La iglesia anglicana se asoma al mayor cisma de su historia por el nombramiento de la arzobispa de Canterbury
¿Una mujer al frente de la Iglesia anglicana? Casi 500 años después de la ruptura con Roma motivada por el desenfreno sexual de Enrique VIII, los anglicanos asisten al que podría ser el mayor cisma de su historia tras la designación de Sarah Mullally como arzobispa de Canterbury, el mayor puesto de responsabilidad eclesiástica –la cabeza de la Iglesia es, formalmente, el rey de Inglaterra– de esta confesión. La Conferencia Global sobre el Futuro Anglicano (GAFCON), que agrupa al 80% de los cerca de 95 millones de fieles anglicanos en el mundo, ha mostrado su “rechazo” público a la designación de Mullally, que sustituirá en enero a Justin Welby, que tuvo que presentar su dimisión el año pasado tras una polémica gestión de un caso de abusos de menores.
“Rechazamos [...] al arzobispo de Canterbury, pues no podemos seguir teniendo comunión con aquellos que defienden la agenda revisionista que ha abandonado la Palabra infalible de Dios como autoridad final”, sostiene GAFCON en un comunicado, en el que anuncia que no participará en ningún tipo de reunión convocada por la arzobispa de Canterbury, a quien no reconocen su autoridad como líder de la Comunión Anglicana.
Sin llegar a pronunciar la palabra ‘Cisma’, lo cierto es que la decisión de las iglesias agrupadas en torno a este organismo se separan, en la práctica, de la Iglesia de Inglaterra, a la que tampoco harán (ni recibirán) contribuciones económicas.
El texto de ruptura está firmado por Laurent Mbanda, primado de la Iglesia anglicana de Ruanda y presidente del Consejo de Primados de GAFCON. Un grupo de iglesias de perfil conservador surgido en Jerusalén en 2008 para “responder al abandono de las Escrituras por parte de algunos de los líderes de más alto rango de la Comunión Anglicana”. En opinión de GAFCON, la designación de Mullally supone “el abandono a los anglicanos globales” puesto que “la Iglesia de Inglaterra ha elegido a un líder que dividirá aún más una comunión ya dividida”.
“No podemos reconocer ya al arzobispo de Canterbury como instrumento de comunión y como primero entre iguales de los primados globales”, sostiene el comunicado, abiertamente rupturista, que anuncia que, a partir de este momento, “el único fundamento de comunión será la Biblia, traducida, leída, predicada, enseñada y obedecida en su sentido simple y canónico, respetuoso con la lectura histórica y consensuada de la Iglesia”. Esto es: sin que las mujeres o los gays puedan formar parte de su estructura de gobierno, como sucede en algunas iglesias en Australia, Inglaterra o Estados Unidos, para así restaurar “la estructura original” del Anglicanismo. La nota finaliza anunciando que el próximo mes de marzo, durante una reunión en Abuja (Nigeria), se convocará un Consejo de Primados para “elegir un presidente como primus inter pares”, que sustituya a la autoridad de la arzobispa de Canterbury.
Mullally fue elegida hace dos semanas entre los representantes de la Comunión Anglicana –en la que solo votan los ingleses–, presente en 165 países, aunque no tomará posesión hasta enero. La nueva arzobispa de Canterbury tiene 63 años, está casada y es madre de dos hijos. Fue jefa de la Oficina de Enfermería y directora de experiencias con el paciente en el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido entre 1999 y 2004. Es miembro de la Cámara de los Lores. En su saludo inicial, la nueva arzobispa de Canterbury reconoció la “enorme responsabilidad” que conlleva su nuevo cargo, desde el que liderará espiritualmente a todos los anglicanos, pero afirmó su “paz y confianza en que Dios me guiará”.
La Iglesia Anglicana se asoma así a un cisma mientras este jueves, a las 12.10, la Capilla Sixtina acogerá un servicio ecuménico muy especial. Por primera vez desde, al menos, 1534, las cabezas de la Iglesia católica y la Comunión anglicana, León XIV y el rey Carlos III de Inglaterra, rezarán juntos.
Este evento no tiene precedentes desde la reforma anglicana, cuando en 1534 el entonces rey británico Enrique VIII rompiera con Roma tras el intento frustrado de anular su matrimonio con Catalina de Aragón, algo a lo que el papa Clemente VII no accedió, lo que le llevó a autoproclamarse jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra.
Desde entonces, no existe constancia de que un monarca británico haya compartido un momento de oración en uno de los enclaves más importantes del cristianismo y donde el pasado 8 de mayo fue elegido como sucesor de Pedro el papa León XIV.
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