Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Cuatro horas de bulos en Blablacar: de la 'paguita' para inmigrantes al 2% de ayudas a mujeres maltratadas

Llegando a Gandía

Analía Plaza

Una mañana lluviosa de sábado, cuatro personas desconocidas se suben a un coche en Madrid. Meten su equipaje en el maletero, se reparten los sitios y se acomodan para hacer los más de cuatrocientos kilómetros que quedan hasta el destino. Uno votará a Vox; otra, de ideas de izquierdas y vida acomodada (tiene tierras, casa pagada y cuatro coches) a ningún partido. Suena decepcionada. El tercero pasa de la política porque dedica su tiempo libre a hacerse fotos con famosos y a ir de público a Sálvame. La cuarta soy yo.

El fin de semana pasado viajé hasta Gandía en Blablacar. Dicen los datos —difundidos por la empresa en base a una encuesta hecha a 7.400 de sus usuarios en varios países— que la mayoría de la gente que comparte coche habla de temas blandos: de trabajo, de recomendaciones sobre el sitio al que va, de música o de relaciones personales. La política y la economía son más bien residuales (solo uno de cada cuatro usuarios las menciona), pero aquel trayecto, a una semana de arrancar la campaña electoral, resultó ser una encendida sobremesa de cena de Navidad. Salieron las subvenciones de los partidos políticos, el Rolex de lujo de Cándido Méndez, la cantidad de dinero que reciben los inmigrantes cuando llegan a España, las denuncias falsas, las mujeres que maltratan a sus maridos —“¡pero eso no sale por la tele!”— y hasta el abultado sueldo de la infanta Leonor.

Quitando las opiniones personales —la mitad del coche estaba muy a favor, por ejemplo, de la cadena perpetua para asesinos, pederastas y violadores — prácticamente todos los datos que se dieron sobre esos temas eran falsos. Bulos, más o menos viejos, instalados en las mentes de quienes los propagaban. Muchas veces, bajo el incontestable argumento del “yo conozco a la persona a la que le pasó”.

¿Y qué dices a eso cuando ni siquiera sabes quién es tu interlocutor?

El coche, un utilitario Peugeot, salió a las 8 de la mañana de Atocha. Al volante iba un joven —poco más de treinta— preocupado por los altísimos precios del alquiler, que le impiden ahorrar para la entrada y meterse en una hipoteca que salga más barata cada mes. Trabaja en un almacén y valora empezar en Glovo para ganar un extra. No es el votante tipo que da el CIS —hombre, casado, con ingresos de más de 1.800 euros mensuales y ex votante del PP— pero, tras sentirse engañado por Podemos, este año votará al partido de extrema derecha Vox. “Me gustan mucho sus ideas”, dice, antes de quejarse de que Ciudadanos “cambia de bando y no se sabe por dónde va”. Como copiloto, una señora valenciana de casi sesenta años que ya ha pagado su casa y sus coches e insiste en que los jóvenes deberíamos dejar de viajar para comprar la nuestra. “Y así por lo menos tendréis algo cuando seáis mayores”, espeta. “Yo no salía y ahora tengo mi casa”

El asunto de la vivienda provoca un choque generacional dentro del pequeño utilitario. Los dos jóvenes, que estamos en las mismas, insistimos en que las cosas han cambiado, que no tenemos capacidad de ahorro ni estabilidad laboral. En esta discusión no hay un 'otros'. Apenas se mencionan las viviendas que compran los fondos buitres, las que dejan vacías los bancos o las poquísimas que construyen las administraciones en régimen de alquiler social. Ahora, sencillamente, es diferente. “Y yo estoy oyendo que vendrá otra crisis y será mucho peor”, alerta el conductor.

Los inmigrantes, sin embargo, sí son un problema. Y serio. El conductor conoce a una venezolana que cobra 500 euros todos los meses del Estado español. Si empezara a trabajar, dejaría de cobrarlos. Esta es una variación del bulo que dice que PSOE y Podemos firmaron un acuerdo para dar “a todos lo inmigrantes” que llegaran en 2018 “los papeles y 600 euros al mes”. Ambos han escuchado también el audio de aquella oficina de La Caixa en la que el oficinista le cuenta a un señor que el magrebí que tiene delante cobra 1.400 euros al mes por no hacer nada. “¡1.400 euros! Y le dice: así para qué voy a trabajar, si cobro más estando parado”, repiten indignados. En el bulo original eran 1.800 euros y la ayuda se refería al PIRMI catalán, cuya prestación básica eran 423,70 euros y 55,29 por hijo mensuales, muy lejos de los 1.400 mencionados y que tampoco reciben todos los inmigrantes.

Ambos están convencidos de que los inmigrantes acceden más fácilmente a las ayudas que los españoles, una idea repetida por políticos del PP y Voxy desmentida por Maldita Migración y por grupos de funcionarios hartos de escucharla. En España existen ayudas por rentas bajas, pero según confirmó el Ministerio de Sanidad a Maldita “no hay ningún tipo de ayuda pública en función de la nacionalidad, la procedencia o la etnia. Las ayudas no se dan por eso, sino por los baremos de necesidad social”. En muchos casos, la mayoría de beneficiados son españoles, no extranjeros.

“En mi pueblo hay una señora que lleva esos trajes que no pueden comprar las españolas... Y le dan los libros para sus hijos gratis. A los españoles les cuestan 100 euros”, asegura la valenciana. Aunque se le diga que eso es dudoso, que ante las ayudas somos todos iguales pero que quizá algunas caigan en inmigrantes porque tienen menos renta, gira la cabeza y comenta airada, acusatoria: “Tú... tú no has vivido en un pueblo”.

Después cuenta que en el suyo “un moro mató a sus hijos y a su mujer” y sigue en la calle, a lo que el joven conductor responde que “bueno, si tanto hizo, en la calle no estará”.

Justo antes de parar a tomar café, el otro joven despierta. Tiene 35 años y nos alegra la conversación. Hace años que trabaja de noche y compró una casa al sur de Madrid. Su hipoteca no llega a los 300 euros. Entiende que no todo el mundo pueda comprar, pero también dice que tan pobres no seremos si viajamos, cogemos el coche y podemos comer. Últimamente, cuenta, su hobby es ir a fotografiarse con famosos —por ejemplo: si Ylenia dice en sus stories de Instagram que va en tren de camino a Madrid, él se planta en Atocha para sacarse un selfie con ella— y acudir de público a programas de Telecinco. Cada programa son diez euros, así que algún mes ha llegado a juntar 200 a base de ir todos los días. “Llamo a la señora que lo lleva y me voy para allá”. Su perfil de usuario de Instagram demuestra que no miente.

“Os escucho como si estuvieran piando los pájaros”, ríe. “No entiendo nada de política”.

El coche entra en Valencia y la charla vuelve al gasto público. “El Senado. ¿Para qué vale?”, dice el conductor. “Yo lo quitaría. Y los Reyes, ¿para qué valen? La infanta cobra 100.000 euros al año. Fuera todo lo que sobre”. Los Reyes podrán no valer para nada, pero la infanta no cobra 102.000 euros anuales como dice este bulo nacido en 2014 que revive de vez en cuando. Hasta que no sea mayor de edad, no tendrá sueldo. “Si quitaran todo lo que sobra, España sería rica”, dice la valenciana. “Pero no rica, riquísima”

Del tema del gasto que supone la Casa Real pasamos a las subvenciones a partidos, sindicatos y, rápidamente, a los recursos para luchar contra la violencia machista. Los sindicalistas “se lo gastan todo en drogas, putas y mariscadas” y “no puede ser que el presidente de Comisiones Obreras lleve un Rolex de 6.000 euros”, dice el conductor. La historia del Rolex data de 2012 y el propio Méndez la desmintió. Pero a estas alturas, ya qué más da.

“Es como la violencia de género”, continúa. “Se gastan no sé cuántos millones y a las mujeres maltratadas les llega un 2%. Se gasta todo en reuniones, en subvenciones a asociaciones... Se pierde todo ahí. Y siguen muriendo”. La idea está sacada del argumentario de Vox, de una afirmación que hizo Rocío Monasterio sobre los presupuestos de la Junta de Andalucía en esta partida. De los 42,9 millones de euros presupuestados, 1,2 son ayudas directas, lo que no significa que el resto “se pierda”, sino que se dedica a servicios de acogida, atención y al personal que atiende a las maltratadas.

La violencia machista es el único tema que hace opinar al madrileño con casa y que pone de acuerdo a las dos mujeres —tan enfrentadas sobre vivienda— del coche. La trifulca empieza con el endurecimiento de las penas (“si tan a favor están de las mujeres, ¿por qué no hacen que el tío que viole o mate a una mujer no salga de la cárcel?”), continúa con las denuncias falsas (“si son el 0,01% es porque se archivan: ¿tú no crees que muchas son para quitar custodias a los padres?”), con todas esas mujeres que matan a sus parejas y que no salen en la tele (en 2016, 10 sentencias condenatorias por homicidio de un hombre en el ámbito de la pareja, de las cuales tres las cometió otro hombre) y en un perturbador giro de los acontecimientos vira a 'la manada'.

—¿Tú crees que una mujer va a querer acostarse con cinco? —dice la señora.

—Sí, sí, sí —responde el conductor.

—Hay mucha tía loca por ahí. En ese tipo de fiestas hay mucha droga —añade el chico de atrás.

—Yo no me lo creo. Yo creo que hay tías a las que sí han violado en manada, pero a esa no me la creo... ¿Por qué cambia tantas veces de versión? Ha cambiado tres o cuatro veces. —responde el conductor.

—¿Por qué iba alguien a inventarse esta historia y meterse en este lío si es mentira? —pregunto.

—Se ha arrepentido —resuelve—. Le robaron el teléfono y se ha arrepentido. Si no, ellos no estarían en la calle.

El tono se eleva en el coche, pero afortunadamente estamos a punto de llegar. El chico de los famosos y Sálvame, el único que ha sido capaz de rebajar de cuando en cuando la tensión con sus historias, grita: “¡Por fin estamos en la playa! Venga, que hemos venido a relajarnos”. El conductor, que habrá ganado unos veinte euros llevándonos, se ríe y dice que es la primera vez que tiene un viaje así. Según entramos en Gandía, la señora —la que mejor conoce la zona— se gira y descubre que en la calle principal hay un tenderete de Vox. La campaña aún no ha empezado, pero España y sus Blablacares están crispados.

Etiquetas
stats