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Félix Maradiaga, el hombre que le echó un pulso “intelectual” a Daniel Ortega

Félix Maradiaga, el hombre que le echó un pulso "intelectual" a Daniel Ortega

EFE

Boulder (EE.UU.) —

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El académico nicaragüense Félix Maradiaga enseñó durante once años el “lenguaje de la no violencia” a 2.000 jóvenes, formó un grupo de voluntarios durante las protestas contra el presidente Daniel Ortega y, desde Estados Unidos, ahora se enfrenta a una orden de captura.

“He sufrido una persecución permanente, creo que al Gobierno de Ortega siempre le ha resultado peligroso el campo de las ideas”, dice a Efe Maradiaga, que está en Boulder (Colorado) para intervenir hoy en una audiencia sobre Nicaragua de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Un juez de Managua ordenó el mes pasado la captura de Maradiaga por haber apoyado a “grupos delictivos nacionales e internacionales” mediante la gestión de recursos financieros a través del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP), centro de pensamiento que dirige desde enero de 2017.

Maradiaga cree que el Ejecutivo le considera el “cabecilla intelectual” de un golpe de Estado porque, en 2007, creó el Instituto de Liderazgo de la Sociedad Civil, que hasta 2013 formó a 2.000 jóvenes en “una nueva cultura para hacer protestas ciudadanas basadas en la no violencia”.

“El Estado está exagerando mi rol, pero obviamente mi presencia durante once años en todas las universidades del país, constantemente dando charlas, se le ha convertido al Gobierno como una especie de presa fácil para poder inventarse esa fantasía del golpe (de Estado) suave”, afirma.

Cuando las protestas estallaron el 18 de abril por unas reformas de la seguridad social, Maradiaga salió a la calle como “un ciudadano autoconvocado más”.

Pero, la represión del Estado fue demasiado fuerte y el 20 de abril decidió estructurar un “grupo de voluntarios” para sacar de la catedral de Managua a unos estudiantes que habían sido asediados por la Policía, que disparaba sin parar bombas lacrimógenas dentro del templo, según las imágenes de entonces.

“Sentía que tras 48 horas de protesta frente a la violencia del Estado era esencial dar una respuesta que mitigara los niveles de violencia”, detalla.

Su activismo desencadenó un círculo de represión: el 26 de abril un grupo de simpatizantes de Ortega atacó su casa y, a principios de junio, la Policía le señaló como parte del grupo “El Viper”, al que responsabiliza de terrorismo, narcotráfico y asesinatos desde el inicio de la revuelta.

Cuando la Policía formuló esas acusaciones, Maradiaga estaba reunido en Washington con miembros de la CIDH.

Regresó a Nicaragua el 13 de junio y, hasta su salida el 15 de julio, vivió un “infierno” con varios intentos de asesinato, una violenta paliza y la angustia de dormir cada noche en un lugar distinto para evitar a supuestos grupos paramilitares, acusados de ejecuciones extrajudiciales por la CIDH.

Al final tuvo que salir del país, pero asegura que el Gobierno no logrará mantenerle fuera “a largo plazo”.

“Voy a regresar a Nicaragua, pero no creo en la inmolación, creo que el país ha tenido ya demasiadas muertes, tengo una profunda convicción en la no violencia. Eso implica no darle al Estado la oportunidad de violentar mi propia integridad, tengo la responsabilidad de mantener una voz de serenidad”, argumenta.

Y es que Maradiaga sintió la necesidad de mantenerse neutral desde joven, cuando vio el reclutamiento de niños durante la guerra que dejó miles de muertos en los años 80 del siglo pasado.

Para escapar de la polaridad, puso rumbo a EE.UU. con 12 años, vivió con una familia de acogida en Florida, aprendió un inglés perfecto y, concluida la guerra, regresó a Nicaragua para estudiar en un campus de la universidad estadounidense de Mobile (Alabama) en el país centroamericano.

Volvió a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Harvard, en Yale y, posteriormente, de nuevo en Nicaragua, dirigió un programa de desarme y reintegración de excombatientes de la guerra bajo el Gobierno de Enrique Bolaños (2002-2007), antecesor de Ortega.

“He tomado una decisión muy poco comprendida que es hacer de mi vida un ejemplo de la no radicalización”, reflexiona.

Su próximo destino es Costa Rica, donde quiere ayudar a los miles de migrantes y refugiados que han huido de la violencia en Nicaragua.

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