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Entrevista

Yayo Herrero: “Hay una burbuja cultural que nos hace pensar que podemos explotar la tierra de forma ilimitada”

La autora Yayo Herrero.

Ariadna Martínez

12 de diciembre de 2025 21:33 h

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Una cultura escapista. Unos seres que sueñan con no ser animales, no ser mortales, no ser terrestres, y con vivir flotando eternamente por encima y por fuera de los límites físicos. Es parte del retrato que Yayo Herrero (1965), referente ecofeminista, antropóloga e ingeniera técnica agrícola, realiza del pensamiento occidental en su nuevo ensayo Metamorfosis: Una revolución antropológica (Arcadia). Una forma de ver el mundo que nos está convirtiendo, señala, en “colaboracionistas con un proyecto de autodestrucción propia y de otros”. 

“¿Qué es lo que hace que nuestro conocimiento no haya servido, no sirva, para ponernos a salvo? ¿Cómo es posible que una sociedad tan orgullosa de sí misma haya construido una forma de vivir en común que destruye lo que la mantiene viva?” se pregunta para proceder a sumar en la tarea ―colectiva― de dibujar un camino que nos ayude a volver a ser terrestres.

Una de las preguntas que lanza en el libro es: “¿Cómo es posible que una sociedad no reaccione ante una amenaza que sabe que existe?” ¿Cómo es posible?

El motivo, desde mi punto de vista, es el haber constituido ―sobre todo en Occidente― una cultura que yo he llamado “del extravío”, en la que las personas no acabamos de sentirnos parte de la trama de la vida de la que formamos parte. Carecemos de una cierta “humildad de especie”. Esto va acompañado de una falta de percepción de límites y de la convicción de que nuestro propio conocimiento y la tecnología lo va a poder resolver todo. Tanto es así que confiamos más en cosas como el dinero o la tecnología que en nuestra propia capacidad para integrarnos en esta trama. 

¿Cuándo empezamos a convertirnos en seres que, de forma obsesiva, anteponen el jugar a ser dioses y rechazan la vulnerabilidad?

Es algo relativamente reciente. En el ensayo me he remontado al momento en el que se escribe el libro del Génesis y al pensamiento platónico. Se empieza, entonces, a relatar la llegada de los seres humanos a la Tierra como el fruto de un castigo, de un exilio. A partir de ahí, vamos creando una cultura, me refiero a la occidental, en donde el cuidado de la vida ha ido cayendo en un lugar de invisibilidad para sostener una fantasía de individualidad. La cultura patriarcal, desde mi punto de vista, es eso.

Hemos terminado mirando la Tierra y los cuidados desde la exterioridad, la superioridad, la instrumentalidad. Yo creo que una cultura que establece relaciones de control, de dominio y que ejerce violencia sobre aquello que le sostiene, es una cultura condenada antes o después al suicidio. Violentar lo que te sostiene es una muestra, creo yo, de poca inteligencia.

“Vivimos en una especie de burbuja cultural que nos hace pensar que podemos explotar la tierra de forma ilimitada, pese a que no es así, y donde las personas se sienten como seres individuales e independientes, pese a que no lo son”

Defiende que el sistema socioeconómico actual se podría explicar como una especie de “religión civil” basada en el sacrificio de la vida. ¿Cree que vivimos en una especie de fantasía, de delirio? 

Desde mi punto de vista, sí. Ya en su momento Karl Polanyi decía que el capitalismo constituía una especie de fundamentalismo religioso que se sostiene sobre esa lógica del sacrificio. Nos hace pensar que todo merece ser sacrificado con tal de que la economía crezca. Vivimos en una especie de burbuja cultural que nos hace pensar que podemos explotar la tierra de forma ilimitada, pese a que no es así. Dentro de esta burbuja, además, las personas se sienten como seres individuales e independientes, pese a que no lo son.

La ciencia occidental se ha vendido a sí misma como la más elevada. ¿Qué críticas hace el pensamiento ecofeminista a esto?

La mayoría de autoras ecofeministas coincidimos en esa crítica a cómo se ha configurado el modelo de ciencia occidental. La crítica es a lo que hemos denominado “modernidad triunfante”. Es decir, el pensamiento moderno que triunfó al hacerse hegemónico y plasmarse en una buena parte de las aplicaciones tecnocientíficas o incluso las ciencias sociales. Esa “modernidad triunfante” imaginó el mundo y la naturaleza como inerte, y solamente imaginándola como algo muerto desarrolló la capacidad y la tecnología suficiente para matarla. 

La mirada alternativa sugiere que nos haría falta una cierta humildad no solo de especie, sino también epistémica, que sirva para reconocer que muchos de los dibujos que hemos hecho de la realidad no describen la realidad misma, y que hay, además, otras formas de comprender el mundo extremadamente valiosas. Conocimientos que han resultado ser, en el extremo, tremendamente acertados. Estoy pensando, por ejemplo, en los conocimientos sobre la complejidad ecosistémica de muchos pueblos originarios.

“Creo que se está generando una percepción en una parte importante de la sociedad de una cierta ineficiencia de los progresismos para resolver problemas estructurales”

Explica que construir cualquier cosa exige saber y reconocer dónde estamos. ¿Cómo de importante es dejarse atravesar por el dolor que provoca el presente? 

Reconocer la realidad de la que formamos parte es absolutamente esencial para poder cambiarla. No hay forma de poder atajar un momento de enfermedad, de desamor, sin reconocer la causa estructural, fundamental, que lo origina. Con esto no quiero decir que tengamos que ser seres dolientes: todo lo contrario. De hecho, yo soy una persona bastante disfrutona. Pero si el punto de partida es uno fantasioso, edulcorado, que elude cuáles son los grandes conflictos estructurales, resulta que las alternativas que acabaremos diseñando se podrán convertir también en monstruosas. Lejos de resolver los problemas, podrán llegar a incrementarlos.

Denuncia que las izquierdas no están asumiendo la transformación colosal que se necesita para afrontar retos como la crisis ecosocial. 

En general, y sin dejar de reconocer el trabajo de políticos como Pablo Bustinduy o Sira Rego, creo que no la están asumiendo. En parte, creo que tiene que ver con que se ha interiorizado que las personas organizadas no vamos a ser capaces de generar proyectos políticos que acaben siendo emancipadores y de ponerle freno a la destrucción. No, al menos, sin hacer enormes concesiones (discursivas, políticas, económicas). Ahí hay un problema, porque creo que se está generando una percepción en una parte importante de la sociedad de una cierta ineficiencia de los progresismos para resolver problemas estructurales. 

La política institucional ha hecho un esfuerzo enorme por disputar el relato. Sin embargo, creo que es imposible que las instituciones hagan los cambios necesarios para sostener vidas dignas y atajar la crisis ecológica si no hay una cierta masa crítica organizada que desee y esté activa para lograr esos cambios. En este sentido vamos a tener que pensar en cómo organizarnos ante instrumentos represivos que crecen en todos los lugares, como la Ley Mordaza.

¿La gente intuye que las soluciones a la policrisis que estamos atravesando no pueden ser tan simples?

Esto lo hemos apreciado en los procesos participativos del Foro de Transiciones, en donde reunimos a personas heterogéneas y que, en general, no forman parte del movimiento ecologista. La mayoría es muy consciente de que nos encontramos ante una situación de crisis profundísima. Cuando intentan aterrizarlo en sus realidades cotidianas, hablan de dolor, de miedo, de precariedad, de rabia... Hay muchas personas, sobre todo empobrecidas, que cuando les vienen a contar que es posible resolver estos problemas con algunos retoques, se muestran incrédulas, y a veces discursos que pretenden crear ilusión de una forma un poco simplificadora los ven incluso como ofensivos. 

“Me pregunto si la República hubiera sido posible sin las misiones pedagógicas, o sin La Barraca de García Lorca”

¿Cómo podríamos ir acercándonos a ese horizonte de “metamorfosis antropológica”? 

Con el concepto de “metamorfosis antropológica” lo que pretendo decir es que, frente a una especie de mutación distópica que estamos viviendo a la hora de atajar la crisis ecosocial, en la que se da a entender que “el único problema que hay es que sobra gente”, hay otra forma de poder abordar esto. Pero quiero dejar claro que no es una receta ni un programa electoral, sino que son una serie de objetivos que llevan sus propias metas y que podrían ser plasmados en políticas públicas. 

Hablamos de la posibilidad de establecimiento de alianzas público-comunitarias como alternativa a las público-privadas. También es crucial la realización de un trabajo educativo. Hablo de esa educación que protagonizó el movimiento obrero o cualquier lucha política para salir adelante. Me pregunto si la República, por ejemplo, hubiera sido posible sin las misiones pedagógicas o sin La Barraca de García Lorca. Son procesos clave para aprender cosas como que somos seres sujetos a los límites físicos del planeta y capaces de cuidarnos. O que podemos construir economías que no tengan como principal prioridad la acumulación, sino la vida. Creo que el trabajo por debajo de disputa de hegemonía es crucial.  

Hay quien repite que el control, el dominio, la violencia es inherente al ser humano y a cualquier forma de organización social compleja. ¿Esto es así? 

Si hay una disciplina de conocimiento que esté en un momento de profunda revolución esa es la arqueología, y lo que muestra es que, lejos de venir de un pasado simplificado de “salvajismo y barbarie” y llegar a un futuro “esplendoroso” de progreso, en el pasado también hubo culturas que fueron extremadamente complejas.

Estamos hablando de ciudades de decenas de miles de habitantes en donde la evidencia permite decir que fueron sociedades sumamente organizadas, bien conectadas con el territorio en el que se insertaban, con fórmulas económicas diversas y complejas, y en las que no se aprecia una gran evidencia de desigualdad social y de jerarquía, ni tampoco hay rastro de violencia. Ello muestra que no solo funcionamos a partir de la violencia, del sometimiento y del control, sino también de la cooperación, del apoyo mutuo y de la simbiosis. 

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