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La década en la que Julian Assange se convirtió en el gran enemigo político de EEUU

EE.UU. acusa a Assange de "conspirar para infiltrarse" en el sistema del Gobierno

Carlos del Castillo

Julian Assange ha sido detenido este miércoles por agentes de la Policía Metropolitana de Londres. Arrastrado fuera de la embajada de Ecuador en la capital británica, el hacktivista australiano vociferaba mientras exhibía un aspecto desaliñado, potenciado por un cabello y barba descuidados. El color plateado ya no le daba un plus a aquella imagen insumisa del hacker que ayudó a dejar claro el potencial de Internet para alterar los flujos tradicionales de transmisión de información.

En 2009, Julian Assange lideraba una Wikileaks que empezaba a crecer a mucha velocidad. La había fundado tres años antes como experimento indefinido entre el periodismo y el activismo. Su objetivo era utilizar las redes para descentralizar la información y dar la oportunidad a los ciudadanos de saltarse los filtros que suponían los estados y las corporaciones periodísticas. “Privacidad para el débil y transparencia para el poderoso” fue el lema que rigió su trabajo, que siempre defendió como “periodismo científico” por el método empírico que empleaba: que los ciudadanos pudieran acceder a la fuente de información primaria y contrastar por sí mismos los mensajes de los gobiernos y las publicaciones periodísticas.

Assange y su organización estaban usando la red como una palanca de contrapoder. Se movían entre el escepticismo de aquellos que pensaban que Internet y los que surfeaban su ola serían una moda pasajera, los periodistas interpelados por la displicencia de un joven que pretendía hackear sus códigos profesionales, y aquellos que lo alababan como un visionario. Tan solo un año después Assange y Wikileaks demostrarían a todos que aún podía acelerar mucho más, convirtiéndose en uno de los grandes enemigos políticos de EEUU.

Asesinato colateral 

En abril de 2010 Wikileaks filtró el vídeo Collateral Murder (Asesinato colateral) que mostraba la grabación realizada desde un helicóptero de combate de EEUU en una de sus misiones en Irak en 2007. En las imágenes, los tripulantes se mofan mientras abren fuego indiscriminadamente sobre civiles y personas desarmadas. Entre ellas se encontraban el periodista de la agencia Reuters Namir Noor-Eldeen y su conductor, Saeed Chmagh, acribillados en el acto. 

A la filtración de Collateral murder le siguió en julio y octubre la publicación de los Diarios de la Guerra de Afganistán y los Registros de la Guerra de Irak. Fue la primera vez que Assange, hacker desde su juventud, abrió el sistema de trabajo de las redacciones periodísticas, hizo cambios en su código y lo puso a funcionar de otra manera. Forzó al periódico estadounidense The New York Times, al británico The Guardian y al alemán Der Spiegel a que dejaran de lado el concepto 'exclusiva' y trabajaran de forma colaborativa. Les suministró filtraciones de alcance mundial sobre acciones del Ejército de EEUU incluyendo fuego amigo, muertes de civiles y tejemanejes de los servicios de inteligencia con los talibanes.

Este sistema llegó a su momento culminante con la filtración de documentos diplomáticos de EEUU, lo que en unas incipientes redes sociales se conoció como 'cablegate'. El 28 de noviembre de 2010, los diarios El País, Le Monde, The Guardian y The New York Times, y el semanario Der Spiegel, empezaron a publicar 291 de los 251.287 documentos en poder de Wikileaks. Estos medios no tendrían el monopolio sobre la información ya que Assange publicaría los documentos en bruto a la vez a través de Wikileaks y permitiría que cualquiera que los descargara los interpretara por su cuenta. Esto provocó, alertaron los críticos, que muchos nombres de personas inocentes, en ocasiones fuentes de información de organizaciones sociales o embajadas, quedaran expuestos públicamente sin ninguna protección. Wikileaks siempre aseguró que no había publicado los documentos que pudieran poner en peligro la seguridad de los involucrados.

Gracias a los cables de Wikileaks supimos, por ejemplo, que EEUU presionó con éxito al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para dificultar la investigación del asesinato del periodista José Couso durante la invasión de Irak de 2003. También se reveló que el controvertido proyecto de Ley Sinde para acabar con la piratería se redactó con indicaciones directas de la embajada de EEUU en Madrid, que peleaba para proteger a su industria de contenidos.

En cada país, los cables filtrados por Wikileaks provocaron diferentes debates que, según los analistas, están en el germen de las protestas masivas vividas los años siguientes en países árabes, España o EEUU.

Enemigo público 

EEUU, que vigilaba de cerca a Wikileaks desde su misma fundación, pasa al ataque y decide que hay que frenarla a toda costa. Los medios de comunicación tuvieron un papel central en la amplificación y explicación de lo que suponían los documentos filtrados, pero el Gobierno de EEUU no cargó contra ellos. Lo hizo contra el punto sobre el que pivotaban, Wikileaks, que también era el eslabón más débil de la cadena.

Assange y su organización habían cambiado para siempre la forma de hacer periodismo. Su influencia fue clave en algunas de las grandes revelaciones posteriores, como la de Edward Snowden en 2013, o las coordinadas por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (Papeles de Panamá) a partir de 2016. Hoy el término “Wikileaks” aparece citado en, al menos, 47.600 trabajos académicos. Pero el australiano y los suyos no tenían un título universitario, ni un carnet de prensa, ni estaban contratados por un medio de relevancia. Eran hacktivistas y, por tanto, el intermediario que hacía posible las revelaciones que estaban dejando al descubierto los secretos de la principal potencia mundial. Fueron atacados con todo lo que el Gobierno de EEUU podía movilizar contra ellos. La mayor parte de periodistas y medios con los que habían hecho historia tan solo meses antes asistió a la ofensiva sin movilizarse en su defensa.

En diciembre de 2010 EEUU se sirvió de sus multinacionales digitales para atacar a Wikileaks en su terreno. Amazon, Visa y Paypal tumbaron los servidores donde la organización alojaba la información y bloquearon sus cuentas, haciendo además imposible que siguiera recibiendo las donaciones de las que sacaba sus recursos económicos. Esto paraliza momentáneamente a la organización que, aunque se reorganiza y continúa publicando filtraciones apoyada por otros medios, nunca logrará abandonar su puesto en la lista de los máximos enemigos de EEUU. 

Criptopunks y ética hacker 

Lo que Assange estaba aplicando al periodismo eran conceptos básicos de la producción en red y las lógicas de Internet. Quería descentralizar la comunicación de información de los polos que formaban las grandes corporaciones periodísticas y que cualquiera, en cualquier momento y desde cualquier lugar pudiera fiscalizar sus publicaciones accediendo al código fuente de la noticia, los documentos y datos en bruto que la respaldaban.

Intentó aplicar la “privacidad para el débil y transparencia para el poderoso” en ambos sentidos. Consideraba a los magnates del periodismo como una parte más del poder y les reclamaba transparencia como a los gobiernos y las grandes empresas. A la vez, trabajó en la anonimización de las fuentes de información a través de la criptografía, el sistema para cifrar las comunicaciones y anonimizar a las fuentes. Pretendía llegar a un modelo en el que cualquiera pudiera dar a conocer una irregularidad sin temer la persecución de aquellos a los que denuncia. Los buzones de denuncia seguros como Filtrala.org, con el que colabora eldiario.es, beben de esta misma ambición y surgieron de su ejemplo. 

Assange consiguió proteger a las fuentes de Wikileaks en casi todos los casos, pero la responsable de las principales revelaciones de la organización confió en quien no debía y terminó detenida. Chelsea Manning, entonces conocida como Bradley Manning, filtradora de los documentos que sustentaron las publicaciones sobre Irak y Afganistán, así como del vídeo Collateral murder, le confesó su papel a Adrian Lamo, otro hacker que la denunció al FBI.

En el juicio militar contra Manning se trató una de las claves que marcará a partir de ahora el futuro de Assange. ¿Qué es Wikileaks? ¿Qué son sus miembros? El tribunal debía decidirlo para juzgar si Manning era una traidora que había colaborado con el enemigo. Para determinarlo los jueces citaron a Yochai Benkler, catedrático de Harvard, que declaró que Wikileaks “cumplía en el periodismo en Internet el papel específico de proporcionar una solución en red para el periodismo de investigación basado en filtraciones, que en el pasado solo realizaban organizaciones relativamente grandes y unificadas”. Digital, colaborativo, basado en filtraciones anónimas y que publica los datos en bruto, pero periodismo a pesar de todo.

Manning se libró del cargo de “colaborar con el enemigo” que le habría costado la muerte o la cadena perpetua. Le cayó una condena de 35 años, la mayor impuesta nunca en EEUU a un filtrador, de la que terminó siendo indultada por Barack Obama en su último día en el cargo. En un movimiento previo a la detención de Assange, Manning volvió a ser detenida el 8 de marzo de este año por negarse a declarar sobre Wikileaks. A día de hoy sigue en prisión.

Acusación judicial 

En diciembre de 2010, antes de la filtración de Collateral murder, Assange fue acusado de abuso sexual por dos mujeres durante un viaje a Suecia. Se entregó a la justicia en la mañana del 7 de diciembre de 2010, pagó una fianza de 200.000 libras (recaudada con donaciones) y voló al Reino Unido. La Fiscalía sueca volvió a reclamarle tras la filtración de abril, pero Assange no acudió. Aseguraba que Suecia sería la antesala de una extradición a EEUU, donde sería juzgado por revelar secretos que comprometían la seguridad del país.

La investigación de la Fiscalía sueca siguió adelante. Assange continuó filtrando documentos que destapaban la guerra sucia estadounidense y su presión a gobiernos de todo el mundo para imponer su voluntad política y económica. 

Ante su incomparecencia, Suecia emite una orden europea de detención. Reino Unido aceptó extraditarle en 2012 y le envió una citación judicial a la que tampoco respondió. Fue entonces cuando Assange pidió asilo en la embajada de Ecuador, entonces gobernado por Rafael Correa, y comenzó su encierro de 7 años.

La Fiscalía sueca retiró la orden de detención europea en 2017, pero Reino Unido mantuvo la suya por no haber comparecido a la citación judical. Assange quedó varado indefinidamente en la embajada, una situación que Naciones Unidas denunció como “arbitraria y desproporcionada”. En los siete años que el australiano pasó en la embajada ecuatoriana en Londres su imagen física se ha deteriorado notablemente. También su estado psicológico, según han confesado varios de los colaboradores que lo han visitado en los últimos tiempos.

En 2017 Assange se involucró activamente en la causa nacionalista catalana, ayudando a la internacionalización del procés con su gran alcance en redes sociales. El Gobierno español lo denunció como un agente ruso, pero no hay ninguna prueba de esta conexión. La única evidencia es que el hacktivista se convirtió en un potente influencer del soberanismo. Puede que fuera contratado por alguna agencia de comunicación con ese objetivo, así como que lo hiciera por una convicción política. No hay evidencias de ninguno de los dos extremos.

La presión española a causa de su vinculación con el procés enturbió aún más su relación con el Gobierno de Ecuador, para el que fue un elemento incómodo desde la salida de Correa. La embajada cortó su acceso a Internet a raíz de las quejas del Gobierno de Mariano Rajoy y redujo aún más su capacidad de movimiento. Varios medios británicos han venido informando desde 2018 de que el nuevo presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, estaba negociando con la administración británica los detalles de su entrega.

Estados Unidos nunca anunció públicamente un proceso contra Assange, hasta hoy. La Fiscalía del país ha anunciado una acusación de conspiración tras su detención por parte de la Policía británica, un delito por el que podría ser condenado hasta a cinco años de prisión. Su defensa considera que es solo el primer paso para imputarle más delitos en cuanto pise suelo estadounidense.

El futuro de Assange dependerá en gran medida de si los jueces le consideran un elemento más del proceso periodístico desencadenado para llevar a cabo las revelaciones que protagonizó Wikileaks, o un agente extranjero que ha atentado contra su seguridad nacional. La acusación a buen seguro aprovechará la filtración a Wikileaks de los correos hackeados al Partido Demócrata de EEUU en la campaña presidencial de 2016 y que ayudaron a Donald Trump a hacerse con la presidencia. El autor del hackeo de los servidores del partido de Hillary Clinton resultó ser un oficial de Inteligencia ruso, lo que para muchos analistas estadounidenses es una prueba irrefutable de la relación de Julian Assange con Rusia y Vladimir Putin.

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