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Pedro Sánchez logra una victoria clara y la derecha se hunde con la irrupción de Vox

Pedro Sánchez, este domingo en la sede de Ferraz.

José Precedo

Once años después, el PSOE vuelve a ganar las elecciones en España, con una victoria clara, 123 diputados, 36 más que en 2016, y a mucha distancia del Partido Popular que saca el peor resultado de la historia: 66 escaños, menos de la mitad de los que logró Mariano Rajoy hace tres años. Por debajo de los que registraba Alianza Popular en los años ochenta con Manuel Fraga como candidato.

Sánchez podrá revalidar la presidencia incluso sin el apoyo de los partidos independentistas si logra sumar los votos de Unidas Podemos y sus confluencias, del PNV, los regionalistas de Cantabria, Compromís y Coalición Canaria. Sus números dan también para sumar con Ciudadanos y Sánchez en su comparecencia triunfal no ha querido dar pistas sobre sus planes. Ha subrayado que él no pone “cordones sanitarios” después de que la militancia congregada ante la sede de Ferraz corease cánticos contra Ciudadanos: “Con Rivera, No”. “Os he escuchado, ha quedado bastante claro”, replicó Sánchez, exultante desde el atril.

En su mismo campo ideológico, Unidas Podemos y sus confluencias caen hasta los 42 escaños (lograron 67 en 2016) y pierden 1,5 millones de votos, pero evitan el descalabro que le auguraban algunas encuestas y ahora puede resultar clave para formar gobierno. Ha quedado cuarto en votos e Iglesias admitió anoche que le hubiera gustado “lograr un resultado mejor”, pero afirmó que el del 28A “sirve para conseguir los dos objetivos” que el partido se había propuesto: “frenar a la derecha y formar un Gobierno de coalición”. El líder de Unidas Podemos telefoneó una vez rematado el recuento a Pedro Sánchez para felicitarlo y plantearle ya esta idea.

Sus portavoces habían advertido durante la campaña que su objetivo es gestionar desde el Gobierno por primera vez desde que nació Podemos en 2014. En su último mensaje en el debate de Atresmedia, el martes, Iglesias reconoció los errores cometidos y pidió a los indecisos “una última oportunidad” que les permita entrar en el Gobierno. “Y si después de cuatro años no hemos conseguido cambiar las cosas, no nos voten nunca más”, se despidió el candidato de Unidas Podemos de los espectadores. Las negociaciones sobre la investidura van a llevar un tiempo, dijo Iglesias y una hora después el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, quien dio a entender que al Gobierno le gustaría seguir implementando la agenda social con Unidos Podemos.

El titular fundamental que deja este 28A es que las izquierdas suman 11 escaños más que las derechas tras una campaña de dos bloques, en la que ni el presidente del PP, Pablo Casado, ni el líder de lista de Ciudadanos, Albert Rivera, contemplaron más salida que juntar sus votos a los de Vox. Durante los dos últimos meses, desde que se convocaron los comicios, ese fue todo su mensaje: o suma de las derechas o gobierno de Sánchez con Unidos Podemos apoyado por nacionalistas e independentistas.

El PP, en su intento de aglutinar todo el voto anti-sánchez, descartó posibles acuerdos con el PNV, que en la pasada legislatura sí apoyó los presupuestos de Mariano Rajoy hasta que llegó la sentencia de Gürtel y se alineó con el bloque de la moción de censura. Y el suelo se ha abierto bajo los pies de su joven líder, Pablo Casado, que trató de emular a José María Aznar y se la ha puesto cara de Hernández Mancha. El candidato del PP fue de los últimos en comparecer y aunque admitió su “mal resultado” no dio ninguna pista de ir a renunciar, mientras en su partido hay dirigentes que hablan ya abiertamente del fracaso de sus primarias y la necesaria refundación del partido. Las fuentes consultadas anoche sostienen que Casado, pese a su resultado catastrófico, no piensa en dimitir a corto plazo.

De momento, uno de los referentes del partido ya ha dicho aquí estoy yo. El presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, compareció la misma noche electoral para recordar que en su comunidad Vox no tiene representación y Ciudadanos ha logrado solo un diputado (en unas elecciones que ganó el Partido Socialista también en Galicia).

En Ciudadanos, Rivera puede presumir de una derrota dulce. Su primer objetivo que era derrocar a Sánchez no se va a cumplir. Ni tampoco el sorpasso al PP. Pero con 1.012.334 votos más logra subir 25 escaños (hasta los 57) para amenazar la hegemonía del PP en la derecha española a las puertas de otra campaña electoral que decidirá los gobiernos de 12 autonomías y más de 8.000 ayuntamientos. Con ese contexto resulta difícil pensar que pueda investir a Pedro Sánchez como presidente, aunque los números salgan.

Rivera ya había cerrado todas las otras puertas tras el cordón sanitario al PSOE. El líder de Ciudadanos hizo firmar a toda la Ejecutiva del partido un documento donde se comprometía a no hacer presidente a Sánchez, una maniobra desesperada para tratar de frenar la sangría de votos hacia Vox. Es cierto que Rivera ya había comprometido lo mismo con Rajoy y acabó haciéndolo presidente, pero esta vez sus ataques a Sánchez y los socialistas han ido demasiado lejos, además de que su objetivo es sustituir al PP como primer partido de la derecha.

La irrupción de la extrema derecha que permitió al PP gobernar en Andalucía tras la sorpresa de las autonómicas de diciembre esta vez no ha sido suficiente para llegar al escaño 176, la frontera que otorga la mayoría absoluta en el Congreso. El partido de Abascal logra 24 escaños en el Congreso pero no ha logrado cuadrar el puzzle de las derechas. Y el principal damnificado es el PP, que se queda sin gobierno, en medio de una grave crisis, con porcentajes de voto nunca vistos en los últimos 30 años en el partido que aglutinaba a toda la derecha española. Ni Aznar desde que se presentó por primera vez a las generales en 1989, ni Fraga antes en Alianza Popular, habían caído tan abajo.

El nuevo PP de Pablo Casado ha perdido en tres años 3,6 millones de votos, de los casi ocho que cosechó en 2016, en las últimas elecciones de Mariano Rajoy. Ha roto el suelo de Alianza Popular en los 80, cuyo peor resultado fue de 5,2 millones de votos en 1986, que precipitó la dimisión de Manuel Fraga, la refundación de todo ese espacio político y la llegada de Aznar.

La reunificación que llevó a cabo hace tres décadas su presidente fundador para aglutinar a todo el centro derecha en torno a las siglas del PP ya es historia. Las derechas se han partido en tres y sufren por primera vez en las urnas la consecuencias de la división que antes solo penalizaba a la izquierda.

Es imposible saber qué hubiera pasado con otra estrategia, pero la decisión de Pablo Casado de arrimarse a Vox, partido al que llegó a ofrecer entrar en el Gobierno el último día de la campaña, ha dejado a Sánchez todo el centro, el espacio donde tradicionalmente se han ganado las elecciones en España.

Vox, el partido que más ruido había hecho en la calle y en sus redes sociales, llenando plazas y pabellones, mete una veintena de diputados en el Congreso con sus listas de toreros, militares y nostálgicos, pero de momento se olvida de tener ningún papel en el Gobierno. Sus mensajes xenófobos, machistas y contra las autonomías llegarán al Parlamento, donde Abascal tendrá altavoz y financiación para amplificarlos, pero de momento, poco más. El vicesecretario de Relaciones Internacionales del partido dijo en el último mitin en su escenario fetiche de la Plaza de Colón: “Me gusta el olor a pánico progre por las mañanas”.

El líder de Vox, Santiago Abascal, este domingo no fue tan lejos. Presumió de “mítines multitudinarios” ante sus incondicionales en la Plaza de Colón, donde había empezado todo en aquella foto con Casado y Rivera. Abascal arremetió contra el PP, al que volvió a llamar “derechita cobarde”. “Quiero lanzar una advertencia a quienes quieren culparnos de su incapacidad, que la única responsabilidad la tienen quienes tuvieron 186 escaños y no fueron capaces de oponerse a la izquierda. Quienes entregaron las televisiones y los medios de comunicación y la educación a la izquierda progre. [...] No ha sido posible expulsar al Frente Popular. Hoy España está peor que ayer, pero Vox entra con 24 diputados”, dijo en su comparecencia.

En realidad, el problema tras el 28A lo tiene el PP, sumido en una gravísima crisis cuando arranca otra campaña electoral clave para sus dirigentes autonómicos y municipales. Por primera vez más a su derecha hay un partido que muerde entre su electorado y en su mismo campo le acecha Ciudadanos, que ya lo borró del mapa en las últimas elecciones catalanas. Esta vez Rivera se ha quedado a 200.000 votos del sorpasso.

El escenario en la derecha queda muy abierto a menos de un mes para otras elecciones donde se deciden los gobiernos de 12 comunidades, las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, y 8.124 ayuntamientos.

Los resultados de este domingo evidencian que algunas de las plazas de siempre están amenazadas por el asedio de los dos partidos que juegan ahora en ese campo, entre ellas la Comunidad de Madrid, donde el PP perdió ayer contra Ciudadanos.

Catalunya también ha mandado un mensaje muy nítido de diálogo, con la votación de este domingo: ERC ha ganado las elecciones con 15 de los 48 escaños, seguido del PSC con 12. El independentismo ha hecho una nueva demostración de fuerza pero ahora el liderazgo lo tiene Esquerra.

Los votantes progresistas en Andalucía rectificaron lo de las últimas autonómicas y corrigieron la abstención que hizo perder a los socialistas el poder allí después de 36 años. La izquierda sumó allí 33 diputados frente a los 28 de las tres derechas y el PSOE de Sánchez cosecha medio millón de votos más que Susana Díaz el pasado diciembre.

La última mala noticia de la derecha es que pierde además el control del Senado que utilizó durante los últimos diez meses para hacer oposición al Gobierno de Sánchez y la única con capacidad para activar el 155, que han venido reclamando el PP, Ciudadanos y Vox durante la campaña.

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