Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El funeral del papa Francisco reivindica a los pobres ante los poderosos

El ataúd cerrado del papa Francisco trasladado para la misa.

Natalia Chientaroli

Ciudad del Vaticano (enviada especial) —
26 de abril de 2025 11:46 h

36

Entre 200.000 personas comunes, despedido de San Pedro por los más poderosos del mundo, recibido en Santa Maria Maggiore por los últimos de Roma, los que menos tienen. Ese podría ser el resumen del funeral del papa Francisco este sábado, que ha comenzado con una ceremonia a la que asistán casi 170 delegaciones internacionales y representantes religiosos de todas partes del mundo. En el centro de Roma, a unos seis kilómetros del Vaticano, un grupo esperaba desde temprano en las escalinatas de la basílica en la que el pontífice quiso ser enterrado: son unos 40 –migrantes, transexuales, presos, pobres– y sostienen una rosa blanca en la mano. Eran los encargados del último saludo. Una vez que el féretro ha atravesado la puerta de la basílica, las puertas se han cerrado para proceder a la sepultura del Papa número 266 de la Iglesia católica.

Unas 250.000 personas han pasado por la capilla ardiente de San Pedro en tres días. Anoche, tras el cierre, se procedió a la ceremonia del cierre del ataúd, en la que se leyó un texto en latín que hace un repaso a la vida de Jorge Mario Bergoglio hasta convertirse en Papa, y menciona sus reformas de la Curia y sus cuatro encíclicas. Además, destaca su lucha contra los abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia. Ese acto a puerta cerrada y del que participaron unas pocas personas cercanas y familiares fue el paso previo de las exequias de este sábado.

La ceremonia del cierre del ataúd, en una fotografía del Vaticano.

Pocas horas después, con las primeras luces del día, la imagen de la plaza vacía había desaparecido por completo. Aunque faltaban horas para el comienzo de la ceremonia, la enorme via de la Conciliación, que conduce a San Pedro, estaba ya colapsada. Cientos de voluntarios intentaban junto con el despliegue policial contener a una muchedumbre madrugadora y nerviosa. A las siete y media, la mitad del sector central de la plaza, junto al obelisco y detrás de las sillas de las autoridades e invitados, estaba ya completo. Los afortunados que conseguían pasar las largas filas de los controles de seguridad se lanzaban a pequeñas carreras para asegurarse un puesto. Otros hacían un alto para ponerse detrás de otra cola: la de las pocos bares abiertos en busca de un preciado y necesario café.

Los más animados, grupos de jóvenes llegados estos días para el Jubileo de los Adolescentes, desplegaban una marea de camisetas, mochilas y pañuelos verdes. Pero peleando por entrar en la plaza había de todo: familias con niños pequeños, religiosos, romanos e italianos venidos especialmente para este evento y, por supuesto, turistas. Como Antonella y Fabián, dos argentinos que estaban de viaje por Italia y decidieron que este era el lugar para estar hoy: “Es un momento histórico”, justificaba ella. Justo detrás, una familia brasileña intentaba armarse de paciencia ante los constantes controles, apertura de mochilas y esperas. “Es lógico, hay mucha gente importante y la seguridad es fundamental”, concedía Ada, la madre, aunque por el gesto de sus hijos adolescentes, el argumento no convencía a todos.

La plaza de San Pedro se llena de fieles horas antes del inicio del funeral del Papa.

Quienes seguimos la ceremonia desde la atalaya en la que han colocado a la prensa, en las azoteas de los edificios adyacentes a la plaza, levantamos de vez en cuando la vista para observar a nuestro alrededor: la maraña de compañeros de todas partes del mundo es enorme. El miércoles había ya más de 4.000 periodistas acreditados, y la oficina vaticana ha trabajado estos días sin descanso para tramitar las peticiones de quienes iban llegando desde lejos. Cientos de fotógrafos y periodistas hacen equilibrio sobre sillas y asoman sus teleobjetivos por encima del hombro de los que consiguieron una primera fila a las 5.30 de esta mañana. Pero entre el tumulto de periodistas agolpados encima de sus ordenadores o encaramados detrás de sus cámaras se pueden ver imágenes impensables en cualquier otro funeral de Estado: varios compañeros se arrodillan a rezar, y alguno repite por lo bajo las palabras en latín de la misa. Más allá, uno destaca por su túnica marrón de franciscano, y entre los muchos vestidos de negro para el funeral que intentan protegerse del sol de esta mañana romana, destaca el cuello blanco de un sacerdote con su cámara fotográfica al hombro.

Mensajes directos a los políticos sentados

Cuando faltaban 15 minutos para las 10 las campanas de San Pedro comenzaron a sonar, mientras se pedía por los micrófonos a los asistentes respetar la solemnidad de la ceremonia bajando carteles y banderas. Por un momento solo se oían en la inmensa plaza el sonido de los helicópteros sobrevolando y el graznido de las gaviotas.

En primera fila, la delegación argentina –por la nacionalidad de Bergoglio– junto a la italiana, que oficia de anfitriona. Representantes de casi 150 países –y más de 160 delegaciones en total– participan en la ceremonia, ubicados en sillas frente a la catedral de San Pedro a la derecha. A la izquierda, otros invitados, sobre todo religiosos. Detrás, las personas que han conseguido entrar en la plaza y que se amontonan detrás de las vallas.

El funeral ha sido celebrado por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardinalicio. Y lo ha hecho acompañado por 980 cardenales, obispos y sacerdotes, con las indicaciones establecidas en el que fue el primer funeral papal moderno, el de Juan Pablo II, hace dos décadas: un rito que en 2005 cambió la historia al sacar la ceremonia de la basílica para celebrarla en la plaza. De la misma forma ocurrió con Benedicto XVI, que murió en diciembre de 2022 y cuyas exequias dirigió el propio Francisco.

Frente a los representantes de las instituciones más poderosas del mundo, el cardenal Re ha destacado en su homilía todo aquello por lo que Francisco les ha resutado incómodo: “Innumerables son sus gestos y exhortaciones a favor de los refugiados y desplazados. También fue constante su insistencia en actuar a favor de los pobres”. Como ejemplos, ha mencionado el primer viaje de Francisco a Lampedusa –“isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar”–, el que hizo a Lesbos, y la misa que celebró en la frontera entre México y Estados Unidos. 

“La guerra es solo muerte de personas, destrucción de casas y de escuelas. La guerra siempre deja al mundo peor de como era: es para todos una derrota dolorosa y trágica”, ha recordado Re las palabras de Francisco en presencia de Trump, la ministra enviada por Rusia y los mandatarios europeos. Cada una de estas frases provocaba un aplauso que comenzaba tímido y crecía desde detrás de la plaza, entre la multitud.

Re ha dedicado parte de sus palabras a describir la personalidad de Francisco, los gestos que le han diferenciado –y alejado– de sus predecesores, algunos de los cuales le han valido no pocos enemigos dentro de estos muros vaticanos. “Dio de inmediato la impronta de su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia, estableciendo un contacto directo con las personas y con los pueblos [...] con especial atención hacia las personas en dificultad, en particular por los últimos de la Tierra, los marginados”. 

Fue un Papa que se refería a “los problemas de nuestro tiempo” utilizando “el vocabulario que le era característico”. “Tenía gran espontaneidad y una manera informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia”, ha señalado Re. 

“Francisco realmente compartió las preocupaciones, los sufrimientos y las esperanzas de nuestro tiempo de globalización”, destacó Re frente a los máximos dirigentes de ese mundo globalizado al que Bergoglio acusó de olvidar a los débiles y al propio planeta. “Nadie se salva solo”, parafraseó entre aplausos.

Etiquetas
stats