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El comercio huye de los suburbios del “apartheid” francés

El comercio huye de los suburbios del "apartheid" francés

EFE

Grigny (Francia) —

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Los casi 30.000 habitantes de Grigny, una ciudad sin comisaría, centro médico ni instituto, han visto cómo cierra ahora su único supermercado, último reflejo del “apartheid social y territorial” que, según un informe del Gobierno, sufre este suburbio del sur de París.

Grigny se encuentra a tan solo media hora en tren de la capital, en el departamento de Essonne, pero todos sus indicadores de segregación se salen del mapa.

Las tasas de desempleo, abandono escolar, tráfico de drogas y una delincuencia omnipresente despuntan en un municipio sin servicios imprescindibles pero cuyos ciudadanos no podrían soportar una subida de impuestos que los financiase.

Incluso el supermercado de la cadena “Casino”, situado en una galería comercial del centro histórico, era demasiado caro para una población con una cesta de la compra de 12 euros, mientras que el resto de la región parisina gasta una media de 48 euros.

El panorama en los otros dos barrios que componen la ciudad no es mejor.

Sembrado de “pisos-patera” y paralizado por las deudas, el distrito de Grigny 2 es una puerta abierta a la inmigración irregular.

En el ensanche de la Grande Borne, se encuentran 3.500 viviendas de protección social aisladas del centro por una autovía: la oficina de correos cerró hace tiempo y las tiendas que quedan se cuentan con los dedos de una mano.

“Esto es una miseria. Yo no vivo aquí, menos mal”, dice a Efe Idouche, de 54 años, seis de ellos sirviendo café en el centro comercial donde ha cerrado el supermercado y en el que 4 de los 20 locales nunca llegaron a alquilarse.

Enfrente, Abdel regenta la carnicería “halal” que desde el cierre del supermercado ha perdido la mitad de sus clientes, como la mayoría de comercios de la galería. “Mire la frutería, no hay nadie”, dice, y añade que si todo sigue igual tendrá que despedir a dos de sus cuatro empleados.

Mejorar las cifras del desempleo local se anuncia complicado cuando la razón no es la escasez de ofertas sino la falta de cualificación de los demandantes, a juicio del ayuntamiento.

Foco de inmigrantes sin medios para ofrecer una formación lingüística adaptada, en Grigny la mayoría “no habla francés o lo habla muy mal”, razón principal del abandono escolar, la poca implicación ciudadana en la política y la falta de acceso al empleo, reconoce a Efe un responsable de la Alcaldía que pidió el anonimato.

El municipio, sumido en el déficit, desembolsa dos millones de euros anuales para escolarizar al doble de alumnos que otra ciudad con su mismo número de habitantes.

Sin embargo, sin instituto local, los jóvenes suelen dejar los estudios a los 15 años, y los que continúan, dispersados por los centros de ciudades vecinas, terminan desistiendo poco después debido en parte al tiempo de desplazamiento.

Solo el 25 % de los jóvenes alcanza la prueba de acceso a la universidad, mientras que en municipios socialmente comparables la media se eleva al 47 %.

Un informe publicado en julio y ordenado por el primer ministro, Manuel Valls, semanas después del atentado en enero de 2015 contra la revista “Charlie Hebdo” -uno de cuyos autores, Amedy Coulibaly, había crecido y trabajado en Grigny-, diagnosticó el “apartheid” que sufre el municipio.

Una hoja de ruta firmada el pasado jueves entre el municipio, el departamento y el Estado busca corregir de aquí a 2030 la segregación que vive la ciudad, aunque la fuente del Ayuntamiento afirma que otras ciudades de la región parisina de Île-de-France como Sevran, Trappes, Mantes-la-Jolie o Clichy están igual.

Reconoce que la población de Grigny está estigmatizada, y el informe da cuenta incluso de la “discriminación de domicilio” de la que los demandantes de empleo de la ciudad son víctimas “debido a la mala reputación de sus barrios”.

Frente a esta situación, algunos de los vecinos prefieren normalizar las cosas.

Mossda, de 27 años, dice que Grigny es una ciudad “normal”, y Souleymane Hissourou, de 29, le da la razón y niega ser víctima de un “apartheid”.

Solo reclaman que otra cadena reabra pronto la gran superficie de 4.000 metros cuadrados para evitarle a sus vecinos los 40 minutos de trayecto en autobús que ahora tienen que hacer hasta el supermercado más próximo, en Viry.

“No somos Coulibalys”, dice, en alusión al terrorista de “Charlie Hebdo”.

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