos? Sí, gracias

Jordi Cuixart abraza a Miquel Iceta en la toma de posesión de Pere Aragonès.

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Contrariamente a lo que opinan la mayoría de los analistas, estrategas y políticos, soy de los que creen que los indultos parciales a los condenados por el procés, tras pasar más de tres años en la cárcel, tendrán un coste limitado para Pedro Sánchez y su gobierno. Seguramente ande equivocado pero hay argumentos a favor de tal tesis. Las consignas que ahora mismo despliega con ardor la derecha y la ultraderecha política, social y mediática camino, otra vez, de la Plaza de Colón ya fueron coreadas, con incluso mayor ardor patriótico y violencia verbal, desde el minuto uno tras la moción de censura, llegando al clímax durante la primera marcha de Colón. Esto ya lo votamos en 2019, dos veces, y las dos ocasiones perdieron; la segunda incluso después de que la izquierda hiciera todo lo posible para que ganasen.

Ya fuimos a las urnas en 2019 oyendo decir a derecha y “dequierda” que Pedro Sánchez era un arribista que firmaría cuanto fuere menester porque todo lo hace por su hambre de poder, que pactaría con etarras, filoetarras, pederastas, antiespañoles y separatistas y que, por supuesto, todos aquellos que preferíamos habitar una España distinta a la de Colón y pensábamos que el indulto es justo y oportuno para la política que necesita Catalunya somos unos golpistas, antidemócratas, totalitarios, chavistas cómplices de asesinos y corruptos que vendemos nuestros votos por una paguita.  

Pese a todo, votamos y fuimos más. De hecho, solo suman lo necesario para gobernar quienes están a favor del indulto. No conozco a un solo votante de esos partidos que vaya a cambiar su papeleta por unos indultos que ya votamos en 2019 —dos veces— sabiendo que se iban a conceder porque se cansaron de avisarnos. Dudo que muchos votantes de este Gobierno vayan a abandonarlo dentro de dos años por los indultos más preavisados de la historia. 

Si a PSOE y Podemos no les pintan bien hoy las encuestas y al PP le van mejor, no será por culpa de los indultos, ni por gobernar apoyados en los mismos socios que todos sabíamos iban a serlo. Les va mal por otras cosas: por su manera de gobernar, por su gestión de la pandemia y decisiones delirantes como la segunda dosis de AstraZeneca, porque cuentan mal lo que hacen, porque no controlan la agenda, porque sus prioridades a veces parecen cosas de marcianos o porque la gente se cansa; cada uno tendrá su razón. Pero por dar un paso al frente para mejorar la cuestión de Catalunya, seguro que no.

Es más, si algo queremos quienes apostamos por otra España es que lo hagan ya, rápido y sin remordimientos; pasar página y ponernos a hacer política de una puñetera vez. Si algo nos puede exasperar y agotar será haber abierto este innecesario debate de meses, que nos obligará a defender la decisión una y otra vez ante interlocutores que no te escuchan cuando hablas porque, en su mundo en blanco y negro, el gris o es delito o es pecado. 

Solo se me ocurren dos razones que expliquen semejante sobreexposición pública para una decisión que debería haberse resuelto con la clásica operación relámpago. La primera puede residir en que alguien en el Gobierno crea que, a base de pedagogía, se va a convencer a una parte de cuantos ahora se oponen. Tengo noticias para gentes tan bien intencionadas. Lo que les irrita no es el indulto. Lo que les exaspera es que gobiernen otros y esa irritación no se cura con pedagogía. El indulto solo es un instrumento para tumbar a este Gobierno. No supone un fin en sí mismo. Si no se concede, mañana mismo encontrarán otro asunto aún más grave, más traicionero, más antidemocrático y antiespañol; más prueba evidente de que a Sánchez solo le importa seguir en el poder.

La otra razón puede residir en que alguien crea que al actual ejecutivo le conviene otra foto de Colón. En tal caso, deberían tomar buena nota de lo sucedido en Madrid. Agitar el miedo a la ultraderecha funciona a medias cuando el PP va a la baja y no se le percibe como alternativa real. Cuando el PP va al alza, da risa; no solo no funciona, sino que alimenta la concentración del voto de la derecha en las siglas populares. Se les está ofreciendo un dos por uno: tumbar a Sánchez y la excusa perfecta para volver a votar al partido que ahora saben que nunca debieron abandonar.

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