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Irak entre la parálisis política y la crisis

Irak entre la parálisis política y la crisis

EFE

Bagdad —

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Irak vivió un año de parálisis gubernamental y fragmentación política tras las primeras elecciones parlamentarias desde la derrota del grupo yihadista Estado Islámico (EI), un complicado panorama en el medio de la crisis que arrastra tras mucho tiempo de guerra.

El año 2018 deja para Irak la imagen de un país destrozado por las guerras y las tensiones sectarias, pese a la estabilidad y seguridad dibujada en el país tras la derrota militar de los extremistas el 9 de diciembre de 2017.

Aquél día, el entonces primer ministro, Haidar al Abadi, se proclamó como el líder que salvo al pueblo iraquí de “las garras del terrorismo”, aunque cinco meses después recibió un batacazo electoral que le ha dejado, hasta el momento, fuera del juego político.

El 12 de mayo se celebraron en el país las primeras elecciones tras la derrota del EI, que llegó a ocupar desde 2014 un tercio del territorio y declaró su “califato” desde la ciudad de Mosul, a la que hizo su capital y que quedó totalmente en ruinas durante la ofensiva que la liberó el 10 de julio de 2017.

Los resultados de esos comicios dieron una sorpresa: Al Abadi perdió pese al rédito ganado en el campo de batalla y ganó la coalición Sairún (Marchamos, en árabe) liderada por el influyente clérigo chií Muqtada al Sadr, enfrentado a EE.UU. y alejado de la influencia iraní.

Pero pocos días después comenzó la polémica por las acusaciones cruzadas de fraude electoral debido, entre otros motivos, al voto electrónico, la primera vez que se instauraba en Irak y que recibió múltiples quejas en diferentes colegios electorales en el país por su funcionamiento.

Esto provocó que el Parlamento iraquí ordenase el 6 de junio el recuento manual de los votos en todos los centros electorales, aunque la tensión creció por un incendio que se desencadenó cinco días después en varios almacenes que custodiaban papeletas en Bagdad.

La sombra de la repetición de los comicios rondaba por los discursos de algunos líderes iraquíes, pero finalmente el Supremo dio validez a los votos nulos y se procedió a la formación del Gobierno.

Pasó el verano sin ningún movimiento hasta que en el mes de octubre finalmente se eligió en un solo día, el 2 de octubre, a Adel Abdelmahdi como primer ministro y a Barham Saleh como presidente del país.

Desde ese momento comenzó una carrera para formar el Gobierno lo antes posible.

Hasta el momento se han aprobado catorce ministerios, aunque quedan ocho por designar, entre ellos Interior y Defensa, que están siendo los más discutidos en sesiones parlamentarias que posponen sus votos por los desacuerdos entre los bloques parlamentarios.

El puesto de Abdelmahdi como jefe de Estado puede peligrar por la fragmentación de la cámara.

Además, el futuro Gobierno tiene que afrontar numerosos retos, como paliar la crisis social y medioambiental en el sur iraquí y la reconstrucción del país.

Las protestas en la provincia meridional de Basora, que comenzaron en julio y dejaron decenas de muertos, han contribuido a caldear aún más la situación política exterior, concretamente entre Washington y Teherán.

El consulado iraní en Basora fue incendiado en septiembre y EEUU cerró el suyo alegando amenazas contra su legación diplomática.

Además de las demandas de los ciudadanos para poner fin a la corrupción gubernamental y el desempleo, sobre todo entre los jóvenes, se añade una crisis medioambiental en el río Shatt al Arab, que atraviesa el sur iraquí.

Decenas de miles de personas se vieron afectadas por la contaminación del agua provocada por la sequía, que ha mermado el caudal de los ríos procedentes de Irán y Turquía y que se ha agravado por el deterioro y antigüedad de las plantas de tratamiento y canalización de agua.

Pese a todo, Irak busca despegar centrándose en la liberalización de su economía para diversificar sus fuentes de ingresos y no depender únicamente del petróleo, y proteger a las empresas que inviertan en el país.

Además del campo económico, le queda una tarea importante que cumplir: la reconstrucción del país para que regresen a sus hogares los 2,9 millones de iraquíes que aún viven en campos de desplazados, según la ONU.

Por Amer Hamid

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