Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El nuevo arzobispo de Madrid: “La pederastia es un pecado y un delito, no valen las medias tintas”

Osoro apuesta por una Iglesia cercana a la calle y "sin cristianos de salón"

elDiario.es

  • El libro Carlos Osoro, el peregrino (La Esfera de los Libros) es la primera semblanza que se publica del 'hombre del papa Francisco' en España
  • Jesús Bastante, periodista especializado en religión y colaborador de eldiario.es recoge las conversaciones mantenidas con el prelado durante un año, y en las que habla, entre otras muchas cosas, de Bergoglio, de los cambios en la Iglesia, del celibato y de la COPE

Es uno de los grandes estigmas que persiguen a la Iglesia católica en la actualidad, y que ya Benedicto XVI, y después Francisco, han pretendido erradicar con políticas de tolerancia cero. Pero los casos de abusos sexuales a menores por parte del clero continúan saliendo a la luz. La mayor parte de ellos tuvieron lugar hace décadas, aunque desgraciadamente otros muchos son demasiado recientes. Nuestro país no es, ni de lejos, uno de los que más casos han registrado, “pero uno solo de ellos es más que demasiado”, argumenta Osoro, quien está muy de acuerdo con las normas, de obligado cumplimiento, que Roma ha hecho llegar a las diócesis.

A saber: explícita colaboración con las autoridades civiles, e investigaciones profundas. Y trato exquisito a las víctimas, presuntas y confirmadas, porque “el mayor sufrimiento es el de aquellos que más te quieren. La pederastia es, simplemente, inaceptable, se produzca donde se produzca”. Y el primer paso siempre es el de colaborar con la justicia. Respetando los derechos y la presunción de inocencia del implicado. En Valencia, Carlos Osoro tuvo que afrontar algún que otro caso. No le tembló el pulso. Así sucedió cuando los superiores de los carmelitas descalzos —tanto el vicario general como el provincial de Aragón— quisieron contar con la opinión del entonces arzobispo de Valencia en un presunto caso de pederastia que afectaba a un religioso de su orden.

Fue la primera ocasión en que la propia congregación fue la que denunció el caso de supuestos abusos a un joven seminarista. Tres años después, el caso fue archivado porque el joven no formalizó la denuncia, y la Fiscalía no vio acreditados los abusos. Pese a ello, la primera medida siempre ha de ser la investigación, interna y judicial. El arzobispo estaba al corriente de la intención de los responsables carmelitas de llevar al fiscal los abusos sexuales denunciados por los padres del monaguillo y por el propio joven.

Y avaló plenamente la decisión, según fuentes del Arzobispado de Valencia. Las mismas fuentes afirman que, cuando él conoció los hechos, tanto el provincial, Pascual Gil, como el vicario general, Emilio Martínez, ya estaban resueltos a trasladar el caso a la justicia ordinaria porque llevaban unas dos semanas reuniéndose o conversando con las partes: el cura, que había ejercido en Burriana (Castellón), los padres del monaguillo y el propio joven, con quien mantuvieron una conversación telefónica de una hora. La presunta víctima tenía en el momento de la denuncia casi veinte años y estaba en una parroquia de Perú.

Cuando monseñor Osoro supo de los acontecimientos, dio su aval a la iniciativa judicial que se adoptó en cumplimiento del

mandato vaticano de ir a los tribunales de justicia ordinaria en cuanto se detecta un posible caso de abusos sexuales a menores. Es la posición oficial de la Iglesia, si bien hasta ahora apenas ha sido llevada al terreno práctico. De hecho, la denuncia de los carmelitas no tenía precedentes en España.

“Sinceramente, yo creo que la Iglesia ha condenado siempre todas estas cosas. Pero es verdad que las soluciones han sido diversas. Las formas en que se afrontan estas situaciones son distintas ahora, ya no es como antes, pero esto también ha pasado en las familias. Recuerdo que cuando abrí el Proyecto Hombre en Cantabria no encontraba a ningún padre que quisiera ser presidente, porque sus hijos eran drogadictos, apestados. Tuve que ponerme yo, y estuve de presidente hasta un año después de ser nombrado obispo de Ourense. Y es que hubo un tiempo en que tener un hijo drogadicto era algo que había que ocultar. También sucedió con algunas discapacidades, y a veces los padres escondían a sus hijos en casa, sin salir, para que nadie los viera... Son situaciones que ahora nos parecen absurdas, imposibles, pero que hasta no hace mucho se daban en sociedad”.

Y en cuanto a los sacerdotes, “¿qué sucedía si un sacerdote había tenido malos comportamientos, o había abusado de algún menor? Hubo un tiempo en que la solución era intentar llevarlo a otro sitio, cambiarlo o no colocarlo en lugares donde podía... Se intentaban lavar los trapos por dentro. Y esto ha cambiado, y me parece bien que sea así”. Y recuerda, sin establecer comparaciones, cómo “ahora a un discapacitado no se le esconde, se crean instituciones públicas, igual que sucede con las madres solteras: antes se las escondía, o se decía que el niño era su sobrino... Tuvimos actitudes que no corresponden con lo que debe ser”.

Tolerancia cero y acompañamiento

Las cosas han cambiado. Las medidas de Ratzinger, potenciadas por Bergoglio, afrontan con seriedad los casos de abusos, y colocan en primer lugar el sufrimiento de la víctima y sus familiares, antaño los grandes olvidados de este drama.

“Las decisiones que se han tomado me parecen extraordinarias, y además muy útiles, porque el papa Francisco, no hay que olvidarlo, es un hombre que ha estado muchos años al frente de una diócesis, ha conocido parroquias, situaciones, se le han dado este tipo de casos... No habla desde la teoría, sino desde su propia experiencia como pastor que se ha encontrado situaciones muy diversas, que ha tenido que afrontar y ofrecer soluciones. Nos pide, como él hizo en su tiempo, que las afrontemos cara a las víctimas, y también a quienes han hecho que estas víctimas lo sean”, apunta el arzobispo de Madrid. “Creo que esto nos da luces, y que tenemos que estar muy agradecidos al Papa por su empeño en vivir en la verdad. Porque lo más grande del ser humano es cuando se sitúa ante la verdad. Por eso, siempre lo digo, el momento más intenso de mi vida es cuando me confieso. ¿Por qué? Porque sé que estoy ante Jesucristo, me abro totalmente y vivo en la verdad de mi vida. Y cuando te vacías es cuando más plenamente eres persona. Pero ante este caso, en este momento, con respecto a este tema que estamos tratando, los papas han sido muy clarividentes sobre lo que tenemos que hacer con el ser humano, y también con los sacerdotes, con la Iglesia y con todos los que pertenecemos a la Iglesia”.

¿Qué debe hacer la Iglesia ante un caso de pederastia? ¿Qué hace monseñor Osoro?

“La Iglesia es muy clara: si tú has hecho esto, tienes que decirlo, y si eres culpable, tienes que ser condenado, y asumir tu responsabilidad. Aquí no valen medias tintas. Y en lo canónico, si hay que echarte porque existen elementos de tu persona que te imposibilitan para el sacerdocio, y el abuso lo es, pues te anulamos el ejercicio del ministerio. Yo creo que la Iglesia ya está haciendo esto, igual que en todos los ámbitos de la sociedad. Pero antes no conocíamos tanto los aspectos de la persona, había actitudes del ser humano que nos eran desconocidas, o que no se tenían en cuenta. Sucede mucho a la hora de decidir si un matrimonio roto puede ser declarado nulo, y también para el sacerdocio. Y en eso creo que hemos evolucionado para bien: si la Iglesia, o el obispo en este caso, tiene que decirle a alguien que no puede vivir el hace. Pero hay que tener en cuenta que hace años, y sin querer ni poder justificar nada, algunas de estas actitudes de silencio u ocultamiento se daban en todos los sectores sociales: quédate en casa o retírate, o te pongo en el asilo de ancianos para que no puedas tener contacto con... Era la argumentación que se daba en nuestra cultura y esos eran sus hábitos de comportamiento”.

Es un pecado y un delito

“La pederastia es un pecado, y también es un delito. Lo ha dicho el Papa y yo creo que es así, y he intentado actuar conforme a estos criterios a lo largo de mi vida. No se puede permitir que una persona anule la dignidad de otros”.

¿Ha sufrido, como obispo, casos de pederastia en sus diócesis? ¿Cómo ha actuado? ¿Qué pasa por su cabeza en situaciones así?

“Alguno se me ha dado —admite Osoro—, y es una situación que se vive con muchísimo dolor. Dolor por lo que se está haciendo, por las víctimas, también por la persona que comete esos delitos. Dolor porque este tipo de horrores empañan la imagen de una Iglesia que lo que tiene que hacer es enseñar el rostro del Señor, que es un rostro de amor, y lo que se enseña es algo que lo niega”. Junto a las preceptivas decisiones disciplinarias, y la necesaria —aunque hasta hace pocas fechas minoritaria— actitud de completa colaboración con la justicia, Carlos Osoro también se empeña en una difícil e ingrata tarea: la del acompañamiento. Del abusador, de la víctima, de los familiares de ambos, de la comunidad donde se dieron los abusos. “A mí me parece que el acompañamiento debe darse siempre, sin ocultar la verdad, por supuesto, sin ocultar nada, colaborando e informando a las autoridades. Pero además de las acciones de investigación, o penales, también es necesario intentar sacar adelante a la persona que se ha desviado, que sufría una enfermedad que no se entiende pero que existe”.

Cara a cara con las víctimas

Un trabajo difícil, más aún cuando a quien se escucha es una víctima. “Hay que acompañar a quien ha sido víctima, y a su familia. La víctima es quien más marcado está, y hay que estar con ella en todas las circunstancias. Y no es fácil, porque muchas veces esa persona se siente dolida y no quiere saber nada con la institución, porque relaciona —y es lógico— a la persona que le hizo tanto daño con la institución a la que pertenecía”.

A ello se une el hecho de que la gran mayoría de las víctimas de pederastia en la Iglesia no son chicos y chicas alejados de la fe, sino que precisamente sufrieron los abusos por encontrarse cerca de la institución, cuyos responsables gozaban de su total confianza y de la de sus padres. Niños que estudiaban en colegios católicos, monaguillos, aspirantes a sacerdotes...

“Por otra parte, sí que encuentras mucha más gente que reconoce que quien le ha hecho algo era un enfermo que lo que tiene que hacer es curarse, y con el tiempo muchos son capaces de comprender lo que ha sucedido, y salir adelante”.

Una víctima de abusos en el seno de la Iglesia, ¿puede volver a retomar una vida sana de fe?

“Yo creo que sí. Yo conozco personas que llevan una vida sana, y no solo sana, sino con mucha libertad y con mucha fe. Estoy convencido de que en este proceso influye mucho cómo limpies tu corazón, y la vida de esa persona”.

El acompañamiento es fundamental, “porque si no, al final, el corazón se te llena de odio. De un odio hasta cierto punto legítimo, odio, dolor... Unes lo que tú has padecido a la persona que te lo ha hecho, que ejerce una función, y lo lógico parece ser ir en contra de la institución, o de todos los que ejercen esa función. En este sentido, creo que la cercanía y el acompañamiento son vitales: hacer ver a esa persona que hay mucha más gente que no está haciendo eso, sino todo lo contrario. Mucha gente sale adelante, y hay que ayudarlos a que lo hagan, a que puedan volver a construir sus vidas sin odio. Con justicia, pero sin rencor, sin dolor”. Una tarea francamente difícil, pero absolutamente necesaria.

Etiquetas
stats