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Okupas por todas partes

Exterior de una vivienda vacía en venta

Esteban Alonso Pérez

28 de agosto de 2020 11:15 h

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En las últimas semanas, solo quien haya viajado a otro planeta se habrá librado de la constante matraca de la televisión, los periódicos y las redes sociales sobre los okupas. Siempre ha sido un tema recurrente, pero al parecer, esta vez están entrando en masa a las casas donde vivimos.

El movimiento okupa es un movimiento social que apoya la okupación de viviendas o locales deshabitados. La okupación es la respuesta al incumplimiento sistemático por parte de la administración de poder disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Derecho recogido en la Constitución que lleva décadas sin hacerse efectivo por parte de los poderes públicos.

Si alguien ocupa tu casa o la mía, todos seguramente pensaremos lo mismo. Recuperarla lo antes posible. Prefiriendo asumir las consecuencias legales de esos actos antes que nuestra vivienda esté un día más en manos ajenas.

El movimiento okupa surgió en España hace más de 35 años. Las directrices se basaban en la okupación de edificios que llevaban años o décadas abandonados y sin uso por parte de las administraciones. La intención era crear talleres, centros de actividades y debates o locales para disfrutar de la música en directo. La reacción de las autoridades estuvo a punto de dejar el movimiento en nada. Con jóvenes jugándose años de prisión por okupar edificios olvidados por los gobiernos. No fue el caso. La semilla de Barcelona acabó germinando en toda España.

Muchos crecimos escuchando a Barricada su “okupa, okupa, okupa” o a Reincidentes su “ante el paro y la especulación, patada en la puerta, ¡sí señor!”. Justamente el paro y la especulación, además de los bajos salarios, provocó que el movimiento extendiera la okupación de locales a viviendas vacías por parte de familias que no llegaban a final de mes.

De un tiempo a esta parte nos muestran a diario gente desesperada porque le han ocupado la casa donde viven, creando la sensación de que nos podría tocar mañana a cualquiera. Es innegable que esos casos están creciendo de manera importante, pero los medios los han llevado a un sensacionalismo inconcebible. Haciendo uso del mismo, uno se imagina saliendo de casa a tirar la basura, a comprar el pan o a pasear al perro y a la vuelta tener la casa ocupada, la cerradura cambiada y el nuevo inquilino empadronado. Cuando la probabilidad de que alguien ocupe tu vivienda habitual es parecida a que te toque la lotería.

Okupar una vivienda habitada o una segunda vivienda resulta contradictorio para el movimiento okupa. El significado social y político de la okupación es el de llevar a primera línea de debate la dificultad de la ciudadanía para acceder a una vivienda. Por ello, solo es justificable la okupación de viviendas vacías como denuncia de su uso totalmente especulativo. 

Los medios saben de sobra que quienes se meten en tu vivienda habitual no son okupas. Serán en todo caso niñatos malparidos, delincuentes o mafias bien organizadas que están cometiendo un delito de allanamiento de morada. Pero los medios solo tienen una finalidad, criminalizar el movimiento, a las asociaciones que lo apoyan y a los partidos que muestren cierta simpatía con el mismo.

Esos medios te repiten mil veces que hay 40 okupaciones al día en lo que llevamos de 2020 (sin especificar la tipología de los casos) pero nunca han puesto el foco en los verdaderos problemas de la vivienda:

  • El precio abusivo del alquiler o de compra.
  • Los desahucios, decenas de miles todos los años, la mayoría de ellos sin alternativa habitacional.
  • La ridícula oferta de vivienda social en relación con la demanda.
  • El elevado número de pisos vacíos que está en manos de las entidades bancarias.
  • La especulación en el sector por parte, entre otros, de los fondos buitre.

Esos medios han decidido convertir el problema de la okupación en el único y gran “problema”. Muchos consideran que si se le entrega un piso gratis a una familia en situación vulnerable, ellos entonces tampoco deben seguir pagando el suyo. La respuesta es muy sencilla. Deben seguir pagando porque pueden. Esas familias no. Y ojalá nunca se vean en esa situación.

La brocha gorda a la hora de redactar o modificar leyes nunca ha sido buena idea. Por eso, mientras unos hablan de patadas en el culo a los que dan patadas en las puertas, otros preferimos patadas en los huevos a los que trafican con derechos fundamentales como el de la vivienda.

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