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Albert Rivera vs. Pedro Sánchez: del pacto del 'abrazo' para llevarle a la Moncloa a acusarle de ser un “okupa”

Albert Rivera cede el paso al líder del PSOE, Pedro Sánchez antes de la firma del pacto de investidura

Carmen Moraga

Albert Rivera lamentó el pasado lunes que Pedro Sánchez haya decidido ningunearle y no haya convocado aún a ninguna reunión a Ciudadanos pese a ser el partido “que ha ganado las elecciones en Catalunya”. El reproche de Rivera tiene su fundamento porque está viendo cómo en estos cuatro escasos meses de mandato, el nuevo presidente del Gobierno ha recibido en La Moncloa a los principales líderes de los partidos. Cuatro meses que evidencian lo rápido que pasa el tiempo en política en España. Hace solo dos años y medio, Rivera y Sánchez posaban sonrientes ante el cuadro de 'El Abrazo' en el Congreso con su paquete de 200 medidas pactadas y un programa conjunto para gobernar, que se quedó en 130 diputados.

Ahora, ya como inquilino de La Moncloa, Sánchez se ha entrevistado con el presidente de la Generalitat, Quim Torra; con el líder del PNV, Andoni Ortuzar, y con el recién elegido presidente del PP, Pablo Casado. Este jueves ha recibido por primera vez en el palacio de La Moncloa al líder de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, con el que el presidente del Ejecutivo lleva semanas en contacto telefónico para intentar acordar los Presupuestos Generales de 2019. Solo queda Rivera. Y de momento a su teléfono no llegan llamadas del presidente.

Ese ninguneo ya lo sufrió el líder de Ciudadanos durante un tiempo también con Mariano Rajoy tras haber propiciado su investidura después del fracaso de la de Pedro Sánchez, una vez repetidas las elecciones generales. El expresidente del Gobierno y exlíder del PP priorizó al PSOE en algunas de las negociaciones claves, como el objetivo del déficit, mientras dejaba de lado a Rivera, su teórico “socio preferente”. El líder de Ciudadanos aguantó como pudo esos desprecios sin romper el acuerdo hasta que llegó la sentencia de Gürtel.

De modo que ahora Rivera ya no siente “ataduras” ni con el PSOE ni con el PP. Los dos acuerdos que firmó, primero con Rajoy y luego con Sánchez, han quedado en papel mojado mientras las relaciones del líder de Ciudadanos con los dos dirigentes políticos han terminado agriándose.

Rajoy se despidió llamándole “aprovechategui”. Y Sánchez se despachó contra él ya desde el mismo día de la moción de censura lanzándole duros ataques, casi personales. Se mofó de que había ensayado su intervención “frente al espejo”; le acusó de “oportunista”, de pretender “soplar y sorber al mismo tiempo”, y de “vivir de la parálisis del Gobierno de Rajoy para arañar votos”.

Rivera no se quedó corto y le devolvió los golpes, afirmando que había llegado “por la puerta de atrás” al Gobierno, acusándole de estar “hipotecado” a sus socios “populistas, separatista y herederos de ETA”, y de ser un “okupa”.

Sin embargo, Rivera parece haber olvidado que con ese dirigente al que ahora llama “okupa” vivió un idilio político hace tan solo dos años y medio, cuando el líder socialista y él cerraron el acuerdo para su investidura-fallida-, exactamente el 24 de febrero de 2016. Entonces todo eran buenas palabras. Aquella negociación y los intereses de ambos partidos les acercó entonces bastante aunque en el fondo Rivera nunca ha terminado de tener feeling con Sánchez. Ni Sánchez con Rivera, como el tiempo ha demostrado.

Unas negociaciones duras pero con 'buen rollo'

Durante aquellas semanas los dos se esmeraron por llevarse bien. Sus equipos, capitaneados por sus respectivos portavoces, Antonio Hernando -leal a Sánchez en aquel momento-, y Juan Carlos Girauta, trabajaban como una piña cerrando a contrarreloj las medidas del acuerdo para desalojar a Rajoy porque el tiempo apremiaba. Hubo tensiones y dificultades que terminaron superándose y los dos líderes solemnizaron la firma del pacto, un programa con 200 medidas, en la sala Constitucional del Congreso ante los retratos de los padres de la Carta Magna. Los flashes de los fotógrafos y las cámaras de televisión recogieron el gesto serio y algo tenso de ambos mientras se daban la mano.

Los dos líderes políticos sabían que de poco iba a servir ese acuerdo si Unidos Podemos -el PP estaba obviamente descartado de antemano- decidía no suscribirlo. Los dirigentes más optimistas admitían que aunque los 130 escaños que entre los dos sumaban en aquel momento [40 Cs y 90 PSOE] era imposible investir a Sánchez pero confiaban en que la suma sirviese al menos servían para presionar a Podemos. No funcionó. El exportavoz de Unidos Podemos, Iñigo Errejón, zanjó cualquier posibilidad de apoyar aquella alianza: “El PSOE puede llegar a acuerdos con Ciudadanos o con el Capitán Trueno. No hay Gobierno”.

Rafael Hernando, portavoz parlamentario del PP en aquel momento, lo tachó de “sainete”: “El problema es que más allá de los cuentos hay gente que tiene problemas con las cuentas y no se da cuenta”.

“Un acuerdo para un Gobierno reformista y de progreso”

El pacto, que ambos partidos calificaron como “histórico”, quedó plasmado en el “Acuerdo para un Gobierno reformista y de progreso”. Tras la firma, los dos líderes, eligieron luego como escenario para comparecer ante la prensa el hall del Congreso donde está colgado El Abrazo, de Juan Genovés, una de las obras más representativas de la Transición en recuerdo de los abogados de Atocha asesinados por la extrema derecha.

“El pacto no ha sido fácil, hemos tenido que pensar en el bien común para llegar a un acuerdo que constituye el primer paso para que se produzca el cambio político en este país. Hay voluntad de acuerdo cuando hay voluntad de cambio; cambiar no es hablar primero de sillones, sino cambiar de fondo en las políticas”, reconoció el líder del PSOE.

Rivera, por su parte, se jacto de que el 80% de lo acordado correspondía a exigencias de su partido.

Entre las 200 medidas se incluía algunas referidas a la reforma laboral del Gobierno del PP. Sánchez vendió que iban a derogarla pero en el documento no figuraba ese verbo sino que se hablaba de propuestas para “la modificación del sistema de relaciones laborales”, entre ellas, “un contrato estable y progresivo” que se traducía en realidad en tres: el indefinido actual, el de formación y el de relevo. Esa medida supuso un sucedáneo del contrato único que defendía Ciudadanos.

Medidas del pacto que siguen sin abordar

En el programa pactado también figuraba la supresión de los aforamientos políticos, un debate que Ciudadanos ha anunciado que volverá a llevar al Congreso este mes y sobre el que acusa al “bipartidismo” de no tener interés en aprobarlo. El PSOE no se opone pero tampoco parece tener prisa por abordarlo.

Otro de los asuntos que incluyeron fue la limitación del mandato presidencial a ocho años, otro asunto por el que Rivera batalló con Rajoy, sin éxito. Y no parece tampoco un tema que urja al nuevo Gobierno.

“La sanidad será derecho fundamental en la Constitución” por lo que “se modificará el artículo 135, sobre techo de déficit”. Tampoco se ha hecho aunque el decreto ley que ha llevado el Gobierno este jueves al Congreso para universalizar la sanidad suple en parte ese hándicap. Ciudadanos se abstuvo.

Igualmente, se comprometieron a suprimir las diputaciones -a excepción de las Forales y los Cabildos insulares-, sustituyéndolas por consejos provinciales de alcaldes en municipios de menos de 20.000 habitantes. Esta medida, que el PSOE ya incluyó en su programa electoral en 2011, sigue guardada en un cajón.

En el apartado fiscal el compromiso de ambos fue “reformar el IRPF con el objetivo de reducir la tributación de las rentas del trabajo cuando la situación presupuestaria lo permita y, mientras tanto, no subirles los tipos”.

Pero también se comprometieron a estudiar la creación de “un impuesto extraordinario para las grandes fortunas para ayudar a conseguir el equilibrio presupuestario”. Ciudadanos ya no quiere oír ni hablar de ello.

Otro asunto que contemplaron fue la posibilidad de publicar los nombres de los amnistiados, como prometió el PSOE, cuyo programa apostaba por “introducir cambios del artículo 95 de la Ley General Tributaria, dentro de los límites constitucionales, que permitan conocer el nombre de los defraudadores”. Sánchez ahora no lo ve posible.

También acordaron reducir el número de escaños del Senado aunque en un principio Ciudadanos abogaba por cerrarlo directamente. El cambio de opinión de Rivera ha sido tan tajante que ahora se agarra a las competencias de la Cámara Alta para volver a aplicar el artículo 155 en Catalunya. O impide en la mesa del Congreso que se tramite por la vía de urgencia la reforma de Ley de Estabilidad Presupuestaria para evitar precisamente que el Senado, en donde el PP tiene mayoría absoluta, pueda vetarla.

El PSOE y Ciudadanos pactaron asimismo impedir referendos de autodeterminación. Sánchez ha dejado claro que su propuesta en Catalunya va dirigida a un referéndum por el autogobierno, con una reforma del Estatut. Pero Rivera está aprovechando la confusión que han generado sus declaraciones para cargar por este asunto contra el presidente.

“Me debes una investidura”

Sobre aquel pacto fallido, hay una anécdota que todavía está fresca. Nueve meses después se encontraron en el Congreso durante la recepción del 39º aniversario de la Constitución. Y los dos líderes aún se permitíeron bromear sobre ello.

Sánchez ya no era diputado porque se había visto obligado a renunciar a su escaño por las presiones de su propio partido. Pero había logrado ser elegido de nuevo secretario general del PSOE. Pese a ello, dentro del grupo parlamentario le recibieron con notable frialdad y muy pocos compañeros de filas le arroparon en su visita de aquel día a la Cámara.

Rivera se paseaba ufano por el salón de los Pasos Perdidos del Congreso charlando con unos y otros sobre la reforma de la Constitución y sus planes de futuro. Las encuestas empezaban a sonreírle y Ciudadanos recogía votos de un PSOE dividido y de un PP más que tocado por la corrupción.

La recepción finalizaba y Rivera vio que Sánchez no se acercaba. Así que decidió propiciar él el encuentro. El líder de Ciudadanos se acercó al socialista aprovechando que éste hablaba con un periodista, y ambos se saludaron entre chistes.

“Yo le quiero mucho pero me dice que soy un podemita”, le comentó, irónico, Sánchez al periodista, a lo que Rivera le respondió: “Y tú me llamas facha por defender la Constitución”. La conversación transcurrió con cierta tensión pero entre sonrisas. Antes de despedirse el líder de Ciudadanos soltó al socialista: “Me debes una investidura”.

Desde entonces, Rivera ha ido subiendo el tono contra Sánchez hasta la descalificación casi absoluta que practica en las últimas semanas. En su última entrevista en Los Desayunos de TVE, el líder de Ciudadanos no ha dudado en insinuar que la culpa de la subida del paro de agosto es del Gobierno socialista. A su juicio, Sánchez está “podemizando” la economía.

“Que Podemos nos marque la línea económica de nuestro país en un momento delicado en el que la economía se empieza a frenar es un error”, ha dicho, repicando la misma letanía que en 2017 cuando Sánchez acaba de dejar su escaño.

Entonces, en un acto celebrado en Córdoba, ya advirtió de que ese PSOE estaba “podemizado”, era un partido “antiguo” y el “del puño en alto y la internacional”, por lo que “se tendrá que entender con Podemos y los separatistas”, porque “era imposible cualquier tipo de relación con Ciudadanos”.

Y así ha sido, pese a que Rivera incluso estaba dispuesto a aceptar una vicepresidencia en un hipotético Gobierno 'de izquierdas' junto al líder socialista, como desveló el diario Público. “En nuestro pacto con el PSOE, Rivera sería vicepresidente. Íbamos a entrar en el Gobierno”, reconocieron fuentes del partido naranja en un corrillo con periodistas.

Ruptura del pacto en Andalucía

Mientras, en Andalucía, Ciudadanos está a punto de oficializar la ruptura del pacto de investidura que cerró al inicio de la legislatura con la presidenta de la Junta, Susana Díaz.

Este viernes, el Comité Ejecutivo Nacional, convocado en Málaga, certificará la decisión que será anunciada por Juan Marín y el propio Rivera. Esto provocará previsiblemente el adelanto de las elecciones autonómicas al otoño, un escenario que a los de Rivera les interesa para no dejar al PP recuperarse gracias al 'efecto Casado'. Los últimos sondeos les dan allí una importante subida, pudiendo pasar a ser la segunda fuerza política.

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