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Un recuerdo de la prensa escrita libre

Jesús López-Medel

Durante muchos años de niñez y adolescencia, una enfermedad que me mantenía en cama, me convirtió en adicto a la radio y a la prensa. Desde la infancia mantuve una especial atracción por estos medios y la información, aunque la opinión plural en aquellos años estaba ausente. Pero yo sólo era un niño y me quedé enganchado.

Después de joven fui devoto de dos periódicos recién nacidos, El País y Diario 16. Este, con el tiempo y sus turbulencias, también reflejadas en mi edad, fue sustituido por El Mundo. De este me atraía su periodismo de investigación y su audacia y me alejaban otras cosas pero era aire de libertad. Con El País había una identificación más completa a nivel de calidad y línea ideológica.

De mi interés de lector entonces y articulista de opinión años después he pasado a un gran distanciamiento y descreimiento en la actualidad. Algo que me parece que no sólo me sucede a mí sino a muchos.

Ese distanciamiento y descreimiento ahora, es de aquel muchacho con varios posters en las paredes de su cuarto sobre la Constitución naciente que respondía, con cesiones mutuas, a un compromiso y avance histórico de convivencia democrática. Y una de esas claves era la libertad, entre ellas la de prensa e ir al kiosco (ahora son otra cosa) a elegir cada cual lo que quisiera leer.

Pero el entusiasmo democrático empezaría, al menos en mi caso, a decaer, con el postrero final del felipismo y las cosas que se empezaban a ver… y las que no, las cuales eran tapadas pero percibidas.

La llegada de un nuevo partido que quería orientarse al centro hizo que algunos (fue mi caso) nos incorporáramos entonces para impulsar esa línea que se decía regeneradora. Sin embargo, en mi caso llegaría la decepción tras una mayoría absoluta cuyas actitudes y prepotencia del líder de entonces fue superada en la arrogancia e inhumanidad de la gestión de sus herederos en la etapa más reciente. Y eso por no hablar de la corrupción ya invasiva como una metástasis lenta la cual apenas florecía pero que muchos (los medios informativos los primeros) sabíamos estaba allí.

En la pregunta de qué nos ha pasado desde que se consiguió instaurar un sistema democrático desde 1978 para llegar a una degeneración y desilusión tan profunda de muchos, hay numerosos elementos que han producido esta deriva.

Desde la cerrazón y el funcionamiento perverso de los partidos políticos llenos de aire viciado, sus prácticas corruptas (amparadas por sus líderes), el gran poderío e influencia de los poderes económicos y financieros y su amancebamiento con los partidos, la ausencia de liderazgos, la degeneración ética de una Corona cada vez más manchada, (inicialmente en su cabeza), la falta de funcionamiento de las instituciones de control, etc, fueron advertidas hace ya años como elementos que estaban llenando de minas el sistema democrático. Pero el silencio no inocente de la prensa amparaba (salvo excepciones) esas actuaciones, permitiendo que continuaran esas tóxicas prácticas.

Ello acabó sucediendo pero para que lo anterior se prolongase y se deteriorase tanto, fue elemento decisivo el ocultamiento de verdades y la progresiva degeneración de los medios de comunicación, de un modo particular los periódicos cuya falta de credibilidad es ya ahora muy intensa.

No se puede entender el avance inicial democrático pero menos aún tampoco el gran retroceso y regresión en este país, sin hacer un proceso de reflexión crítica sobre los medios escritos. Y esa debe ser sincera. Fundamentalmente, aquellos que aportaban o decían expresar, desde la libertad de prensa un compromiso con las libertades, y aún con todas sus imperfecciones, nos han decepcionado a muchos.

Yo tuve la oportunidad y fortuna de haber sido acogido en tiempos como articulista de opinión durante bastante tiempo. Y debo agradecer a quienes entonces eran receptivos a ser altavoz de mis opiniones y admitiendo que publicase al tiempo en ambos medios antaño enfrentados.

Mi primer artículo en El País fue en 1992 (hace 25 años). Publicaría antes, durante y tras mi etapa política 24 artículos en el que fue hace tiempo el mejor periódico de España y ello me llena de satisfacción. En el Mundo, empezaría después, en 2004 y llegan al centenar de artículos.

De uno y otro me fui y cesé mi colaboración como analista hace tiempo. Solo me mantengo escribiendo 10 años después en El Periódico de Cataluña y los digitales que han traído aire fresco. Los dos primeros medios habían cambiado tanto que no los reconocía. Y ahora ya… me parecen zombies.

Hace ya unos años, cruzando el Atlántico, yo que cuando hacía viajes largos me aprovisionaba de muchos periódicos, me apercibí a mi llegada a Quito tras 10 horas de vuelo, que solo había apenas ojeado uno. Ese hecho se repitió meses después (estoy hablando de 2009). Me interpelé que me estaba sucediendo a mí que era un lector total y plural.

Mi desinterés hacia todos contrastaba no solo con la atracción en mi niñez, juventud y edad adulta sino también con lo que había sido mi vida. De seguidor, admirador del valor de la significación de la prensa en democracia, había pasado a una desafección y alejamiento grande.

Deje de comprarlos en los quioscos y al principio los seguía por internet, pero, de hace cuatro o cinco años empecé incluso a no leerlos en este medio. Al principio seguía los titulares y solo si excepcionalmente alguna noticia era muy original, accedía al contenido, pero desde hace dos o tres años ni eso especialmente en el caso de El País. Ni escribir el www….

Igual que pienso que los dos partidos del oligopolio PP-PSOE no se han enterado de nada, con la prensa sucede lo mismo. No han hecho, a pesar de los abundantes errores una reflexión autocrítica, al menos interna.

El nivel de soberbia se mantiene e incluso incrementa en quienes sobreviven en la secta a la que son abducidos mientras que muchos compañeros eran despedidos, al mismo nivel que su decadencia. Sobre todo en el que fue en otro momento se hacía llamar “Periódico independiente de la mañana”, luego “Periódico global” y que ahora está muy lejano de ser una mínima referencia para la ciudadanía.

Enmarañado en deudas a las que tuvo que atender el gobierno, su propiedad está distribuida entre entidades bancarias acreedoras, un fondo quaratí y otros. Pero si el capital esta atomizado, la unidad de destino y de actuación es unívoca.

El problema es, sobre todo, de credibilidad y si todos los medios manipulan u orientan en un sentido más o menos intenso, el nivel de parcialidad y mentira ha llegado a extremos inauditos. Quieren vivir de lo que fueron. El Mundo, alejado de un poliédrico, confuso e innovador fundador, no es nada desde que le echaron por presiones del poder. Y de El País, lo más benévolo es decir que engarzan con el felipismo más rancio, decepcionante y decrépito éticamente.

En la etapa más reciente, la capacidad de manipulación ha llegado a extremos inauditos con la aparición de Podemos. El desenfoque, la mentira, la hostilidad, la bilis surgida contra estos era previsible en medios ultraconservadores. Pero no en aquellos que iban de demócratas. Yo no soy como ya he dicho, alguien de Podemos sino sólo alguien que se sitúa en el centro progresista y cada vez más, demócrata radical.

Desde esa posición he asistido a la mayor campaña de desprestigio que ha existido en la prensa española hacia un partido. Pero hay un problema. Los ciudadanos no son borregos y hay gente que interpreta esto como un permanente ataque a la mínima objetividad, demostrando lo permeables que son ala prensa escrita a los intereses financieros.

Algunos, los ya convencidos, se han tragado todo (como lo de Venezuela), pero en otros ciudadanos más neutrales, esta campaña tan hostil les ha producido un efecto contrario. Y ello se ha vuelto como boomerang contra los medios de prensa que han quedado aún más golpeados en su credibilidad y, al tiempo, han generado en algunas personas una cierta simpatía con el partido nuevo, Podemos, que es tan golpeado y zaherido sin recato.

Me trae esto a la memoria una de las últimas canciones de Pedro Guerra, “Arde Estocolmo” en la que expresa: “Alguien movió el sofá del salón, todo el fondo que escondía debajo, queda a la vista, se puede ver, todo el polvo que escondía abajo”.

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