Estos son los 5 tipos distintos de deporte extremo que solemos reducir en “paracaidismo”

Un paracaidista se lanza de un helicóptero militar durante la Expo Aeronáutica Industrial 2025 este sábado, en Maracay (Venezuela). EFE/ Leman Pasquale

Adrián Roque

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Cuando hablamos de paracaidismo, solemos imaginar lo mismo: salto desde un avión, caída libre, paracaídas abierto y aterrizaje limpio. Pero para quienes viven este mundo desde dentro, la realidad es mucho más amplia. El paracaidismo no es un único deporte, sino una familia entera de deportes extremos con técnicas, velocidades, formaciones y exigencias totalmente diferentes. Un universo donde no basta con lanzarse al vacío: hay que aprender a volar.

Quien se inicia lo hace con cautela, acompañado, a ritmo lento. Quien continúa termina descubriendo modalidades que rozan las artes aéreas, desde giros imposibles hasta figuras colectivas en pleno cielo. Y sí, todas ellas siguen cabiendo bajo la etiqueta de paracaidismo, pero sería injusto quedarnos solo con esa palabra.

Aquí van los cinco tipos más conocidos, ordenados para entender por qué este deporte es mucho más que una caída libre.

1. Freefly

El freefly es la disciplina que más ha cambiado la manera de entender los deportes extremos en el aire. Es pura libertad: cuerpo boca arriba, sentado, cabeza abajo y velocidades que superan los 300 km/h. Aquí no se trata de “caer”, sino de maniobrar como si el salto fuera un gigantesco tubo de viento.

Quien practica freefly debe dominar posiciones básicas como el back flying (volar de espaldas) o el sit flying (como si estuviera sentado en el aire). Pero el gran desafío llega con la postura cabeza abajo: un dominio técnico que requiere decenas de horas de salto y una absoluta estabilidad. Es, sin duda, una de las disciplinas más visuales y espectaculares del paracaidismo.

2. Tándem

En el lado opuesto se encuentran los saltos en tándem, la modalidad más segura y accesible para iniciarse. Es la experiencia clásica que muchos viven una vez en la vida: un instructor profesional detrás, un arnés doble y una caída libre de casi un minuto desde más de 3.000 metros.

Los saltos en tándem no requieren experiencia previa. Tras una breve clase teórica en tierra, toca respirar hondo, asomarse al vacío y dejar que el instructor haga el trabajo técnico. Es probablemente la forma más sencilla y controlada de sentir la adrenalina del paracaidismo, sin tener que aprender todavía maniobras de vuelo.

3. Skysurf

El skysurf es una de esas disciplinas que explican por qué los deportes extremos tienen tanto magnetismo. Es paracaidismo… pero con una tabla atada a los pies. Una mezcla de freestyle aéreo y surf vertical que exige más de 200 saltos antes siquiera de poder empezar a practicarlo.

El paracaidista debe controlar rotaciones, giros, frenadas y acrobacias completas en una caída libre que se convierte en una especie de ola eterna. El skysurf vivió momentos de enorme popularidad en los 90 y 2000, pero sigue siendo una disciplina muy respetada por su dificultad técnica y su espectacularidad visual.

4. Precisión

Lejos del espectáculo acrobático, esta disciplina nació como competición en los años 30. El objetivo: clavar el aterrizaje en un punto concreto del suelo. Tan simple como eso y, a la vez, tremendamente difícil.

En el paracaidismo de precisión, cada saltador realiza diez descensos desde unos 800 metros, intentando posar el pie exacto sobre una diana que normalmente mide apenas dos centímetros. Aquí no importa la acrobacia ni la velocidad, sino el control absoluto del paracaídas. Es una de las ramas del paracaidismo donde más cuenta la técnica fina y menos el riesgo.

5. Paracaidismo en grupo

Por último, están las disciplinas colectivas, desde formaciones sencillas entre pocas personas hasta los famosos big ways, figuras imposibles que requieren más de 30 deportistas sincronizados en el aire. En estos saltos, cada centímetro cuenta: un movimiento brusco puede romper la figura y obligar a reorganizarla en cuestión de segundos.

Dentro del paracaidismo en grupo existe también el trabajo relativo de velamen, donde las formaciones se realizan con el paracaídas abierto. Es menos conocido, pero tremendamente exigente: volar controlando la dirección y la distancia al milímetro mientras otros paracaidistas hacen lo mismo alrededor.

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