Descubren por qué los gritos nos dan miedo y nos paralizan
Gritar es una de las formas más primitivas y fundamentales de advertir sobre una situación de peligro. Sin embargo, a pesar de su importancia, nunca se han estudiado las propiedades acústicas del grito humano, ni la forma en la que nuestro cerebro procesa este tipo de señales. ¿Qué hace que el llanto de un niño llame tanto la atención? ¿Por qué nuestro cerebro se pone en alerta cuando oímos a alguien gritar? La revista Current Biology publica un estudio que asegura que los gritos humanos comparten el mismo rango de frecuencias que otras señales de alarma (tanto artificiales como naturales) y que estos sonidos no solo activan la parte del cerebro asociada a la audición, sino que también activan las regiones cerebrales asociadas al miedo.
Para aislar las características que dotan a los gritos de su capacidad para alarmarnos, los investigadores utilizaron análisis acústicos, experimentos psicofísicos y análisis por neuroimagen. Gracias a los datos acumulados, los investigadores concluyeron que “los gritos y las señales de alarma artificiales utilizan un determinado rango de frecuencias que no se utiliza en otro tipo de comunicación, como el habla, lo que garantiza su eficacia biológica y social”, ha asegurado a eldiario.es Luc Arnal, investigador de la Universidad de Ginebra y principal autor del estudio.
Los sonidos más ásperos dan más miedo
Existen diversos parámetros que ayudan a definir un sonido y la forma que tenemos de percibirlo. Entre ellos se encuentran los parámetros psicoacústicos, que son aquellos que permiten determinar modelos de percepción de cada sonido para poder realizar comparaciones. La aspereza o rugosidad es el parámetro que permite cuantificar de alguna manera el grado de molestia de un sonido y ésta se produce debido a variaciones rápidas de la sonoridad. “La aspereza se puede comparar a una luz estroboscópica pero en el espectro auditivo”, explica Arnal.
Una de las conclusiones de esta investigación es que la aspereza es un parámetro fundamental a la hora de identificar una señal de alarma. “Los patrones de habla normales tiene pequeñas variaciones de sonoridad, mientras que los gritos modulan muy rápido”, asegura Arnal. Estudios anteriores habían asumido que la aspereza era un parámetro irrelevante en lo que se refiere a la comunicación humana. Sin embargo, los resultados de esta investigación muestran que este parámetro “es un requisito básico para evitar falsas alarmas en la comunicación verbal normal”, afirman los autores en el artículo. Uno de los casos sobre los que los autores quieren ahondar es el de el llanto de los bebés. Según Arnal, “el llanto de un bebé cumple los patrones de una señal de alarma, pero queremos comprobar si su aspereza es superior a lo habitual en otro tipo de señales de alarma”.
Para relacionar la aspereza con el nivel de alerta los investigadores realizaron un experimento en el que pedían a varios voluntarios que juzgaran el miedo que les provocaban diferentes gritos. Los resultados mostraron que aquellos que tenían mayor aspereza eran identificados como los más aterradores. “El hecho de identificar un parámetro concreto para las señales de alarma, hace que sea posible modificar cualquier tipo de señal acústica para transformarla en una señal de alerta simplemente aumentando su aspereza”, asegura Arnal. Esto, según los autores del estudio, puede servir para mejorar la eficacia de las alarmas artificiales.
Además, a través de estudios por neuroimagen la investigación demostró que la amígdala, una estructura interna del cerebro situada en la profundidad de los lóbulos temporales, es especialmente sensible a los sonidos emitidos con este tipo de modulaciones. Según Arnal, el estudio “demuestra que los sonidos ásperos activan áreas específicas del cerebro que están relacionadas con el procesamiento de peligro y el miedo”. Este descubrimiento, concluye el investigador, “supone una evidencia de que este parámetro constituye un atributo acústico eficiente para desencadenar reacciones adaptadas a peligro”.