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Editorial

Por el diálogo para Catalunya

Diálogo por Catalunya

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Nuestros lectores lo recordarán. El 5 de octubre de 2017, en pleno enfrentamiento entre el Gobierno de Mariano Rajoy y la Generalitat de Carles Puigdemont, elDiario.es convocó a decenas de escritores, cineastas, músicos, periodistas, académicos... a una llamada colectiva al diálogo. Un manifiesto plural que hoy, en otro momento histórico, conviene recordar.

“Escuchar al otro sin condiciones”, proponía la filósofa Victoria Camps, en plena crisis del octubre catalán. “Amor, respeto y diálogo”, planteaba la cantante Rosalía.  “Toca bajar el sectarismo y subir la política”, pedía el actor Juan Diego Botto. “¿Por qué contentarse con una victoria cuando podríamos tener un acuerdo?”, se preguntaba el filósofo Daniel Innerarity. 

Han pasado casi cuatro años desde aquel manifiesto, que sin duda fracasó. Basta con repasar lo que decíamos entonces, lo que pedíamos entonces, y recordar lo que realmente pasó. Llegó el choque de trenes, la declaración unilateral de independencia, el 155 y las durísimas condenas a prisión. 

Quienes encabezamos ese intento por el diálogo nos quedamos solos, muy solos. Unos lograron su victoria, una demostración de la fuerza del Estado, una salida autoritaria. Otros, su victimización, tras un irresponsable ‘juego del gallina’ entre las distintas fuerzas del independentismo catalán –hasta que el coche, por el abismo, se despeñó–. 

Aquella crisis nefasta, aquel triste episodio nacional, engordó a la extrema derecha, que es hoy la tercera fuerza en el Congreso de los Diputados. Y expulsó de un proyecto de España ilusionante a una buena parte de la sociedad catalana, a la que se dio la espalda, a la que nunca se escuchó. 

Nadie sensato –ni quienes defienden una España unida ni quienes legítimamente anhelan una Catalunya independiente–, tiene nada que celebrar de lo ocurrido en ese otoño catalán. Para los primeros, dejó una España más rota, con unas cicatrices que tal vez nunca se logren restañar. Para los líderes independentistas, la salida del país o la prisión. 

Nuestra llamada al diálogo en 2017 fracasó. Estrepitosamente. No hay ninguna duda. Pero no creo que nos equivocáramos: lo volveríamos a hacer. 

En elDiario.es apostamos por el diálogo cuando casi nadie lo hacía, ni en Barcelona ni mucho menos en Madrid. Siempre lo hemos hecho, de forma clara, desde nuestra fundación. Por amor a España y sus pueblos. Por patriotismo, que no consiste en lucir una bandera para dar garrotazos con ella a los demás. Porque creemos que el verdadero patriotismo pasa por defender la convivencia pacífica entre españoles, por un proyecto colectivo en común, por un modelo político que respete la evidente plurinacionalidad del Estado y su diversidad. Por un país capaz de ilusionar.

Es un diálogo, para Catalunya y para España, que aún está pendiente. Y que elDiario.es, de nuevo, va a apoyar. Aunque otra vez fracase. Aunque sea impopular. 

El paso que hoy da el Gobierno de coalición al aprobar los indultos es valiente. Es necesario. Es justo. Es histórico. Pero no es suficiente. 

La salida de prisión de los nueve condenados del procés es un primer movimiento en la buena dirección. Era imposible avanzar hacia una salida política con los líderes de los principales partidos catalanes entre rejas. Pero su simple excarcelación no basta para solucionar este conflicto; ni siquiera para que la política catalana y española empiece a avanzar. También será necesario, aunque sea impopular recordarlo, buscar una salida para Carles Puigdemont y el resto de los líderes independentistas reclamados por la Justicia.

La negociación será compleja. Los puntos de partida están muy alejados y hay muchos –en ambos lados– que intentarán hacerla naufragar. Se equivocarán quienes apuesten por posiciones maximalistas; quienes no intenten ponerse en el lugar del otro, quienes no estén dispuestos a moverse, a ceder, a reconocer errores previos, a rectificar. 

No será rápido. Hay muchas heridas que sanar. Es probable que no baste con lo que queda de legislatura. Y sería deseable, de una forma o de otra, que lo acordado sea refrendado después en las urnas. Porque lo que se rompió ese 1 de octubre solo se puede arreglar con el voto de una mayoría de los catalanes a un nuevo pacto con España, que tendrá que estar dentro de la Constitución. Votar el acuerdo, antes de votar la ruptura. Asumiendo que no habrá una España unida y democrática en el futuro si una amplia mayoría de los catalanes, de forma constante en el tiempo, se quisiera marchar. 

Sería otro error imperdonable bloquear esta negociación. Sería deseable que esa derecha que tanto dice amar a España pusiera de su parte en la búsqueda de una solución. O que al menos participaran de los acuerdos parciales que se tendrán que cerrar. Ojalá haya sentido de Estado en la oposición, por una vez.

Hay deberes pendientes que no afectan solo a Catalunya, y que necesitarán del concurso del PP. Como el modelo de financiación autonómica, cuya reforma lleva más de seis años de retraso y perjudica a gobiernos de todo signo político (y a sus ciudadanos). O la apuesta por una red de infraestructuras menos centralista, que no pase obligatoriamente por Madrid y tenga en cuenta otras prioridades, como el imprescindible corredor mediterráneo, tan necesario para la economía española en su conjunto.

Desde los medios de comunicación habrá muchos que apuesten por el incendio. Por lanzar gasolina al fuego. Por dinamitar este diálogo y fomentar la división. No esperen eso de nosotros. No será ese nuestro lugar. En elDiario.es, nos comprometemos con cumplir nuestro trabajo: por encima de cualquier otro valor editorial está el respeto del periodismo por la verdad. Pero nunca hemos ocultado nuestros principios. Tampoco ahora. 

Creemos en la democracia, y no hay democracia posible sin diálogo. Creemos en la convivencia, y no hay convivencia posible sin ponerse en el lugar de los demás. Creemos en la concordia, en el perdón, en la reinserción y en el derecho a rectificar. Creemos en superar el pasado, que no es lo mismo que olvidarlo. Creemos que un futuro mejor para España es posible y que si fracasa el diálogo que hoy arranca, perderemos todos. 

Por todo eso. Por nuestros socios y socias. Por todos nuestros lectores. Porque nos jugamos mucho. Vamos a defender el diálogo democrático para Catalunya y para España hasta el final.

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