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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

En el día del padre

Mi padre y yo

Mariano Cuesta

Hoy jueves es día del padre y quería rendir homenaje a todos aquellos que son padres de retrones o también padres retrones. A todos los padres, sin excepción. Especialmente hoy le dedicaré este espacio al mío, espero que puedan permitirme la licencia, pero es que no conozco otro padre mejor, como podrán suponer.

No hace mucho tiempo comprendí que ser padre de una persona como yo tiene que ser difícil. Los hijos no vienen con un manual y más si somos “retrón edition”. Somos únicos, no hay molde, ni comparación posible con los hijos de los amigos. Así que hasta hace poco me miraba el ombligo sin darme cuenta de lo que tenía como padre.

Es cierto que hemos tenido una relación difícil durante mucho tiempo, el ser tan iguales es lo que tiene, que se choca y no precisamente poco. Así que entre que su educación militar era férrea y yo, que era un poco vago… ahí tenéis la fiesta.

Como comenté en otra ocasión hasta los 9 años no me di cuenta de que era retrón. Los años posteriores fueron para maldecir al destino, a dios y a la suerte el hecho de que tuviera que ser yo el “agraciado”.

Pero más allá de eso ahora entiendo todas las sesiones de fisioterapia. Iba todos los días a hacer ejercicios para fortalecer las piernas, me ponía un botón en la mesa para que, con la mano derecha, tuviera más movilidad. Toda la exigencia que yo no entendía porque era muy pequeño ha hecho que yo sea la persona que soy. Ahora entiendo que las cosas no son como parecían y tenían un porqué. Es difícil entender ciertas cosas a ciertas edades, pero uno crece y se da cuenta y valora que, sin la familia, al menos en mi caso, la vida sería aún más dura.

No lo sé, pero imagino que tiene que ser muy duro tener un hijo retrón. Imagino que también es duro asumirlo y uno se preguntará porqué yo, porqué él. Hay que tener mucha entereza, no es algo que sea fácil, por una parte no es lo que se espera que venga y eso rompe muchos de los sueños que un padre puede tener, pero por otro lado, es un reto constante, una lucha, un esfuerzo por sacar una criatura adelante que, además de retrón, es un cabezón de los buenos.

Creo que, a estas alturas de la vida, empiezo a valorar lo que ha hecho y sigue haciendo por mí. Una de las cosas más importantes es no tratarme como a alguien que no puede. Me trató como “si no pasara nada” y eso hace que, dentro de las dificultades uno no sea consciente de que no puede, porque todo es proponérselo.

Algunas personas ven a los retrones como “pobrecitos” que no pueden tener una vida normal. Pues no. Podemos hacer una vida muy digna. Obvio que no puedo ir al mundial, pero es que otros muchos tampoco pueden y no son retrones. Cuando uno no es consciente de sus límites puede hacer cualquier cosa y muchas veces las negativas de mi padre frente a algo fueron el acicate suficiente como para querer hacerlo. Ya dije que era muy cabezón.

Recuerdo dos cosas muy bien. Dos momentos en mi vida en los que nadie daba un duro por mí y les cerré la boca a todos. Uno, el día que en el colegio llegó la primera clase de música y todo el mundo tocaba la flauta y a mi me ofrecieron la armónica. ¿Cómo? Ni de coña. Yo quería tocar la flauta. Vale que no tenía suficientes dedos para tapar todos los agujeros pero yo me inventé una forma nueva de tocar y acabé tocando en el coro del colegio. Otra, el día que dije que quería aprender a tocar la guitarra. Mi padre movía la cabeza como diciendo: “estás tonto”. Al final la guitarra cogerá polvo y te aburrirás. Y bueno, 19 años después sigo tocando. Y es que, siempre hemos tenido una especie de reto entre nosotros y eso ha hecho que me picara, e intentara superarlo, eso sí, otras veces era insufrible.

En definitiva, a pesar de todos los roces, discusiones, dificultades que hemos tenido a lo largo de la vida, puedo decir que sin mi padre no sería quien soy.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

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