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CRÓNICA

Casado oscila entre los tests de fantasía y el maravilloso mundo de Díaz Ayuso

Pablo Casado, en una visita a un laboratorio que produce tests de coronavirus el 8 de mayo.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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Si han escuchado a algún político decir que todo esto de la crisis del coronavirus no es tan complicado como parece y que se puede solucionar con test masivos, les conviene escuchar al responsable de una de las empresas que más tests produce y vende en todo el mundo. 

Carlo Rosa, consejero delegado de la empresa italiana DiaSorin, ha contado al Financial Times que esa idea no es realista en estos momentos, porque la demanda supera con mucho a la oferta de esos productos. Además, el porcentaje de personas que ha contraído la enfermedad es muy bajo como para pensar que se haya podido alcanzar la inmunidad de grupo con la que levantar de forma segura las medidas de restricción de la movilidad de los ciudadanos. La presunción de la inmunidad masiva es “una fantasía” en estos momentos, dice. 

Alfredo Corell, de la Sociedad Española de Inmunología, lo certificó hace unos días: “La gente tiene que entender que ante una enfermedad que no se conocía hace tres meses no puede haber una producción mundial (de tests) para abastecer a todo el mercado. Lo que es imposible es imposible”.

Hombres de poca fe. Pablo Casado lo tiene mucho más claro. Está tan convencido de que es hora de poner fin al confinamiento, sin todas esas precauciones de las fases con la que el Gobierno está retrasando la gran escapada, que su receta tiene que ser inevitablemente simple. “Test masivos y mapa de seroprevalencia” (esperemos que no sea el mismo que la Xunta de Galicia está cerca de cancelar en su segunda fase porque los resultados no valen de mucho). ¿Qué hacer con las personas que deben salir a la calle para coger el transporte público y acudir a sus centros de trabajo? “El estudio que tenemos –sí, parece que el PP cuenta con su propio modelo epidemiológico– es que el Covid podría ser prevenido con el uso de mascarillas”. Juego, set y partido. Solucionada la emergencia del coronavirus, ya se puede reanudar la Liga de fútbol y bajar los impuestos. 

Después de tres semanas sin dar una rueda de prensa, Casado convocó una el martes con ganas de responder a muchas preguntas. Estuvo casi dos horas haciéndolo. Es cierto que sobre algunas prefirió no hablar mucho. En especial, las que tenían que ver con Isabel Díaz Ayuso, que genera más titulares de los que el PP puede digerir.

La rueda de prensa pretendía solventar las dudas creadas en su propio partido por su actuación de la pasada semana al oponerse a la prórroga del estado de alarma y hacer posible que Ciudadanos se alejara del bloque de la derecha a cambio de algunas concesiones con su voto afirmativo. Casado fracasó en su intento de convencer a todos de que el estado de alarma, presentado como una agresión intolerable a los derechos individuales, podía sustituirse con la aplicación de leyes ordinarias, como si estas pudieran servir para limitar derechos constitucionales fundamentales. El martes, insistió en la misma idea, porque en la política española nunca se reconoce un error por mucho que genere dudas entre tus seguidores. Como la prensa de derechas de la capital está con él en este punto y España empieza y acaba con Madrid, para él ya es suficiente.

Mascarillas y todos a la calle

Frente a las dudas sobre el acierto de su liderazgo, Casado optó por seguir corriendo hacia delante. “No entendemos que en España no sea obligatorio el uso de mascarilla”, dijo. Los científicos están a favor de llevarlas, pero temen que den una falsa sensación de seguridad. No deben sustituir a la necesidad de mantener una distancia de seguridad de dos metros. En Reino Unido, donde el Gobierno es muy de derechas y también es consciente de que debe haber límites en el poder del Estado, solo se recomiendan. En Francia, son obligatorias desde hace unos días en el transporte público y los colegios. 

Casado dio a entender que los tests masivos se están haciendo en casi todo el mundo. Es falso. Qué más quisieran los gobiernos que tener acceso a tantos. Ya se sabe además que muchos de los tests de anticuerpos –más sencillos de realizar y con resultados más rápidos– no ofrecen la fiabilidad necesaria. En la Casa Blanca, se utiliza uno homologado para que lo pase cada día parte de su personal. Se sabe que da un porcentaje preocupante de falsos negativos, como le ha ocurrido a la portavoz del vicepresidente, Mike Pence. 

Como ha explicado Fernando Simón, dar negativo en un test, incluso si el resultado es correcto, no impide a nadie contagiarse al día siguiente. Eso no quiere decir que hacer el mayor número posible de tests sea un error, pero no son garantía de que alguien no contraerá la enfermedad en los días posteriores. 

Hay dirigentes del PP preocupados de que Casado intente siempre estar a la altura de Vox en sus críticas al Gobierno. No va a cambiar en eso. Parece dispuesto a cubrir todas las apuestas que lleguen desde la extrema derecha. Por eso, se mostró a favor de reducir el número de ministros y altos cargos y “cancelar la subida de sueldo a los cargos electos”, medidas que ahorrarían una cantidad de dinero miserable comparada con el enorme déficit que espera a las cuentas del Estado. 

“Lo que estamos diciendo es que se puede evitar el rescate”, dijo el líder del PP, planteando un asunto que a día de hoy no está sobre la mesa. Nadie en la Comisión Europea quiere volver a los tiempos de Grecia y se ha insistido en que recurrir a los fondos del MEDE no tendrá la condicionalidad política del pasado.

Le preguntaron entonces por el rescate bancario que tuvo España en los años de Rajoy y Casado optó por negar la mayor. No hubo tal rescate, fue “una línea de crédito a los bancos que luego se devolvió”. Es increíble cómo ciertos mitos persisten, sobre todo si son falsos. Añadió también que eso no fue como con “los hombres de negro que controlan tu presupuesto”. Será que los hombres de negro que sí estuvieron en España esos años venían sólo de vacaciones y ya de paso visitaban el Ministerio de Economía para saludar.

La agitada vida inmobiliaria de Díaz Ayuso

Casado estuvo menos locuaz cuando le preguntaron por el Gobierno de Madrid, la joya de su corona que en la última semana se pareció más a una pieza de bisutería tras la dimisión de la directora de Salud Pública, la persona que más sabía sobre la respuesta ante una pandemia entre los altos cargos autonómicos. Sobre la estancia gratuita de Díaz Ayuso en un apartamento de lujo, dijo que “desconozco la información, así que no puedo pronunciarme”. Tuvo que admitir que sigue en vigor el código ético del PP que prohíbe esos regalos. Lástima que cuando lo escribieron nadie pensó en la actual presidenta de Madrid.

Por la tarde, alguien se ocupó de tirar de teléfono para solventar la última hazaña de Ayuso. Después de decir que los dos meses de uso no iban a costar nada a la Comunidad, de repente el Gobierno madrileño descubrió que Díaz Ayuso pagaría la estancia de su bolsillo. Será que se les había olvidado contarlo antes porque la presidenta estaba muy ocupada salvando vidas con sus propias manos.

Casado fingió que no sabía nada de ese apartamento. En lo que sí hay que darle el beneficio de la duda es a cuenta de la noticia del segundo apartamento a disposición de la presidenta (nunca faltan las sorpresas con ella). O del contrato de medio millón para la empresa del hotel que resulta que no era de medio millón ni para esa empresa por esa clase de errores tontos que siempre ocurren en la plataforma de contratos de una Administración. Cualquier día venden la Puerta del Sol a un turista japonés sin darse cuenta.

El fichaje de Díaz Ayuso ha resultado ser tan arriesgado como temían muchos en el PP. Ya es menos probable que se le oiga comentar a Casado lo que dijo ante ella el 2 de mayo: “Creo que Isabel Díaz Ayuso es una gran presidenta y para mí es la alternativa y el ejemplo de lo que nosotros queríamos hacer a nivel nacional”. Lo mismo están pensando ya en unos pequeños cambios.

O quizá copien todo, menos lo de vivir de gorra en un hotel, ocultar las condiciones y pagar luego a toda prisa antes de salir corriendo. 

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