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Opinión - El problema de los tres gorros. Por Elisa Beni

Niño como animal de compañía

Imagen de archivo, antes del confinamiento.

Violeta Assiego

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No tenía ninguna buena pinta que todo el debate público y mediático de estos días se centrara prácticamente en exclusiva en si los niños tenían que salir o no a la calle. No tenía buena pinta cuando el argumento más convincente y contundente para estar a favor ha sido que por qué a un perro se le pueda sacar a pasear y a un niño no. A pesar de ser una obviedad que las necesidades de un perro y las de un niño no son las mismas, quizá es momento de recordarlo. Sobre todo, tras ver la rueda de prensa que el Gobierno dio tras el Consejo de Ministros.

Lo que está en juego cuando se habla de que se tengan en cuenta a los niños en las medidas de desescalada es mucho más que el que estos puedan salir a dar un paseo. El paseo es el medio, no es el fin. No se trata de salir por salir. Los niños no son animales de compañía.

Es evidente la complejidad de materializar cómo, en medio de una epidemia que aún sigue activa, se pueden conciliar las necesidades emocionales y físicas que tienen los niños –especialmente aquellos que están en situaciones de mayor vulnerabilidad– con las medidas del estado de alarma que garantizan nuestra salud individual y colectiva. Creo que es comprensible la dificultad sobre qué hacer y cómo hacerlo. Me pongo en la piel de los que tienen la mirada epidemiológica e imagino que es imposible obviar la cifra de los más de veinte mil fallecidos en poco más de un mes y la incertidumbre de cómo puede evolucionar la curva de contagios si los niños salen a la calle, máxime cuando parece que no se sabe mucho de cómo actúa el virus en su organismo.

Sin embargo, la pregunta es cómo es posible que el Gobierno, contando como cuenta con los apoyos de distintas organizaciones de infancia, de la propia Dirección General de Infancia y del Comisionado para la Pobreza Infantil, se lance a dar una rueda de prensa y a hacer anuncios tan importantes sin tener claro cómo lo va a hacer. Desconozco si es fruto de una mal estrategia de comunicación, pero me queda la duda de si han entendido que lo que está detrás de la petición de que los niños salgan a la calle va más allá de llevarles de la mano a dar un paseo o hacer recados esenciales. 

Si no es posible tener una respuesta precisa a cómo se debe actuar en esta desescalada respecto a las salidas de los niños, es importante tomarse el tiempo necesario. No pasa nada por ir algo más despacio si lo que se quiere es ir más seguros, pero lo que no se debe perder de vista es que al igual que la mirada de los expertos de salud pública está marcando las pautas en la crisis sanitaria, no debe subestimarse la de quienes hacen aportaciones desde la mirada de los derechos y necesidades de la infancia. 

En este sentido, y aprovechando que por una vez algo que afecta a la infancia genera un debate público (algo muy poco habitual) se presenta la oportunidad de pedir que este tema se aborde dando voz a esos otros expertos, los que conocen cómo es el mundo emocional de la infancia y adolescencia, para que sean ellos quienes planifiquen y pauten la vuelta de las niñas y niños a esa nueva normalidad extraña y ajena, más allá de los paseos. 

Existe el riesgo de idealizar los paseos que van a dar los niños y evitar afrontar la realidad que se van a encontrar: mascarillas, guantes de plástico, distancia física entre las personas, filas de uno en las puertas de los supermercados, calles vacías, viandantes desorientados, coches de policía pasando continuamente y muchas miradas invisibles, unas amables y otras no tanto.

Preguntémonos por un momento qué vamos a necesitar como adultos y como comunidad para sostener y acompañar a cada una de las niñas y niños en esta nueva normalidad. Y en la respuesta no pensemos solo en nosotros mismos y los nuestros, ni extrapolemos nuestra situación personal a la del resto. Hay muchos otros hogares en los que miles de niñas, niños, madres y padres vienen subsistiendo bajo mínimos. Vecinas y vecinos cuyos hijas e hijos además de salir a la calle tendrán que tener un lugar digno en esa nueva normalidad que vamos a tener que inventar desde el juego, las sonrisas, las miradas y los cuidados.   

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