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La vida y nuestros cuerpos por delante

Beatriz Gimeno

Activista feminista y LGTB. Número 4 de la lista de Podemos a la Asamblea de Madrid —

Madrid y Barcelona tienen que ser, a partir del 24 de mayo, las ciudades de las alcaldesas Manuela Carmena y Ada Colau, porque así serán de todos y todas, de la gente que vive y trabaja  en ellas. Si esa feliz circunstancia se da, comenzaremos un proceso de recuperación de nuestras ahora tristes, insolidarias, injustas y exhaustas ciudades; un proceso que nos llevará a hacer de ellas lugares  habitables; espacios para convivir y no para competir; ciudades amables a la medida humana y no espacios ásperos a la medida del dinero y de quienes lo poseen. Recuperar nuestras ciudades es un paso imprescindible para soñar en recuperar nuestras vidas.

Pero además de una recuperación del espacio físico, será también una recuperación ética. La ilusión que despiertan Carmena y Colau tendría que hacernos reflexionar a todos y especialmente a la gente que nos dedicamos a la política. Porque lo que dicen y cómo lo dicen  es distinto a cualquier otro discurso político al uso, y sin embargo  funciona. Ellas son la prueba de que para ganar no hace falta mimetizarse en la mediocridad general, en ese hablar que no dice nada, en ese chorreo de palabras vacías, generalidades vacuas y obviedades a los que nos tienen acostumbrados los políticos. Cuando ellas hablan, nosotros/as  respiramos. Sus discursos permiten respirar porque los dirigen hacia personas inteligentes a las que se respeta; no están dirigidos a consumidores de marketing idiotizados. La grisura, la mediocridad de la mayoría de los discursos políticos caen sobre las inteligencias y sensibilidades normales como una capa de pez pringosa que ahoga y que frustra. Por eso, escuchar a Carmena y a Colau es como abrir las vías respiratorias, intelectuales y sensitivas.

Estas dos mujeres, políticas átipicas, demuestran que se pueden ganar las elecciones diciendo cosas inteligentes, originales y verdaderas; que no es necesario repetir mecánicamente programas recalentados y pasados por mil maquinarias electorales que se ocupan de despojar a los discursos de cualquier signo de originalidad, de valentía o siquiera de emociones. Sobre todo de emociones. Porque la política es la vida, y la vida está hecha de emociones. Por eso los discursos de Carmena y Colau apelan a estas, pero no de una manera sensiblera, sino todo lo contrario. De hecho, lo que emociona es, precisamente, su llamado a la radicalidad. La mayoría de los discursos políticos no son nada, son gas, volarían si no estuvieran impresos en papel. Pero Carmena y Colau nos hablan de lo real de nuestras vidas, y no hay discurso político que supere eso.

Al hablar de nuestras vidas, hablan desde la verdad de lo que importa. Y en eso también son diferentes. Los discursos políticos al uso, la política que se hace, está enfocada en su mayor parte a trastocar nuestras prioridades y, en ese sentido, a mentirnos. La política, muchas veces, es el arte de enseñarnos a la gente corriente lo que es importante y lo que no.   Y así, consiguen que la gente piense en la deuda, el PIB, las exportaciones netas,  o la prima de riesgo como algo importantísimo pero que no tiene nada que ver con la vida; como algo que sobrevuela por encima y que, de vez en cuando, nos suelta un rayo mortífero. De lo que necesitamos hablar es de cómo quedan nuestras vidas, nuestros cuerpos, una vez que el PIB o la prima de riesgo nos hayan pasado por encima. Y si todos los partidos se ocupan, y es obvio que deben hacerlo, de los presupuestos, no todos se afanan en rescatar a la gente de los desmanes de esos presupuestos.  Necesitamos poner nuestras vidas y nuestros cuerpos en el centro de cualquier discurso político, y eso es lo que hacen Manuela Carmena y Ada Colau; hablar de lo importante sin dejar de poner lo fundamental, la vida, en el centro. Si emocionan sus palabras es porque no hay en ellas ni una pizca de tacticismo de partido. Manuela y Ada hablan desde sus propias vidas, desde sus experiencias de lucha y resistencia y desde ahí se dirigen a lo único real, a las vidas de la gente, para decirles que “no se puede ser feliz en una sociedad cruel”. En un momento hemos olvidado las siglas, las tácticas, los argumentarios, los cálculos. Silencio: estamos hablando de lo que importa.  “No puede haber ninguna otra prioridad que no sea garantizar los derechos básicos de cada una de las vecinas y vecinos de nuestras ciudades y lo demás son excusas que no vamos a aceptar nunca” dice Ada Colau, y ese discurso tiene que ser el centro de cualquier discurso político; eso es lo esencial. 

Reproduzco, para concluir, el párrafo con el que Ada Colau dio por finalizado el otro día su mitin en Madrid y que hizo aflorar algunas lágrimas. Yo no estaba, pero de haber estado, también hubiera llorado.

“Hay un Madrid rebelde, un Madrid hermoso, un Madrid cariñoso, el Madrid del no pasarán el Madrid de la Puerta del Sol llena de gente gritando ”No nos representan“, el Madrid de las Mareas, el Madrid que para los desahucios, el Madrid del Patio Maravillas, ese Madrid, nuestro Madrid, ese Madrid que hoy late, que puede hacer a Manuela Carmena la próxima alcaldesa. Vamos a ganar y además lo vamos a hacer contra las pasiones tristes, contra el abrir muchísima alegría y afirmando la vida y nuestros cuerpos por delante de todo”.  Eso es. Como vecina de Madrid, esta es la ciudad en la que me reconozco, este es el Madrid que tiene que ir a votar a Manuela Carmena para mandar a Esperanza Aguirre a las catacumbas de la historia. Nunca nos merecimos, madrileñas, barceloneses, esta degradación ciudadana y ética, pero ahora tenemos la oportunidad de remediarlo; ahora podemos votar a Carmena o a Colau y así afirmar la vida, poniendo nuestros cuerpos por delante de todo. 

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