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Mandanga

Una mujer fuma marihuana en un parque de Toronto para celebrar la legalización.

Montero Glez

He fumado yerba bajo una tormenta de globos mientras Mick Jagger nos daba la bienvenida enfundado en un chubasquero. También he fumado yerba en las noches perdidas de los moteles, esperando a que la chica de mis sueños se me apareciese a lomos de una motocicleta. Entre una calada y otra, descubrí que las carreteras de nuestra península son dionisíacas y que estaban muy lejos del camino apolíneo que en su día trazó Jack Kerouac. Fumando yerba he cambiado mi punto de vista, de igual manera que he reavivado recuerdos y he logrado viajar al futuro, construyendo utopías y novelas.

Por seguir con lo mismo, he fumado yerba para hacer el amor y cómo no, para gritar ¡No a la guerra! Si echo la vista atrás,  desde los días de porro y rosas de aquel verano del 82, no he parado de fumar pitillitos verdes.  Siempre que me enciendo uno vuelven a mi memoria los Stones irrumpiendo escena, cuando los chuzos caían de punta y había que hacer pantalla con la mano para que los canutos no se apagasen.

Así, mientras el humo entra caliente a mis pulmones, se repiten los primeros compases del Under my thumb y Mick Jagger vuelve a aparecer junto a los globos que alcanzan mi memoria y que explotan y que me llevan hasta la chica de mis sueños, la misma que fumaba conmigo canutos de yerba bajo la lluvia.  Qué más puedo pedir si aquel verano nunca se acabó para siempre, pegado al sabor de la yerba.  

Ahora, con los pies en el presente, soy de los que piensan que no puede ser malo algo que despierta los apetitos y que invita al sueño y al buen rollo. Por lo mismo, celebro que mi tronco, el de la coleta, le haya dicho al presi, “Tío, enróllate y legaliza la mandanga, que el Estado se puede sacar una buena pasta, a ver si” Bien mirado, cada uno lo vende como sabe y mi tronco se lo hace con el numérico y con el Producto Interior Bruto.

Él sabrá pero, de igual manera, yo me lo hago con lo más vital, me refiero al tiempo. Porque somos una cuestión de tiempo y que la mandanga no se pueda vender libremente como un producto más, trae como resultado un derroche de tiempo para los que tenemos que esperar a que el camello aparezca. A ver si.

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