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Acoso callejero en grupo: los hombres lo ejercen para reafirmarse y aumentan la virulencia si las mujeres responden

Protesta contra el acoso callejero.

Ana Requena Aguilar

“Hace unos días, unos tipos me acosaron, normalmente está en esa zona y me dijeron todo tipo de cosas, me asusté mucho...Ya no paso por esa zona”. “Estaba volviendo a mi casa a las 9 de la noche, cuando un coche se detiene y dos hombres se bajan. Me empezaron a seguir y yo me puse a llegar hasta que llegué a casa”. Son dos testimonios de mujeres jóvenes que viven en Madrid y que ilustran el informe 'Inseguras en las calles', de Plan Internacional, sobre el acoso masculino en grupos que sucede en las calles. El estudio, que se centra en cinco ciudades de todo el mundo (Delhi, Kampala, Lima, Sydney y Madrid) arroja varias conclusiones: que los hombres ejercen este acoso grupal como forma de reafirmar la masculinidad y reforzar vínculos, que cuando las mujeres responden aumenta la intensidad del acoso e incluso la virulencia y que los transeúntes apenas intervienen. 

El estudio está basado en testimonios de chicas menores de edad y de mujeres jóvenes de estas cinco ciudades distintas. Sus experiencias muestran diferentes tipos de acoso: hostigamiento con comentarios sexuales, acoso verbal, incluidos silbidos y piropos, aproximaciones, acechos o seguimientos por las calles que hacia que niñas y mujeres tuvieran que huir o esconderse, amenazas o exhibicionismo.

Estos comportamientos, apunta Plan Internacional, restringen el derecho de las mujeres a disfrutar del espacio público y moverse con libertad. “Los hombres y chicos que cometen acoso ponen su necesidad de aceptación social en el grupo por delante de la necesidad de las chicas y mujeres de sentirse seguras en las calles”, señala. Para los hombres que ejercen estos comportamientos, subrayan, se trata incluso de una manera de entretenerse y divertirse, “y suprimen la empatía hacia las víctimas para centrarse en reforzar el vínculo con el grupo y medirse con sus pares”.

“Este informe pone en evidencia que, en ciudades de todo el mundo, a las niñas y mujeres se les niega su derecho al espacio público y a moverse libremente debido a las actitudes violentas y sexistas de los hombres que las acosan. Muchas veces, los chicos ni siquiera son conscientes del miedo que generan en ellas, porque están más pendientes de reafirmar su masculinidad ante los amigos que en desarrollar alguna empatía con la chica a la que están acosando”, explica Emilia Sánchez-Pantoja, directora de incidencia política de Plan International España.

El acoso callejero de los hombres es de carácter “manifiestamente sexual” y se acentúa con la presencia de más hombres. “Algunos niños y hombres alientan el comportamiento acosador en grupo, posiblemente con temor a a convertirse ellos mismos en el objetivo de ataques, o quedar excluidos del grupo, en caso de manifestar oposición”, describe la organización. La forma más común de acoso en todas las ciudades es la de llamar la atención de las mujeres “con comentarios no pertinentes”.

La mayor parte de las veces el acoso se produce en las calles durante el transcurso de la vida cotidiana y con más frecuencia por la tarde y la noche. No obstante, en algunas ciudades es muy frecuente en los entornos de los centros escolares, con grupos de hombres que se reúnen o que bien pasan por allí para acosar o acechar a chicas. Tiende a ser, además, un comportamiento repetitivo que ocurre en los mismos lugares a las mismas horas. La organización advierte de que suele ser poco probable que los viandantes intervengan y que en algunos casos alientan, incluso, el acoso.

Algunos episodios de acoso son “breves y bruscos” y los acosadores se retiran antes de que las mujeres puedan reaccionar o procesar lo sucedido. Otros, se extienden en el tiempo y el espacio e incluyen diferentes tipos de acoso.

“Las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres se amplifican cuando los hombres y los niños se reúnen y actúan en grupos más grandes. Es entonces cuando los hombres y los niños pueden explotar esta asimetría de poder, a menudo contra las más vulnerables: las niñas o las mujeres muy jóvenes cuando están solas, cuando se sienten por completo incapaces de detener el suceso o de evitar que se agrave”, dice el estudio.

Cuando las mujeres se enfrentan al acoso, la respuesta suele ser en forma de más acoso, burlas, risas e incluso una “posible escalada de violencia”. El estudio lo describen como una “demostración de poder” que sirve para reforzar la pertenencia al grupo de los hombres pero que humilla y atemoriza a chicas y mujeres.

Recomendaciones

“Ya que algunos de ellos son quienes ejercen el acoso, los chicos y los hombres pueden ser catalizadores del cambio en el comportamiento en las calles. Las niñas y mujeres no deberían ser quienes cambien su comportamiento y sus hábitos para protegerse y sentirse seguras. Los hombres y los niños deben reconocer que estas actitudes sexistas son intolerables y aprender a respetar a las niñas y mujeres como iguales. Si no eres parte de la solución, eres parte del problema”, dice la directora de incidencia política de Plan International España.

La organización insiste en el cambio de actitudes, las campañas públicas, las conversaciones “en todas las capas de la sociedad”, pero también en la necesidad de que las autoridades escuchen a las mujeres y las integren en el diseño de servicios y políticas públicas. También apuntan a que las administraciones deben recopilar datos e información precisa para conocer la incidencia precisa del acoso callejero. “Hay muchos aspectos del acoso sexual y grupal en las calles que la legislación actual no recoge; es preciso ampliar la legislación y políticas públicas para paliar esas lagunas”, apuntan. 

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