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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada
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Especies invasoras

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Se acerca una nueva primavera electoral, y con ella la confluencia de condiciones extremadamente favorables para la proliferación de determinadas especies invasoras que encuentran en ese hábitat el ecosistema ideal para su desarrollo. Son especies que, sin ser causante de graves problemas sanitarios, pueden producir males menores o incomodidades tales como irritación, cabreo o, en casos más graves, enormes dosis de vergüenza ajena.

La primera de ellas es la de personas candidatas que se disfrazan con batas, monos, cascos de obra, botas de agua, indumentaria deportiva o similar para invadir fábricas, granjas, pesquerías o establecimientos de todo tipo asintiendo ostensiblemente a las explicaciones que algún encargado del lugar les hace, y proponiendo después ayudas o subvenciones al sector que se trate, normalmente incompatibles con las políticas de la Unión Europea, institución comodín a la que después se podrá poner como causa del incumplimiento de lo prometido. Las más atrevidas se ponen a los mandos de maquinarias, vehículos, o simulan ejercicios deportivos, con evidente riesgo para los que les rodean. Pocos sectores escapan a la invasión, citándose entre ellos el de la limpieza domiciliaria, kellys o recogida de basuras. No se ha observado candidato con bata limpiando los vómitos cerveceros que el último turista inglés dejó en el baño de la habitación del hotel; recogiendo bajo la cama los calzoncillos y calcetines del señorito; o arrastrando el contenedor de orgánico, ataviado con el mono grasiento típico del sector mientras atiende las explicaciones del capataz de turno.

La segunda especie más observada es la de los cabeceadores. Son seres de desarrollada musculatura cervical que acompañan al candidato en sus comparecencias ante los medios y que ante sus palabras ponen cara seria o sonriente, dependiendo de que se hable de una propuesta programática o se esté lanzando la última ocurrencia salida del gabinete de frases impactantes y salidas ingeniosas que debe acompañar a todo candidato, al tiempo que cabecean arriba y abajo de manera convulsiva moviendo al mismo tiempo los labios vocalizando frases como “muy bien, muy bien”, o “claro, claro”. Tiene una gran capacidad de desplazamiento ya que se ha observado a un mismo ejemplar en distintos emplazamientos en cortos espacios de tiempo.

La tercera la constituyen los especímenes jóvenes que se sitúan detrás de los seres candidatos, generalmente sentados en gradas, cuando estos están lanzando una disertación en forma de mitin o discurso. Estos jóvenes, obedeciendo la señal de algún regidor, normalmente invisible a las cámaras, aplauden fervorosamente llegando incluso a ponerse en pie en señal de entusiasmo. Visten decorosamente, de la manera que un buen padre de familia haría vestir a sus vástagos, y normalmente son arrancados de sus diversiones favoritas como la de ir de botellón o cañas, para asistir a tales eventos. No se llega a explicar suficientemente su expansión en tiempos de multi y metaverso en que podrían ser sustituidos por imágenes virtuales tridimensionales con las ventajas que eso conllevaría para todos.

Los laboratorios de las más prestigiosas universidades no han logrado, a pesar de sus esfuerzos, dar con el antídoto que acabe con estas plagas. Hasta que eso se consiga, y para tratar de mitigar sus efectos negativos, recomiendan seguir unas elementales normas de higiene mental tales como:

Apagar la televisión, especialmente en horas de informativos.

Dejar de seguir las redes sociales o, en caso de imposibilidad, no leer durante este tiempo entradas de contenido electoral o político.

Leer críticamente los programas electorales al tiempo que se hace un ejercicio de memoria recordando todo lo que se prometió en pasadas campañas, y lo que de ello se cumplió.

Poner en cuestión todos los eslóganes y consignas, confrontándolos con las ideas que pueden extraerse de artículos de fondo, tratados o cualquier otro medio que permita el desarrollo de opiniones con más de doscientos ochenta caracteres.

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