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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Maltratador y discapacitado

Raúl Gay

El artículo de hoy tiene un tono muy diferente al habitual de este blog. Una lectora nos escribió para contarnos la relación que mantuvo con un hombre con discapacidad. Al leerla, descubrimos que había sufrido maltrato durante años. Por su seguridad, hemos cambiado nombres y ciudades. Ella quiere compartir su experiencia y nosotros creemos que debe ser publicado porque muestra que incluso una persona con serios problemas físicos puede ser capaz de hacer daño a su pareja.

También pone de relieve lo difícil que es salir de una relación destructiva. Desde aquí queremos recordar que el teléfono 016 es gratuito y atiende las 24 horas.

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Hace 4 años conocí a Carlos en una sala de chat. Al principio ambos participamos en charlas de grupos, después empezó un romanceo leve y terminamos enamorándonos. Por entonces llevaba 5 años separada después un matrimonio de 23 años con 2 hijas y 1 hijo. El es de Madrid y yo de Colombia.

Pasaron los meses y él viajó hasta Cali para tener el primer encuentro. Estaba perdidamente enamorada de él; nunca vi una silla de ruedas, sólo unos ojos, me sentí perdida de inmediato. El primer beso, espectacular... Tanto que me fui encima de él literalmente. Nuestra primera noche, fatal.

Él se tomó un Cialis por aquello de la disfunción eréctil, me sentí una inexperta... Fue algo frustrante ver que por más caricias no despertaba interés sexual. El Cialis hizo su trabajo pero mi torpeza no ayudó mucho. Debo decir que mi retrón tiene un carácter explosivo, lacerante, Impulsivo y aprensivo; me costó tiempo y muchas lágrimas poder entenderlo. No había pasado ni media hora cuando sentí un empujón que me arrojó fuera de la cama y entre gritos me hizo saber que yo no tenía ni puta idea de lo que hacía.

Error en pensar que podría hacer que mi hombre se corriera y sentirme satisfecha con mi orgullo de mujer: todo lo contrario, me hizo sentir una inútil frígida y mal amante. Lloré como una niña sintiéndome inútil. Él me consoló, me abrazó y de nuevo lo intentamos.

Tuve que acostumbrarme a muchas situaciones: no podía cogerlo de la silla para poder besarlo, tenía que pedir permiso para acercarlo a mí, a él no le gustaba que le ayudara a moverlo…

Después de esa semana en Cali, regresó a España y en 6 meses ya había dejado su casa para mudarse conmigo a Colombia.

Desafortunadamente, mi casa es de 2 pisos y una escalera estrecha. Al principio se habló de hacer una especie de elevador externo para que Carlos no tuviese problemas para tener acceso a las habitaciones pero decidió rentar un departamento para que ambos estuviésemos mejor. Por entonces mis hijas eran adolescentes y mi hijo tenía solo 10 años. Le expliqué la situación y pedí que me permitiera cuidarle, ayudarle en sus deberes del colegio y esperar a que llegara el padre del trabajo para que no se quedara solo.

Su mal carácter no ayudó mucho a que nuestra relación funcionara. Hacíamos el amor a su manera: no había palabras dulces, era muy torpe con sus manos y no me permitía opinar en cuanto a mis preferencias, los tiempos, las posiciones... Me acostumbré a tener orgasmos a medias, a levantarme de madrugada para ayudarlo a lo que el necesitara, vaciar el contenedor de orina, cambiar ajuar de cama... A mi manera, era feliz. Un hombre tan guapo y dulce cuando se lo proponía... afable.

Ahora que pasó el tiempo puedo darme cuenta que tuve mi culpa y mi falta de responsabilidad al no saber manejar algunas situaciones. No debí dejarlo tanto tiempo solo, su pasatiempo era estar en el ordenador horas y horas. Aunado a eso su mal carácter...

Se despertaba a las 11 0 12 del mediodía y había reglas: no hablar, no hacer ruido, pasar desapercibida hasta que el se tomaba su cola-cao (que ya lo tenía que estar preparando cuando escuchaba el ruido de la silla) y su tabaco. Encendía el ordenador y hasta después de minutos no podía hablarle. Casi en susurros porque si no se ponía colérico y empezaba a insultarme. Me sentía inútil y temerosa de hacerlo enfadar; sufría cada vez que discutía conmigo y amenazaba con dejarme.

En las noches si me daban ganas de ir a orinar era un sufrimiento, porque si me levantaba y hacía algún tipo de ruido de la puerta o encendía la luz... ¡uf, los gritos! O si tenía frío no podía abrazarlo porque me rechazaba diciendo que no lo dejaba descansar. Las sesiones de sexo eran cuando él quería, no había palabras dulces o caricias. Sólo palabras directas: “Ven, túmbate que te voy a follar”. Me hizo sentir culpable por no saber cómo acariciarlo y que se pudiera correr.

Me sentí estúpida y tonta.

Dejé de comer o comía a escondidas; a veces en las madrugadas mi estómago hacia estragos pidiendo comida. Carlos me reprochaba que cada bocado que yo me llevaba a la boca el lo pagaba, así que dejé de comer y aprovechaba el tiempo en mi antigua casa para engullir todo lo que veía en mi nevera.

Al poco tiempo, conoció a una chica que entraba a la sala de usuarios y vivía en la misma ciudad. Empezó a quedar con ella y con amigos y yo me quedaba en casa esperando que llegara.

Terminó por echarme del departamento.

Mi ex marido había regresado a la casa donde vivía con mis hijos, así que me fui una semana a un hostal; sólo pude pagar una semana. Le llame le rogué y por fin regrese al departamento. Pasó menos de un mes y de nuevo me corrió del departamento. Yo no tenía ya de donde disponer de efectivo, así que de nuevo maletas y bolsas al carro y a dormir afuera del apartamento: mi casa era mi coche, mi cama la parte trasera, mi almohada mis bolsos. Fueron días muy dolorosos, se se empezó a caer el pelo y me veía enferma.

Me pidió perdón y me fui con él a España. Fue de mal en peor, me trataba con gritos e insultos… Estando en un país que no era el mío, sin suficiente dinero y sin conocer a nadie me corrió de su casa. Fue que por una tontería... Puse una lavadora 30 minutos cuando él me había dicho solo 20 minutos. Mi crimen, volverme cada día más torpe y sentirme estúpida y tonta. Si él se ponía detrás de mí, me volvía torpe y hacía todo mal... Y zas “puta, asquerosa de mierda, te vas a la puta calle... No haces nada bien”.

No quería dejarlo lo amaba tanto que bien podía darle mi vida. Al regresar yo a Colombia, me hizo una promesa: “Regresaré para casarnos”. Yo me puse feliz, a pesar de que me dejó en el aparcamiento del aeropuerto y no se bajó del coche.

Pero pasaron los meses... no lo veía mucho. Un día de octubre, desapareció. Me bloqueó de sus redes sociales, no me cogía las llamadas... Yo me sentía desesperada pensado que le había pasado algo. Logré contactar a una amiga de él y me dijo “No lo busques, no regresará de nuevo”.

Mi vida casi termina, me vi envuelta en una depresión tremenda, no me duchaba, no salía de mi cama... Mi familia me dio la espalda, nadie quería que yo me casara con Carlos, sólo mis hijos estuvieron ahí para apoyarme.

Después me enteré que estaba saliendo con otra chica. Empecé a recuperarme un poco, pero poco duró mi suerte; me contactó de nuevo y el sol empezó a brillar de nuevo para mí. Viajé a España, supe que nunca había dejado de quererlo. Hasta hoy seguimos en contacto, no sé si el día de mañana estaré con él... o él de nuevo conmigo.

No sé si me equivoqué de hombre pero no me arrepiento, me hizo feliz mientras fue bueno. Olvido los días malos y las lágrimas ya no están, sólo recuerdos buenos.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

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