Las civilizaciones no caen por azar: según la ciencia siempre hay una élite narcisista acumulando poder detrás del desastre

Trump, Putin y Xi concentran un poder que, según Luke Kemp, alimenta riesgos globales y erosiona la estabilidad colectiv

Héctor Farrés

11 de agosto de 2025 18:27 h

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Soldados con armaduras brillantes y armas afiladas han custodiado murallas que parecían eternas y gobernantes han presidido palacios construidos para durar siglos. Imperios que dominaban territorios inmensos creían haber asegurado su permanencia con ejércitos, recursos y alianzas.

Sin embargo, las crónicas y los restos arqueológicos confirman que ningún dominio ha escapado al colapso. Ese patrón, repetido en diferentes épocas y regiones, es la advertencia que impulsa la investigación de Luke Kemp sobre las amenazas que afronta el sistema global actual.

Tres factores recurrentes han facilitado que élites históricas sometieran a poblaciones enteras y consolidaran su dominio durante siglos

Kemp, investigador del Centre for the Study of Existential Risk de la Universidad de Cambridge, lleva años analizando el auge y la caída de más de 400 sociedades en un periodo de 5.000 años. En su libro, publicado tras siete años de trabajo, sostiene que las estructuras de poder concentrado tienden a reproducir desigualdades extremas que terminan debilitando el conjunto. Para referirse a esos sistemas dominantes, utiliza el término Goliaths y los define como sociedades construidas sobre la subordinación de la mayoría.

Numerosas civilizaciones han acabado desapareciendo a lo largo de la historia

Entre los factores que facilitan el surgimiento de esos Goliaths, Kemp identifica tres elementos básicos que denomina combustibles. El primero es la disponibilidad de granos almacenables, que permiten a las élites controlar el suministro alimentario. El segundo es el monopolio de armas avanzadas, como ocurrió con las primeras herramientas de bronce en Mesopotamia. El tercero es la existencia de territorios cercados por accidentes geográficos que impiden a la población huir de gobiernos opresivos, como sucedió en el Egipto antiguo con el Nilo y los desiertos circundantes.

En declaraciones recogidas por The Guardian, Kemp afirma que “la historia se cuenta mejor como un relato de crimen organizado”, ya que ve a esos grupos como monopolizadores de recursos mediante la violencia sobre una población y un territorio. Para él, el problema no reside en una supuesta avaricia generalizada, sino en minorías con fuertes rasgos de narcisismo, psicopatía y manipulación, que concentran poder y riqueza hasta volver frágil la estructura que dirigen.

El aumento de la desigualdad ha precedido a grandes colapsos y, en el pasado, su final llegó a mejorar la vida de muchos

Los ejemplos históricos muestran que el aumento de la desigualdad precede a la desintegración social. El investigador recuerda casos como el del Imperio romano de Occidente o la dinastía Han, y destaca que la vida de muchas personas mejoró tras el colapso de esos sistemas al desaparecer impuestos y cargas impuestas por las élites. Sin embargo, advierte de que la situación actual es distinta porque el entramado económico es global y la dependencia de infraestructuras interconectadas es mucho mayor.

Según Kemp, las crisis pasadas quedaban limitadas a regiones concretas, mientras que una caída del sistema actual tendría alcance planetario. Entre los riesgos que cita se encuentran las armas nucleares, el cambio climático y el desarrollo de tecnologías potencialmente peligrosas como ciertos tipos de inteligencia artificial o patógenos modificados.

El especialista explica que “las amenazas actuales son mucho peores que las del pasado”, ya que, por ejemplo, los cambios climáticos que acompañaron a otros colapsos solían ser regionales y de menor magnitud que los previstos hoy. Por lo tanto, según el pronóstico de Kemp, más vale no tentar a la suerte.

Trump, Putin y Xi son malos ejemplos

El investigador vincula el liderazgo contemporáneo con la triada oscura de la psicología, y señala a figuras como Donald Trump, Vladímir Putin y Xi Jinping como ejemplos de ese perfil en la política global. A su juicio, la concentración de poder no se limita a gobiernos, sino que se extiende a corporaciones y algoritmos que amplifican comportamientos perjudiciales para el conjunto de la sociedad.

Para evitar un derrumbe total, Kemp plantea medidas como instaurar sociedades realmente democráticas mediante asambleas ciudadanas y jurados apoyados por tecnología, así como limitar la acumulación de riqueza con topes estrictos. Argumenta que “más democracia tiende a generar mayor resiliencia” y que mecanismos de participación directa impedirían decisiones dañinas tomadas por grupos reducidos.

Combo de fotografías de archivo donde se observa al presidente de China, Xi Jinping (i), y al presidente electo de EE.UU., Donald Trump. EFE/ Paolo Aguilar / Mohammed Badra ARCHIVO

También propone reformas fiscales que frenen la capacidad de los más ricos para moldear el sistema a su favor. Cita el ejemplo de un magnate petrolero que definía el dinero como una forma de puntuar, y cuestiona por qué permitir que esa “competición” ponga en riesgo el planeta. En su opinión, las narrativas que justifican el dominio de unos pocos se han repetido durante milenios, desde faraones que se proclamaban divinos hasta líderes que prometen protección frente a amenazas externas.

Aunque reconoce que revertir un proceso de 5.000 años resulta extremadamente difícil, Kemp considera que el esfuerzo merece la pena. Insiste en que el colapso no es inevitable si se prioriza la cooperación y se reduce la capacidad de unas pocas élites para condicionar el destino colectivo.

En esa visión, cada persona puede contribuir evitando trabajar para industrias destructivas y promoviendo relaciones basadas en la equidad. El reto es inmenso, pero la historia demuestra que incluso los Goliaths más imponentes han acabado cayendo, y esa certeza, al menos, mantiene vivo el debate.

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