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COVID-19
¿Tercera dosis en residencias? Los brotes en centros de mayores empujan a buscar alternativas al aislamiento

Rebrotes en las residencias

Mónica Zas Marcos

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La COVID-19 ha vuelto a encontrar una grieta en las residencias de mayores. Los lugares con mayor cobertura vacunal del país se enfrentan a su propia oleada, menos virulenta que otras, pero en algunos casos letal y con un número de contagios parecido al de meses atrás. El IMSERSO ha registrado 1.712 residentes infectados en julio y 50 fallecidos. En febrero fueron 2.156 contagios y 1.246 decesos, por lo que el efecto de las vacunas queda más que patente. Pero la curva actual sigue subiendo. “Nos preocupa”, dijo la ministra de Sanidad el miércoles. Carolina Darias aseguró que se adoptarán las “medidas necesarias para que estos centros, los más golpeados al comienzo de la crisis, sean seguros”.

Las instituciones geriátricas dieron el pistoletazo de salida a la campaña de inmunización en enero y han conseguido porcentajes altísimos de cobertura entre los internos, superiores al 93% con ambas dosis. ¿Qué está pasando entonces? “Las vacunas no dan una inmunidad del 100%, sino aproximadamente del 90% frente a la variante delta y es ese 10% el que se está infectando ahora”, explica José Augusto García, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). “Nos estamos encontrando la misma afectación que en febrero y, aunque los casos son mucho más leves desde el punto de vista clínico, es una situación muy preocupante porque hay residentes que llegan al hospital o que fallecen”, reconoce el experto. 

Un total de 256 centros están afectados por brotes, la mayoría en Catalunya, Castilla y León y Baleares. “Hay gente que dice que las vacunas no funcionan porque algunos ancianos se están muriendo. Claro que funcionan. En lugar de morir muchos de los que se infectan, hay muy poquitos que llegan al hospital”, defiende Alfredo Corell, catedrático de Inmunología en la Universidad de Valladolid. 



¿Qué está pasando en las residencias?

Los familiares y los trabajadores son el gran foco de contagio en los centros de mayores. En el caso de los segundos, la cobertura desciende al 85%. “No podemos obligar a ese 15% a vacunarse, pero hay que hacer mucha pedagogía. Son un vehículo de transmisión entre personas muy vulnerables y frágiles”, pide José Augusto García. El experto recomienda que se vacunen con Janssen para alcanzar la suficiente protección lo antes posible. “Y, desde luego, los profesionales de nueva incorporación deben venir todos vacunados”, añade.

Nos estamos encontrando la misma afectación que en la primera semana de febrero y, aunque los casos son mucho más leves desde el punto de vista clínico, es una situación muy preocupante porque hay residentes a los que hay que derivar al hospital o fallecen

La variante delta es otra de las explicaciones que los expertos encuentran a este pico. A la luz de los datos, hay todavía un porcentaje de mayores que solo recibió la primera dosis de vacuna, con lo que la protección frente a esta mutación más transmisible desciende hasta el 30%. En Catalunya y Euskadi, ascienden al 13% los que aún tienen una dosis pendiente. Respecto a los que recibieron ambas “hay una explicación teórica de por qué personas vacunadas están empezando a tener la enfermedad de modo grave. Y en el caso particular de las residencias, la pérdida de inmunidad de la vacuna se puede deber a tres situaciones fundamentales”, enumera Corell. 

La primera es que “estén inmunodeprimidos y tengan las defensas bajas”. Hay personas que ya tenían el sistema inmunitario deteriorado y que no han respondido bien a la vacuna. “Suele ir asociado a la edad, pero puede haber una persona de 90 años con inmunidad más fuerte que uno de 70”, dice el inmunólogo. “El envejecimiento biológico, que llamamos inmunosenescencia, hace que la respuesta sea menor en las personas mayores que en las jóvenes”, comparte el geriatra García. En segundo lugar, una vez vacunadas, “sus defensas pueden no tener memoria de larga duración y que se pierdan antes”, añaden los expertos.

Por último, los tratamientos inmunosupresores también hacen que se produzca más “fallo vacunal”. Esto ocurre en personas con cáncer, transplantes o patologías autoinmunitarias, “por lo que en el momento de la vacunación puede que no generaran la respuesta suficiente o que su inmunosupresión constante haya hecho que se deterioren antes”, dice Corell. “Estas tres situaciones pueden ser susceptibles de la dosis de refuerzo. No hay evidencia a modo general, pero en grupos muy concretos sí podría ser interesante”, concluye el catedrático.



¿Qué se puede hacer ahora?

Israel, Francia y Alemania han empezado a administrar una tercera dosis a los grupos más vulnerables y de mayor edad. Respecto a esto, la SEGG pide “cautela”: “No hay datos científicos sobre la dosis de refuerzo y debemos esperar a que la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) y las secretarías de Salud Pública de las comunidades se pronuncien”, advierte García.

El aumento de ingresos entre las personas jóvenes pone el foco de vacunación en estos grupos de edad y la OMS ha pedido que se cedan primero a los países menos protegidos. “Entendemos que esa es ahora la prioridad”, expresa García desde la SEGG. Eso sí, “hay certeza de que una tercera dosis no genera efectos adversos y, cuando las agencias den el visto bueno, se debería empezar por las residencias y por las personas inmunodeprimidas”.

“Estoy a favor de una tercera dosis para quienes lo necesiten, pero si eso no hace olvidarnos de implementar más medidas de seguridad en las residencias”, reclama Javier Garzón, portavoz de Marea de Residencias. “La vacuna es el airbag que tenemos contra las infecciones para las personas que tienen las defensas más bajas, pero no es el único problema que tienen los centros”, recuerda. La plataforma pide más EPIs para el personal y pruebas diagnósticas antes de entrar en los geriátricos, tanto para visitantes como para trabajadores. 

Hay certeza de que una tercera dosis no genera efectos adversos y, cuando las agencias den el visto bueno, se debería empezar por las residencias y por las personas inmunodeprimidas

José Augusto García Presidente de la SEGG

La Ponencia de Alertas del Ministerio de Sanidad está buscando opciones para cortar la transmisión, pero los geriatras y los especialistas piden que se den alternativas al aislamiento. “Lo que más nos preocupa no es la COVID, sino que se mueran de pena y tristeza”, expresa Garzón. La Comunidad de Madrid ha renovado el protocolo de visitas a estos centros, recomendando limitarlas a tres semanales de una hora de duración y solo con personas que tengan la pauta completa. Ante el aumento de brotes – 24 con 247 residentes afectados y 31 ingresados– ocho residencias madrileñas han suspendido del todo las visitas.

“Encerrarlos no sirve para nada porque el virus sigue entrando, lo único que consiguen es que sean presos sin condena”, lamenta Garzón. “Aislarlos va fatal”, comparte García, de la SEGG. “No tener contacto abierto con sus compañeros o eliminar las actividades recreativas o fisioterapéuticas hace que se descompensen más fácilmente”, cuenta el experto sobre los que sufren diabetes, hipertensión o enfermedades pulmonares y cardiacas. Además, “la mitad de las personas internas en estos centros tiene demencia y con el encierro están más agitados, más desorientados y más nerviosos”. A nivel general están detectando síntomas de depresión y de insomnio. “Necesitan más profesionales para hacer terapias, así que volvemos a hacer un llamamiento para aumentar la financiación y evitar los graves efectos secundarios del aislamiento”, pide el geriatra.

“Está pasando como en toda la Sanidad: la gente se va porque hay la misma precariedad laboral que antes de la pandemia o más”, opina Javier Garzón. Según él, la situación de las residencias no ha mejorado y no lo hará hasta que no se invierta en ellas. “La solución no puede estar en manos de quien crea el problema”, advierte. Y sobre todo “hay que evitar el confinamiento: si no les dejan salir de una habitación, relacionarse, hacer terapias de recreo ni fisioterapéuticas, o que sus familias vayan a verlos, al final morirán de pena”.

Gráficos realizados por Ana Ordaz.

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