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Cuando no se tiene más que el voto

Debate a 5 para las elecciones del 10N. EFE

Rosa María Artal

Pensaba que solo somos personas, unos cuantos millones de personas eso sí, aspirando a cubrir nuestras necesidades, lograr nuestros objetivos, hasta el de ser felices entre ellos. Reunidos en una comunidad a la que llamamos país y que lleva por nombre España, disponemos de unos gestores a los que elegimos para regular y propiciar ese cometido. Pero, hoy más que nunca, pareciera que somos en realidad una mercancía, aquella mercancía, en disputa para lograr sus intereses. Les vemos pelear por ella, como si ni siquiera estuviéramos presentes en la lonja.

Les votábamos cada cuatro años; ahora, cada dos por tres. Se diría que repetimos y repetimos porque deben solventar sus problemas, no los nuestros. La limpieza de propósitos, que existe, aparece ensombrecida por la lucha de poder, incluso por ejercicios de incompetencia. En una mesa de juego, en una pelea en el barro, en un escaparate comercial, se nos ve tan lejos, tan carnaza, que solo nos queda el voto para tomar las riendas de nuestro destino. Un voto tan extremadamente condicionado por esa misma rueda de intereses que se precisa mucha lucidez y sensatez colectiva para darle la utilidad que tiene, el valor que tiene. La soberanía reside en la sociedad –en el pueblo, dice la Constitución-, los políticos son nuestros representantes. Y no digamos ya que son los corifeos alrededor de ese engranaje de poder.

Las nuevas elecciones, la campaña sin fin, el debate a cinco y toda su parafernalia han acrecentado la desoladora sensación de ser un producto y no los copropietarios en esa comunidad llamada España. El debate ha sido la última imagen por el momento - queda el plato fuerte de las elecciones, el domingo 10N- de un ser que nos refleja con realismo, en toda su crudeza. De una historia que viene con muchos cimientos torcidos desde antiguo y a la que le revientan las costuras de problemas enquistados. Ofrecer como solución el germen de los daños es de una irresponsabilidad total y aceptarlo por parte de la sociedad, un suicidio.

En estas circunstancias el debate, con cinco hombres y ni una mujer, ya solo sirve para interpretar lo sucedido y servirlo como realidad o como un nuevo motivo de propaganda. Pueden hacerte creer que veas lo que no has visto y oigas lo que no has escuchado. Cuando dicen, por ejemplo, que el debate lo ganó Pedro Sánchez, afirmado en algún caso por expertos –no nos dicen en qué-, sabemos que es objetivamente incierto pero algunos pueden llegar a dudarlo. Y, desde luego, te das de bruces con el país en el que vives. Han convencido a mucha gente de que todo es relativo, cuando hay verdades tan irrefutables como la tierra y el agua. Y luego están las mentiras y datos erróneos a sabiendas o no que sueltan por su boca los candidatos. Aquí tienen un resumen. En el caso de Abascal y el resto de la derecha son gruesas. Los medios ya han de arbitrar espacios para desmentir las falsedades de los políticos. Se ha preguntado usted que si le mienten así para conseguir su voto, ¿qué no hacen con capacidad ejecutiva?

Se confirma que fue una trágica decisión convocar nuevas elecciones habiendo ganado las anteriores y dejando al opositor, el Partido Popular, en 66 escaños y cuajado de deudas. Ahora no está claro qué pretendía y pretende Sánchez. Tal como se mostró en el debate del lunes, corrobora que descarta un acuerdo con Unidas Podemos. Como siempre hizo, por más que sus entusiastas quieran sentir otra cosa. Pedro Sánchez rechazó todas las manos que le tendió Pablo Iglesias. Va a volver a la casilla de abril, y eso con mucha suerte, a la que ha tentado en exceso. Porque la nueva convocatoria electoral –que le competía solo a él como presidente por más que lo adornen- ha beneficiado extraordinariamente a Pablo Casado y, lo que es mucho peor, a Santiago Abascal y su partido ultraderechista neto, sin complejo alguno.

Crecido ya, normalizado, nos han hecho engullir a un partido ultra, machista, xenófobo, radicalmente antidemocrático como si fuera lo más natural. Como para dar un mitin en “prime time”. Ese tosco y primario ser que caracteriza a Vox en su conjunto es hijo del franquismo que dejó impune la política democrática, y de un sector de la sociedad educado en la banalidad y en la falta de escrúpulos éticos. No es un partido más, y avergüenza la sonrisa con la que fue recibido en la Academia de la Televisión.

Catalunya, en uso y abuso, por encima de todas las cuestiones que atañen a la vida de los ciudadanos, como caladero de votos de los “a por ellos”. Subastaron todo tipo de medidas de fuerza, solo Pablo Iglesias habló de diálogo. Y con un conflicto enquistado durante décadas, lo más inteligente y democrático, lo más práctico, es hablar. El rey se fue con la Familia Real a la entrega de los premios Princesa de Girona, la princesa Leonor, en plena semana de elecciones, custodiados por un ingente número de policías debido a las protestas con las que fueron recibidos. Y a hacer un discurso político, como ya ocurriera el famoso 3-O. Quien no vea que esto se aleja mucho de lo normal, tiene un problema y nos lo crea al resto.

El escenario hoy es mucho más dramático que el de abril. La derecha se ha fortalecido y extremado. Y Sánchez hace una decidida apuesta por “el centro”, dicen, con socioliberalismo económico (la apuesta por Nadia Calviño como vicepresidenta económica anticipada en el debate no deja lugar a dudas- y mano dura para los conflictos. Le ha dejado toda la izquierda a Pablo Iglesias, aunque esa posición será filtrada por los medios. No se comprende qué espacio busca Sánchez en realidad pero las consecuencias las vamos a pagar todos. El temido mal menor, lo va a ser a conciencia. Y veremos si no nos cae el mayor.

Los memes políticos y mediáticos seguirán hablando de bloqueo. Bloqueo es el que hace un candidato ganador cuando no quiere gobernar con un partido de izquierda, con más votos de los que reunió su acuerdo con Ciudadanos. Y debemos estar alerta para no tragar soluciones mágicas de atajos para dotar a la lista más votada con votos que no ha tenido.

Pero no nos equivoquemos, tenemos el país que tenemos y el que nos hemos, o han, dejado hacer. Ahora con una crispación y una agresividad, una equivocación de enemigos a abatir, que no tiene perdón haber generado. A otros nos deja una especie de poso de melancolía. Los administradores deben trabajar para los ciudadanos en comunidad y no al revés.

Con amargura de bilis por la culminación en Debate a 5 de nuestra realidad, me desperté este martes con la melodía en el recuerdo de una canción de Jacques Brel:

“Cuando no se tiene más que el amor”. “Cuando solo tenemos el amor para trazar un camino y forzar el destino en cada encrucijada. Cuando solo tenemos el amor para hablar con los cañones y nada más que una canción para convencer a un tambor. Sin tener nada, tendremos en nuestras manos, amigos, todo el mundo”. Y he venido en pensar que igual así, entraba mejor la idea que a golpes, mentiras y trampas. Cuando no se tiene más que el voto, solo y nada menos.

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