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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

La 'Divertad' de Javier Romañach

Imagen de las piernas de una persona en silla de ruedas y de otra de pie

Nuria del Saz

Combativo, activo, libre. Son los tres adjetivos con los que quiero recordar a Javier Romañach, ingeniero informático y activista civil por los derechos de las personas con diversidad funcional. Javier se fue el pasado 13 de noviembre, dejando un importante legado de vida. De una vida que reivindicaba independiente y por la que luchó desde que se convirtió en una persona tetrapléjica a raíz de un accidente de tráfico, que le produjo una lesión medular cervical permanente.   

En 2001 impulsó el Movimiento de Vida Independiente y Divertad en España junto a Manuel Lobato y Juan Antonio Rodríguez Lorenzo. Un movimiento surgido en 1972 en Estados Unidos y muy arraigado en Europa en la actualidad. Nació como un foro de reflexión filosófica y de lucha por los derechos de las personas con diversidad funcional. Un foro sin jerarquías, donde se debaten ideas, se investigan y se generan documentación y artículos tratando de influir en el ámbito político y social con sus campañas y acciones.

Javier redefinió el concepto de la discapacidad. Esta palabra pone el foco en lo que la persona no puede hacer, y lo llevó a la funcionalidad, naciendo el término ‘diversidad funcional’: la de las personas que, para desempeñarse en la vida, funcionan de manera distinta a la media de la población: unos desplazándose en silla de ruedas, otros guiándose por el tacto de un bastón, otros empleando Lengua de Signos, etc.

Rechazaba la definición desde la capacidad. Huía de la valoración de la persona por su capacidad, porque no creía que fuera lo relevante para un ser humano. Lo relevante para un ser humano es ser en la vida. Y las vidas de todos los seres humanos deben valer lo mismo y tener los mismos derechos, con independencia de su capacidad.

Libertad y dignidad en la diversidad

Esa es la ‘divertad’. Creía que desde que nacemos hasta el final, tenemos una diversidad funcional propia inherente a ser humanos. En el momento que creamos que esa diversidad nos puede llevar a ser frágiles, construiremos una sociedad más libre y más digna para todos. Solía poner un ejemplo muy simple. Decía que ningún ser humano nace caminando y muy pocos mueren caminando. Pero la sociedad se empeña en construir para un prototipo humano bípedo y siempre ágil. Romañach se movía desde la convicción vital de que trabajaban para mejorar la sociedad de todos. Su visión no era introspectiva. Abarcaba a toda la diversidad humana.

Otra de sus aportaciones fue la creación de la primera Oficina de Vida Independiente de España, creada en la Comunidad de Madrid en 2006. Comenzó entonces a sonar un concepto clave en la vida independiente como es la figura del asistente personal.

Se adentró en los pensamientos bioéticos y apostaba por la vida plena de cualquier ser humano. Pensaba que la muerte digna debía ser el colofón a una vida digna.

Dejó todos esos pensamientos en dos publicaciones: ‘El modelo de la diversidad. La bioética y los derechos humanos como herramientas para alcanzar la plena dignidad en la diversidad funcional’ (Diversitas Ediciones2006) y ‘Bioética, al otro lado del espejo. La visión de las personas con diversidad funcional y el respeto a los derechos humanos’ (Diversitas Ediciones 2009).

Termino mi recuerdo a la figura de Javier con unas palabras suyas: “Si construimos una sociedad solo para los capaces, se nos está olvidando cómo fuimos, se nos olvida cómo seremos y se nos olvida con quién vivimos”.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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