Hechas con piedra y techo de paja, estas originales construcciones servían de refugio para ganaderos y pastores
Son edificaciones emblemáticas de la arquitectura tradicional de Asturias que evocan la historia y la tradición, especialmente en Somiedo, un pequeño pueblo de unos mil habitantes de esta zona del norte de nuestra península. Estas construcciones, de gran originalidad, son estructuras de piedra con cubierta vegetal, y su valor patrimonial reside en que forman parte de un paisaje etnográfico de extraordinario valor. Junto con el oso, se han convertido en uno de los iconos de este lugar conocido por su naturaleza, aire puro, historia y tradición. Y se las conoce como “teitos”, que significa “techumbres”. Aunque la denominación se refiere a la cubierta, el término se usa actualmente para nombrar a toda la construcción. Los somedanos, sin embargo, los llaman “cabanas”, siendo la forma más correcta “La cabana de teito”.
Originalmente, estas edificaciones estaban destinadas a cabañas, viviendas, pajares o cuartos auxiliares. En la actualidad, han sobrevivido principalmente aquellas destinadas a pajares o cabañas, mientras que las viviendas residenciales son casi testimoniales. Las cabañas de teito están situadas en las brañas, que históricamente eran poblados de verano destinados al aprovechamiento de los pastos de montaña. Se encuentran principalmente en los concejos de Somiedo y Teverga, ambos declarados zonas protegidas en Asturias. Estas zonas de “verano” o “braña” se poblaron con numerosos refugios a medida que los ganaderos subían con el ganado en la época estival, dando lugar a valiosos conjuntos etnográficos.
Estas estructuras generalmente presentan una planta baja utilizada como cuadra y un bajo cubierto que funciona como pajar. Se empleaban tanto para guardar las vacas como la hierba seca, y en ocasiones contaban con una habitación para el pastor. Los muros se construían con piedra seca sin argamasa, y la estructura de madera de la cubierta se levantaba sin emplear uniones metálicas. La cubierta o techo se realizaba empleando la escoba o retama, un arbusto silvestre muy abundante en la zona. Esta singular arquitectura tiene su origen en la arquitectura popular autóctona y posee una clara ascendencia indígena, entroncando con una amplia área de distribución que abarca todo el arco atlántico.
De hecho, su origen es tan antiguo que puede denominarse indígena, documentándose la casa de piedra con cubierta vegetal desde el Bronce Final, alrededor del siglo VIII a.c., con la aparición de los castros. La adopción de esquinas cuadradas con la llegada de Roma representó uno de los cambios más significativos en esta tradición constructiva. El valor patrimonial de los teitos va más allá de la construcción individual, pues debe entenderse como parte de un microcosmos social y cultural mantenido intacto durante generaciones. La situación periférica de las brañas, junto con su uso limitado en el tiempo y la funcionalidad específica de las construcciones, facilitaron la conservación de las tipologías tradicionales. Este sistema productivo se mantuvo vivo en las brañas asturianas hasta finales del siglo XX, lo que permitió que estas singulares construcciones, que conservan de manera genuina la esencia de otra época, llegaran hasta nuestros días.
Ejemplos similares
Los llamativos teitos se enmarcan dentro de la cultura noreuropea de cubiertas de paja, con ejemplos muy parecidos en países como Gran Bretaña, Francia u Holanda, donde se siguen construyendo viviendas con cubiertas vegetales. A lo largo y ancho de nuestra geografía, sin embargo, solo existen edificaciones similares en Galicia y León, conocidas allí como pallozas. Una diferencia clave reside en el uso de la vivienda, pues las cabañas asturianas mantenían separadas la funcionalidad habitacional y la de cuadra, mientras que, en la parte gallega y leonesa, el ganado se incluyó bajo la misma techumbre. Pese a lo que pudiera parecer, la cubierta vegetal proporciona un aislamiento muy eficiente y económico, especialmente valioso en las construcciones de montaña donde las temperaturas invernales son bajas.
De ahí que no sorprenda que se haya llegado a documentar que un teito que cuente con un fuego en el interior puede mantener una temperatura de 15ºC sin dificultad. La sencillez de la construcción permite, además, un aislamiento muy efectivo contra la humedad exterior. La situación actual de las cabañas de teito, eso sí, ha decaído en los últimos tiempos. El cambio de estructuras de producción, junto con las migraciones del ámbito rural al urbano y los nuevos paradigmas culturales y económicos, marcó el inicio del fin de este sistema ganadero centenario. Desde mediados del siglo XX, el abandono de estas construcciones ha sido notable, agravado por el hecho de que cada vez menos gente conoce las técnicas de trabajo para “reteitar” y mantener las viviendas.
De los más de 300 teitos que fueron inventariados en los años noventa, hay expertos en la materia que aseguran que solo unas pocas decenas han llegado a nuestros días en buen estado de conservación. La gran mayoría han visto cómo se ha deteriorado la estructura, lo que supone que una de las señas de identidad del patrimonio cultural asturiano ha ido en retroceso. Conscientes de la importancia de este patrimonio, eso sí, las administraciones públicas han comenzado a prestar atención al mantenimiento de estas viviendas desde finales del siglo pasado. Estas medidas incluyen inversiones para su recuperación, la puesta en marcha de espacios museísticos y de divulgación, y el uso de iniciativas privadas relacionadas con la hostelería para fomentar su conservación. De hecho, recientemente ha surgido la asociación “Teito Natural Roof”, en el propio Somiedo, con el objetivo de simplificar las trabas burocráticas para el acceso a subvenciones y poner en valor este patrimonio.
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