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Phármakos

Montero Glez

En cierta ocasión,  Roosevelt recibió a unos sindicalistas que quisieron convencerlo de su desajustada política económica, presentándole alternativas a escala humana. El presidente Roosevelt, después de escucharlos y con la disposición de indiferencia que le caracterizaba, dijo algo así como “Está bien. Me han convencido pero....ahora salgan a la calle y consigan convencerme desde allí”. 

Sirva como ejemplo esta anécdota para reafirmar que la calle siempre ha sido la fuente de un poder que viene articulándose mediante manifestaciones públicas. Desde las primeras edades de la civilización, los ciudadanos tenemos el derecho a manifestarnos para hacernos fuertes, frente a los abusos de un poder entregado a los dioses. Porque los altares donde reside la justicia de nuestro país, ahora más que nunca, necesitan víctimas políticas para un sacrificio que tape los verdaderos delitos que trae la corrupción en exceso. De ahí que en los últimos días se consagre más tiempo a Forcadell a Junqueras y a los Jordis que a Ignacio González.

En la antigua Grecia, tales víctimas humanas recibían el nombre de pharmakos y en el día de hoy, los pharmakos tienen nombre y apellido catalán. Por eso, desde las tribunas del Canal Único de Información, cada vez que se habla de Catalunya, se viene utilizando un léxico más propio de la medicina que de la política. 

Sin ir más lejos, los sustantivos virus o cáncer, están llenando las tertulias. Sin embargo, cuando se trata de hablar en términos médicos, poco se habla de la respiración asistida de un Régimen que está dando sus últimos boqueos y que se agarra a los sucesos de Catalunya de la misma manera que un moribundo se aferra a la mascarilla de oxígeno. Pero no me quiero despistar, tan sólo quería contestar la pregunta que hace poco lanzó Ernesto Ekaizer al ciberespacio en forma de tuit y donde se preguntaba si Forcadell cometería delito si dirigiese una manifestación.

No soy leguleyo, ni falta que hace para saber que cuando la seguridad de un régimen se antepone a la justicia, resulta injusto  que se encarcele a alguien por rebelión política. Pero lo que se busca, en este caso, es el efecto farmacéutico, el phármako o remedio que nunca podrá sanar la causa de la enfermedad. 

La causa es política y entre otras muchas cosas, el Régimen del 78, se consensuó para despolitizar las calles. Por lo mismo, cuando un problema político se despolitiza, se convierte en negligencia.

 

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