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María Jesús Montero acusa el desgaste de la crisis de la pandemia y la portavocía del Gobierno

La portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, durante la rueda de prensa del Consejo de Ministros del martes.

Esther Palomera / Irene Castro

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“El huracán Montero se desinfla”. El entrecomillado es de un destacado dirigente del PSOE y habla de la portavoz del Gobierno, tras el balance de daños colaterales en el Gabinete tras la gestión de la crisis del coronavirus. Si el titular de Sanidad, Salvador Illa, ha sido, contra todo pronóstico, el ministro que más ha crecido durante la pandemia, el caso de María Jesús Montero ha sido justo el contrario, después de que su figura haya ido de más a menos en tan sólo seis meses.

Llegó a la portavocía sin que a nadie le resulta extraño, ya que María Jesús Montero había actuado como tal de manera extraoficial en los pasillos del Congreso durante el primer mandato de Pedro Sánchez. Su buena relación con los periodistas y el desparpajo a la hora de despachar con los medios -alejada del corsé que tenía Isabel Celaá- y su perfil más político la llevaron a ser la voz del primer Ejecutivo de coalición en España. Sin embargo, la también ministra de Hacienda se ha desinflado durante la crisis desatada por la pandemia de la COVID-19, a tenor de los análisis que se escuchan dentro del Gobierno y del PSOE. 

Y es que Montero ha acusado el desgaste por haber sido la cara del Gobierno en los momentos más confusos de la gestión de la emergencia sanitaria, los que obligaron al Ejecutivo a dar marcha atrás en varias ocasiones. La más notoria fue cuando comenzaron las medidas de alivio del confinamiento para los niños. La portavoz defendió con vehemencia la decisión inicial del Consejo de Ministros de que las salidas de los menores se limitaran a acompañar a los adultos a actividades permitidas en el confinamiento, como ir al supermercado o la farmacia. El Ejecutivo tuvo que rectificar horas después ante las críticas de todos los sectores, incluidos los socios. “Este Gobierno escucha”, explicó el ministro de Sanidad, Salvador Illa.

“Está quemada”, reconocen fuentes socialistas sobre la portavoz, a pesar de que en líneas generales en el PSOE respiran con alivio porque consideran que el Gobierno ha salido vivo de la pandemia tras momentos duros y de mucha tensión. Aún así nadie oculta que hay nombres que salen reforzados y otros, con signos evidentes de agotamiento.

En el lado positivo de la balanza es generalizado dentro del partido que Illa, que llegó a un ministerio 'maría' vacío de competencias y sin experiencia con el objetivo de dedicarse al conflicto catalán, ha sido un ejemplo en la gestión de la crisis sin errores que se le puedan atribuir específicamente y con los nervios siempre controlados, a pesar de la exposición diaria durante más de tres meses . Por el contrario, el titular de Interior, Fernando Grande Marlaska y José Manuel Rodríguez Uribes, salen “tocados”. El primero por la la polémica al hilo de las destituciones en la cúpula de la guardia civil en plena pandemia y el segundo por haber provocado el malestar del mundo de la cultura por unas desafortunadas declaraciones que tuvo que corregir, después de que Moncloa se empeñara en sacar a la palestra a todos los ministros durante las primeras semanas de la pandemia para llenar la agenda mediática cada día. Uribes enfadó al sector, que promovió un apagón cultural durante 48 horas del confinamiento en protesta por su respuesta sobre las posibles ayudas: “Primero la vida y luego el cine”. También se le ha criticado por su inexperiencia por permitir la salida de una colección del museo Thyssen, cuya permanencia ya había sido negociada por su antecesor con la baronesa.

Montero se ha situado, además, en el centro de la diana de los alcaldes, incluidos los de su propio partido por las trabas a permitir que gasten el ahorro de los ayuntamientos. Los regidores socialistas están en pie de guerra, como le hicieron saber a Pedro Sánchez Abel Caballero -en su calidad de presidente de la FEMP- y Óscar Puente en la reunión de la dirección del PSOE del pasado lunes. Sánchez, que se molestó con esos comentarios, les emplazó a negociar con la ministra de Hacienda, pero las conversaciones hasta entonces estaban encalladas.

El alcalde de Valladolid puso voz al malestar de los regidores, también numerosos socialistas, tras una reunión con Montero. “Salimos exactamente igual que hemos entrado, incluso peor porque el tiempo sigue pasando y sigue sin haber soluciones”, explicó Puente, que confesó sentirse “ninguneado” por el Ministerio de Hacienda que está en manos de su compañera de partido.

Los choques en esa negociación se asemejan a los que ha tenido en las últimas semanas con miembros del gabinete, donde se ha alineado en las tesis de la ortodoxia económica de Nadia Calviño frente a posiciones más expansivas defendidas por ministros de Unidas Podemos y también socialistas. Los conflictos con Montero se han minimizado después públicamente ironizando con que Hacienda es siempre un ministerio antipático.

Aunque Montero fue, junto con Adriana Lastra, la que mejor sintonía tuvo con Unidas Podemos durante las negociaciones fallidas del pasado año -y también para los presupuestos que fracasaron-, la relación se ha tensado en esta nueva legislatura porque los socios de Gobierno creen que muchas veces habla como ministra de Hacienda y no como portavoz de la coalición.

Uno de esos conflictos se produjo cuando Pablo Iglesias defendió la creación de una renta mínima temporal hasta que se aprobara el ingreso mínimo vital. Montero lo rechazó rotundamente desde la rueda de prensa del Consejo de Ministros y situó su lanzamiento en “pocos meses”. Tras esas palabras, presidente y vicepresidente cerraron un acuerdo para impulsar la medida en el mes de mayo.

En el sector socialista del Gobierno creen, no obstante, que parte de esos problemas vienen de la presión que ejercen los de Iglesias a través de los globos sonda en los medios de comunicación. En cualquier caso, la que da la cara y tiene que asumir después las rectificaciones es Montero, que llegó al Gobierno, además, como un posible relevo para Susana Díaz en Andalucía.

Su aterrizaje en Madrid desde la consejería de Hacienda de la Junta tuvo dos lecturas: otra declaración de guerra de Sánchez a la entonces presidenta andaluza mientras que Díaz trató de venderlo como una muestra de sintonía con el vencedor de la batalla de las primarias. Sin embargo, el ciclo electoral, el Gobierno, la gestión de la pandemia... han apagado los tambores de guerra entre Ferraz y Díaz. “El tiempo corre en favor de Susana”, admite un buen conocedor de la clave interna del partido. Montero, que nunca ha tenido la aspiración de competir por el liderazgo en Andalucía salvo que así se lo encomendaran, tiene cada vez menos papeletas.

Sea cual sea el futuro de la titular de Hacienda, lo cierto es que la opinión más extendida entre sus correligionarios es que es “una buena ministra, una excelente mitinera, pero una pésima portavoz”. Dicho de otro modo: no ha cumplido con las expectativas que su nombramiento generó ni en el Gobierno ni en el PSOE.

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