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Hay que prohibir los bastoncillos de los oídos

Campaña 'Switch the Stick' contra la contaminación por bastoncillos de algodón.

José Luis Gallego

“Por favor, tú que tienes oportunidad, pídele a la gente que no eche los bastoncillos de los oídos al váter: ahora te enseño el lío que nos montan”. Estoy en una estación depuradora de aguas residuales. El operario que me traslada la petición me conduce hasta la balsa de decantación, donde las aguas procedentes de nuestros desagües reciben el primer tratamiento.

El objetivo de esta balsa es que los residuos sedimenten en el fondo y puedan ser eliminados antes de conducir el agua a las siguientes fases de depuración. Pero eso no está pasando. Y no pasa porque hay unos residuos que no se hunden: una extensa capa de bastoncillos de los oídos flota sobre la balsa cubriéndola en su totalidad. 

Un simple gesto, algo en apariencia tan inocuo como tirar el bastoncillo usado al váter está generando un serio problema en estos importantes equipamientos medioambientales, y en este caso se trata de un problema al que solo podemos poner nosotros solución. “Cada día es igual –me dice el técnico mientras agarra un gran cazamariposas de piscina– tenemos que retirarlos a mano”. “La gente no es consciente del problema –insiste– y esto solo tiene una solución: que dejemos de tirar los dichosos bastoncillos al váter”.

Estamos ante un problema similar al que causan las famosas toallitas húmedas, solo que con un matiz importante. En el caso de los bastoncillos su uso está absolutamente desaconsejado. Los otorrinos ya no saben cómo decírnoslo. El departamento de Otorrinolaringología del Hospital Clínic de Barcelona alertaba, hace casi diez años, sobre el grave riesgo para la salud auditiva que supone el uso de los bastoncillos. Su “Decálogo para la Higiene del Oído” señala de manera categórica: “No utilizar nunca los bastoncillos de algodón”. Según los médicos, lejos de contribuir a su higiene, los bastoncillos son el peor enemigo para el oído causando entre otras patologías tan graves como perforaciones del tímpano o infecciones del oído interno.

Así pues, si resulta que los famosos bastoncillos no sirven para nada, si lo único que ocasionan a nuestro oído son daños y además generan un grave impacto ambiental al convertirse en residuo, la pregunta parece clara: ¿por qué se siguen fabricando? ¿A que esperamos para retirarlos de las estanterías de los supermercados?

Los franceses ya se han puesto a ello. A pesar de las protestas de los fabricantes, el Ministerio de Medio Ambiente galo ha conseguido sacar adelante una ley para evitar la contaminación por plástico de los océanos que prohibirá la venta de bastoncillos en 2020.

En el Reino Unido, donde los grupos ecologistas y las organizaciones de consumidores llevan años exigiendo su prohibición, se ha puesto en marcha una campaña en contra de los bastoncillos de los oídos que está dando sus resultados. De momento algunas de las principales cadenas de distribución como Sainsburys, Lidl, Aldi o Tesco ya los han eliminado de sus tiendas.   

El vídeo de la campaña apela directamente a nuestra responsabilidad, señala el grave problema que supone tirar los bastoncillos por el váter, muestra el impacto que causa al llegar a las depuradoras y lo que es peor, al llegar al mar, donde causa la muerte de numerosas especies y acaba acumulándose en la arena de las playas.  

En España a lo más que nos hemos atrevido ha sido a aprobar una ley por la que se pide a los fabricantes que a partir del año próximo el 50% del bastoncillo contenga sustancias biodegradables. El 60% a partir de 2020. Esa es toda la ambición de nuestro Gobierno ante un problema tan serio, de salud pública y de contaminación ambiental. Una vez más nos toca actuar a nosotros desde el consumo responsable.

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