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Sobre este blog

@Retiario estudió biología pero siempre quiso aprender y contar historias reales. En tiempos remotos fue paleontólogo, pero desde hace décadas es periodista y profesor de periodismo. Cree en la ciencia, la tecnología y el poder de la humanidad para cambiar las cosas para bien, si se aplica. Pasa la mayor parte de su tiempo en Internet y es un firme defensor de la pluma (y la red) frente a la espada.

Williamina Fleming, de sirvienta a astrónoma

Williamina Fleming

José Cervera

En 1879 las perspectivas vitales de la escocesa Mina Fleming en los EE UU no eran muy buenas: con 22 años, casada desde hacía dos y con un hijo recién nacido su marido la abandonó, por lo que tuvo que buscar un empleo (de cualquier clase) para dar de comer a su bebé. Nada hacía presagiar que acabaría teniendo una carrera propia en astronomía.

A pesar de haber trabajado como maestra en su Dundee natal y después en Boston, Fleming aceptó lo que encontró: un empleo como sirvienta y ama de llaves en la casa de Edward Pickering, director del Observatorio Universitario de Harvard. Pickering usaba para sus investigaciones astronómicas computadoras humanas: hombres (mal pagados) que realizaban los monótonos cálculos necesarios para sacar provecho a las observaciones telescópicas, y gustaba de señalar que las operaciones eran tan simples que podría hacerlas ‘hasta mi sirvienta escocesa’; quizá para demostrarlo acabó por contratar a Williamina Fleming como calculadora.

Pero tan eficaz llegó a ser en ese trabajo que en 1889 acabó encargada de las contrataciones, y se dedicó a formar un grupo de mujeres computadoras que llegaron a ser conocidas como las Computadoras de Harvard (“el harén de Pickering”, para las malas lenguas); una de ellas, Henrietta Swan Levitt, acabaría siendo una astrónoma por derecho propio.

De hecho, Mina Fleming pronto estaba firmando artículos astronómicos: por ejemplo descubrió y describió la Nebulosa Cabeza de Caballo, en la Constelación de Orión, y otras 57 nebulosas gaseosas; también 310 estrellas variables y 10 estrellas nova, y determinó el espectro de las estrellas del tipo Enana Blanca. Su trabajo estableció también las variables que permitieron estandarizar la magnitud de las estrellas en fotografías. Tan importantes fueron sus aportaciones que en 1899 el Observatorio de Harvard la nombró Conservadora de Fotografía Astronómica.

A pesar de ser la primera mujer en ocupar ese cargo tuvo que sufrir la discriminación propia de su época: sus jefes firmaron muchos de sus trabajos e incluso figuraron como autores de sus descubrimientos durante muchos años y cobraba mucho menos de lo que hubiese cobrado un hombre en su posición.

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