Melody: todo mal, menos ella
La mañana siguiente a perder por 38 goles a 0 en un partido contra el colegio de Campoamor, los muchachos de los salesianos de Alcantarilla y yo comentábamos en el patio que no había sido para tanto: que si uno no pudo venir, que si es que jugó Alfonso casi todo el partido y era malísimo; que si es que no vino nadie a animarnos o que no habíamos ensayado bien los córners. Había cierto cachondeo cuando llegamos a primera hora, pero a última, casi todo el colegio nos compró la película; además, hacía como un mes que ganamos nosotros por 16 a 0 a los del Jacinto Benavente –que estaban, en esencia, más gordos que nosotros, que ya era decir– y una cosa compensó a la otra. La primera regla de la posverdad es no dejar que la realidad arruine una buena historia y la primera regla del rentismo es no permitir que el mérito del otro reluzca más de la cuenta.
Melody, tras su naufragio eurovisivo, ha intentado hacer algo parecido, pero sin mucho éxito; no es que nosotros con 11 años fuésemos más listos que ella con 34 (tenía diez cuando fichó por Sony), pero es distinto conquistar el relato en un colegio de primaria a hacerlo frente a todo un país. Más difícil todavía si, además, no eres el sándwich con más nutella del mostrador. Si solo ves la rueda de prensa, da la sensación de estar escuchando al segundo puesto y no al antepenúltimo; si después de la rueda de prensa te pones la actuación, no entiendes nada.
Teniendo en cuenta que Eurovisión me da igual, que yo mandaría a Manolo Kabezabolo a cantar la del aborto de la gallina y que tanto me daría que Israel participe como que España dejase de hacerlo porque si por algo soy euroescéptico es por estas gilipolleces y no por los tapones de plástico, diré que la actuación de la sevillana me ha parecido mala. Cantó bien, por supuesto, porque cómo no va a cantar bien alguien que se dedica a ello, pero a mí su propuesta me pareció cutre y demasiado empeñada en suplir la falta de vanguardismo con un exceso de dificultad performática. No sé, no me parece ni siquiera extraño el puesto 24 y no necesito ver las demás actuaciones -he visto tres o cuatro- para suponer que no podían ser mucho peores. No me gusta la tele.
Pero lo que me chirría es el después. Esa cosa tan de aquí de asumir que si al otro no le gusta algo es porque no lo entiende. En sus declaraciones se agrieta el ego herido de un artista: cambiar el “no he podido” por el “no ha podido ser” te exime de toda responsabilidad; pasas la pelota a un tejado que no es el tuyo y diluyes tu derrota en un abstracto sin autocrítica. Al contrario, solo soltaba datos y decía ‘yo’ todo el tiempo. ‘Yo’ soy la más vista del festival. ‘Yo’ soy la más escuchada en Alemania; ‘será por algo’. A Manel Navarro le salió un gallo que lo escucharon hasta en Pyongyang, quedó en el puesto 26 –y no quedó en el 193 porque esto no es la ONU– y hay que decir que llevó el tema más dignamente.
El problema es que cada vez más confundimos términos: relevancia y repercusión, volumen y éxito, eco y presencia; ahora mismo lo único que sirve es hacer ruido y esperar a que el algoritmo te bendiga. Porque si fuese por talento o por merecer las cosas muy fuertemente no estaríamos algunos sobreviviendo a base de fideos instantáneos. Pero tan español es quedar fatal en Eurovisión como no saber gestionar las derrotas, y Melody está intentando convertir un fracaso profesional en una trama incomprensible en la que ella no tiene nada que ver. Lo que sea con tal de no mirar a un espejo que no devuelve el reflejo de una diva maltratada sino el de una artista que no estuvo a la altura.
No voy a entrar en que por imperativo moral no deberíamos compartir espacios culturales con ningún ciudadano israelí hasta que estos defenestren a su gobierno genocida y demuestren al mundo su completa desvinculación con el sionismo; pero esta actitud de no politizar lo político y de pretender que un genocidio no estropee tu día especial sí que me parece lamentable, y no una canción de la que nadie se va a acordar el año que viene. Su único tema memorable lo sacó a los 11 años, y me parece muy apropiado que en pleno auge del rentismo tenga que ser una ex estrella infantil la que venga a recordarnos que puedes quedarte a vivir para siempre en tu primer aplauso.
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