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Albert Rivera pone palos en las ruedas al giro estratégico emprendido por Arrimadas

Inés Arrimadas y Albert Rivera, en una imagen de archivo.

Carmen Moraga

13 de noviembre de 2020 22:29 h

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Albert Rivera ha conseguido destapar la caja de los truenos en Ciudadanos al lanzar una dura ofensiva contra el giro estratégico decidido por su sucesora, Inés Arrimadas, justo cuando se cumple un año de su forzada dimisión tras dejar al partido en la ruina política, con solo los diez escaños que obtuvo en las generales del 10N, 47 menos de los 57 que había logrado en los comicios del 28 de abril de 2019.

Aunque entonces se comprometió a “no tutelar” los pasos de su sucesora –“no me gustan las tutelas ni ser un jarrón chino”, sentenció–, Rivera ha terminado por explotar y ha cargado con dureza contra los pactos que está cerrando Arrimadas con el Gobierno de Pedro Sánchez, especialmente por su decisión de negociar los Presupuestos Generales del Estado (PGE) que EH Bildu ha adelantado que está dispuesta a apoyar.

“Saben que yo no aguanto ni un minuto apoyando cosas en las que no creo. Uno puede ser flexible, laxo, tener cintura, pero tiene que tener dignidad. Y cuando la dignidad en la vida la pierdes, eso no se recupera. Sinceramente, veo todo lo que pasa y digo: ¡ay por Dios, menos mal que dimití!”, lamentó este jueves en un acto de presentación de su libro celebrado en Zaragoza. “Esto es peor de lo que advertimos”, agregó, para recordar que él dijo que Pedro Sánchez “iba a pactar con toda la banda”. Ahora, insistió, “están todos”, hasta “el trombón, también ERC y, en el Gobierno, Podemos”. “Si tengo que aguantar todo esto, tengo que ir escoltado, pero frente a mis votantes”, remató Rivera.

Posteriormente, el expolítico matizó sus palabras y escribió en un tuit que con sus palabras no se refería a la cúpula de Ciudadanos, un mensaje al que Arrimadas se agarró para minimizar el efecto racimo de sus palabras. Pero el daño ya estaba hecho.

Nuevas fisuras internas

Sus declaraciones cayeron como una bomba en el partido que se autodenomina “liberal”, inmerso en estos momentos en los prolegómenos de la negociación de las enmiendas parciales de las cuentas del Estado después de rechazar todas las de totalidad presentadas, entre ellas las del PP y Vox. Esta arriesgada decisión de Arrimadas, a la que se une su apoyo al último estado de alarma por seis meses, le ha generado las primeras fisuras importantes dentro del partido.

Ciudadanos ha empezado a sufrir una sangría de bajas en sus filas y la espantada de algunos dirigentes de la anterior etapa liderada por Rivera. El desfile empezó por la exportavoz del partido en el Ayuntamiento de Barcelona, Carina Mejías, y el portazo del exportavoz parlamentario Juan Carlos Girauta, que dejó su carné de malas formas. A Girauta le siguió el empresario y diputado por Madrid, Marcos de Quinto, que dejó igualmente la militancia y el escaño –aunque de forma mucho más discreta– al no estar de acuerdo con el apoyo al Gobierno a una de las prórrogas al estado de alarma.

Hace poco también hizo lo propio el exdirigente balear Xavier Pericay, un histórico fundador de Ciudadanos. El empresario, al igual que Girauta y ahora Rivera, se está mostrando muy duro con sus antiguos compañeros de partido por el posible apoyo a las cuentas públicas y no ha parado de atacar a unos y otros, recriminando su estrategia a la propia Arrimadas.

El pasado día 5, los diez diputados de Ciudadanos apoyaron de nuevo al Gobierno en el decreto de alarma que se alargará por seis meses y que fue aprobado por el Pleno del Congreso con el voto en contra de Vox y la abstención del PP. Ciudadanos había puesto encima de la mesa sus condiciones para votar a favor: que “durara solo tres meses” y no seis; que “Sánchez compareciera mensualmente a rendir cuentas” y que el ministro Illa lo hiciese cada 15 días. Pese a no cumplirse sus exigencias, Arrimadas decidió respaldar al Gobierno. Ese voto, impuesto sin debate interno, no gustó a todos en el grupo.

De hecho, la diputada por Alicante, Marta Martín, lanzó poco después de finalizar el Pleno un tuit en el que decía: “Día muy duro. He tenido que apoyar con mi voto algo que no comparto. Creo que el Estado de Derecho y el control parlamentario son irrenunciables aun en circunstancias dantescas. He respetado la disciplina de voto. Confío en que acertemos y en que no me vuelva a pasar”.

Después, ese mensaje desapareció por 'recomendación' del portavoz adjunto, Edmundo Bal, que negó que la decisión de votar a favor del decreto se hubiera tomado de forma unilateral, sin consultar con sus compañeros. “Hablé con cada uno de los diputados del grupo y al final se adoptó esa decisión. Somos un grupo parlamentario que habla, que está muy unido, lo hemos demostrado y lo volveremos a demostrar ahora en la negociación acelerada de los presupuestos”, zanjó.

Desaparecen las reuniones semanales

Las quejas por la ausencia de debate interno en Ciudadanos no son nuevas. De hecho, con la excusa de la pandemia, han desaparecido las reuniones semanales del grupo parlamentario que antes sí se hacían con Albert Rivera. Y la mayoría de las decisiones de calado las toma el Comité Permanente, el núcleo duro de Arrimadas –en el que no hay ningún dirigente autonómico–, sin esperar a las reuniones de la Ejecutiva ampliada, como ocurrió con el cambio de candidato en Catalunya.

Arrimadas ha intentado bandear estas primeras fisuras negándolas e insistiendo en que Ciudadanos hace “política útil” pensando solo en los españoles que prefieren que los Presupuestos lleven el “sello naranja” antes que el de “EH Bildu y ERC”, pasando por alto los desaires que está sufriendo, lanzados principalmente desde Unidas Podemos. La mayores andanadas las ha recibido del portavoz del grupo confederal, Pablo Echenique, que ha llegado a preguntar a la líder de Ciudadanos si se “van a comer con patatas” unos presupuestos de “izquierdas” diseñados por su partido.

Pese a todo, Arrimadas ha insistido en que sigue dispuesta a dialogar y no va a tirar la toalla “hasta el último minuto” a la espera de que Sánchez “elija” entre sus medidas “moderadas” o “las radicales de los separatistas”, consciente de que es la única manera que tiene de visualizar a sus diez diputados. El foco ahora se centra en saber si la batalla de estos Presupuestos la gana Ciudadanos o Bildu y ERC.

En el partido, no obstante, saben que lo tiene muy difícil dado que tanto los socios de Sánchez como el sector duro del Gobierno rechazan que los condicione su partido, pero a la nueva cúpula le basta con armar el relato de que ellos han tenido “la mano tendida hasta el final” para que Sánchez no tenga luego la excusa de decir que se negaron a negociar, como hizo Albert Rivera por dos veces cuando el líder del PSOE aún estaba como presidente en funciones. La nueva dirección de Ciudadanos ha reconocido que esos plantones fueron un error. “Yo creo que muchos ciudadanos están entendiendo que hacía falta en España un partido que se pusiera a dialogar, que se pudiera sentar a negociar y que tuviera principios firmes”, señaló la líder de Ciudadanos este viernes durante la entrevista en la Cadena Ser, la misma en la que que restó importancia a las andanadas de Rivera.

Una oportunidad para el PP

Con el fin de calmar las aguas internas y también de no defraudar a sus potenciales votantes, Arrimadas ha decidido elevar el listón de sus apoyos exigiendo a Sánchez que rectifique y retire la enmienda de la nueva ley de Educación, conocida como Ley Celaá por el apellido de la ministra del ramo –y pactada, en su opinión, “solo para contentar a ERC”–, que suprime el castellano como lengua vehicular en las escuelas. Pero el Gobierno le ha dado largas.

Ante estas circunstancias, y tras la ruptura de Pablo Casado con Santiago Abascal durante el debate de la moción de censura de Vox, en el PP han visto la oportunidad de atraer a sus filas a esos sectores descontentos del partido de Arrimadas. Y ahí es donde Rivera, y su fiel escudero José Manuel Villegas, han empezado a jugar un importante papel. A principios de este mes de noviembre se conocía que el exnúmero dos de Ciudadanos va a colaborar con la Fundación Propósito, un laboratorio de ideas cercano al PP –en el que están varios exministros de José María Aznar, como Juan Costa, Josep Piqué y Abel Matutes–, centrado en el área de desarrollo sostenible, que pondrá el foco en la protección del medio ambiente, el crecimiento económico y el fomento de la igualdad desde un enfoque liberal y de centroderecha.

A ello se ha añadido la decisión de Casado de encargar al bufete de ambos exdirigentes de Ciudadanos la presentación del recurso ante el Tribunal Constitucional contra la ley de alquiler aprobada por el Parlament de Catalunya, que establece limitaciones a las rentas de los contratos de alquiler.

A esto hay que añadir su último anuncio sobre la celebración de un seminario on line para el próximo día 28 de este mes de “Líderes en el cambio”, al que ha invitado a participar a un elenco de personas que han destacado en distintas áreas. Y entre ese grupo de elegidos figura otro exministro del PP, Alberto Ruíz Gallardón.

Estos movimientos y sus recientes declaraciones contra Arrimadas son interpretados por algunos cargos del partido como un intento de Rivera de dinamitar Ciudadanos, marcando el camino a los discrepantes para que engrosen las filas del PP. Así lo denunciaba en Twitter el economista y tertuliano, Juan Carlos Bermejo, que fue rival en las primarias tanto de Rivera como del madrileño Ignacio Aguado. Bermejo afeaba a “los críticos” que “no den la cara”.

En esta repentina batalla que se ha desatado en Ciudadanos y que tiene visos de continuar, también ha terciado el exportavoz económico de Ciudadanos, Toni Roldán, que dimitió como secretario de Programas de la Ejecutiva de Albert Rivera tras el viraje del partido a la derecha y los vetos al PSOE. Roldán reprochó este viernes al exlíder de su partido sus críticas a Arrimadas con el siguiente mensaje en su perfil de Twitter: “Lo digno hubiera sido poner de tu parte para evitar este escenario cuando se podía”.

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