Mi abuela ya no hace ganchillo, whatsappea
Suena antiguo decir que la revolución tecnológica ha cambiado los hábitos sociales. Si hoy Holden Caulfield, el legendario personaje creado por el escritor J.D. Salinger, quisiera ser guardián entre el centeno y huir del mundanal ruido, seguro que se llevaría un smartphone. Sobre todo, si viviera en España, donde estos dispositivos continúan sumando adeptos. En apenas un par de años, los consumidores de este tipo de teléfonos móviles han pasado a ocupar un 63,2% del total. Una tasa que -pese a sus precios, la recesión y lo que el periodista Ramón Muñoz califica de “paro africano”- encabeza la lista de países miembros de la UE. La siguen Reino Unido (62,3%), Francia (51%), Italia (51,2%) y Alemania (48,4%), según el informe La Sociedad de la Información en España en 2012 elaborado por la Fundación Telefónica.
No hace falta rebuscar mucho para percibir estos datos en la vida cotidiana. A todas horas, en cualquier rincón, millones de personas utilizan estos terminales para intercambiar mensajes, interactuar en las redes sociales o tomar el pulso de su carrera diaria. Los teléfonos, inventados para una comunicación eminentemente oral, han sido relegados a otras funciones antes inimaginables. Y el ortopédico uso del dedo índice para zarandear la ruleta que marcaba los números de los primeros aparatos se ha aliado con el pulgar para acercar o alejar imágenes. Una acción que hasta hace pocos años era impensable y que encaja a la perfección con lo destacado por el articulista Daniel Lyons sobre Steve Jobs, el gurú de Apple: “Tiene una capacidad inquietante para crear dispositivos que no sabíamos que necesitábamos, pero sin los que, de pronto, ya no se puede vivir”.
Las habilidades manuales no se quedan ahí. El móvil se ha erigido también como fuente principal para navegar por la Red. En España, de los 27.920.288 millones de usuarios de Internet que había a finales de 2012, casi la mitad lo hizo a través de este tipo de aparatos, según el perfil sociodemográfico del internauta del Instituto Nacional de Estadística (INE). Una cifra que incluye a los seis millones de personas que se encuentran permanentemente conectados a la Red y que alcanzan un 43% de las conexiones, el triple que en 2011.
Correos electrónicos como Hotmail o Yahoo, las tres W de World Wide Web, móviles, chats y auge del Messenger, la irrupción de grandes buscadores como Google y el cénit de redes sociales como Facebook, Tuenti o Twitter. Todo empezó hace varias décadas y ahora asistimos a la consolidación absoluta de las nuevas tecnologías, un progreso en constante cambio y de futuro incierto: “Lo imprevisible es parte del encanto de la evolución tecnológica, pero hay una serie de factores que pueden dar pistas, como la mayor integración de dispositivos, la miniaturización o el pago por móvil”, afirma Mauro Fuentes, director de la red internacional Social@Ogilvy en España, desde donde auguran que “los próximos años serán aún más vertiginosos”.
Un avance no exento de inconvenientes. Los expertos de los medios sociales reconocen determinados peligros palpables como timos, control de la población, espionaje, adicción o censura, pero coinciden en subrayar los beneficios evidentes de las herramientas del mundo virtual. “Cada vez será más complicado no tener un dispositivo de comunicación, pero no será crítico porque podremos acceder desde cualquier otro, ya que casi todo estará en la nube”, recuerda Fuentes, que anima a adherirse a esta corriente: “Si está alejado de las nuevas tecnologías le invitamos a formarse, a acercarse a ellas, a usarlas sin miedo”. “Es casi irreversible unirse. Y cada uno podrá decidir con más criterio si conoce a lo que se enfrenta”.
¿Quién no ha comentado en alguna reunión de amigos aquellos años en los que no teníamos teléfono móvil y, sin embargo, la vida era posible? ¿Quién no se ha echado las manos a la cabeza entre conocidos que no separan la vista de las pantallas? A pesar de las puntuales lamentaciones, estos aparatos nos han facilitado la existencia. “La telefonía móvil ha proporcionado mejoras y bienestar a la sociedad”, recalca José Romero, director de Comunicación de Vodafone España. “Pienso en cómo la banda ancha permite conectar un negocio a Internet en muchos pueblos de la geografía española o cómo nos permite estar más cerca de nuestros familiares, amigos o conocidos”.
El salto cualitativo y cuantitativo de los smartphones y de las redes sociales promueve el acceso a la información en cualquier sitio y en cada momento. Como afirmaba el inventor del primer navegador para Internet, Marc Andreessen, “hay más gente con móvil que con agua corriente”, algo que “jamás había ocurrido”. Un hecho que no puede obviar otro: tal y como denuncian habitualmente las asociaciones defensoras del consumidor, el sector de las telecomunicaciones es uno de los que recibe más reclamaciones por parte de los usuarios. “Somos conscientes de que en la atención al cliente hay que mejorar, ya que cada día se reciben aproximadamente tres millones de interacciones de cualquier tipo”, reconoce José Romero, de Vodafone España.
El responsable de la compañía también asume que, en esta época de crisis, “los clientes se ajustan más a la tarifa que han contratado” y que el de la telefonía es “uno de los sectores más deflacionistas, con caídas del precio por minuto en torno al 6 ó 7 por ciento” cada año. Aun así, José Romero se muestra contundente ante el porvenir: “Es posible vivir sin móvil, pero cada vez es más complicado hacerlo sin acceso a Internet para informarnos, participar en las redes sociales, utilizar servicios de mensajería e incluso saber qué tiempo hará mañana”. En este sentido, la recesión que sacude a la sociedad ha convertido Internet en “un aliado incomparable para la búsqueda de empleo e incluso para la creación de nuevos negocios, bien sea a través de un smartphone, un Tablet o los nuevos dispositivos permanentemente conectados que irán llegando”.
También para enfrentarse al nuevo paradigma laboral. En un estudio reciente, la compañía de marketing online Socialmenta indica que casi el 90% de las startups españolas, que son las empresas con menos de tres años en el mercado, tienen una presencia muy llamativa en Twitter, Facebook y Linkedin. Una visibilidad que les permite dirigirse a una audiencia en aumento y adecuarse a la ubicuidad del universo virtual que nos rodea.
Muchas personas también se refugian en las redes sociales como forma de ocio y de infalible compañía. En declaraciones al diario El País, el profesor de psicología de Oviedo José Errasti Pérez remarcaba el papel benéfico de estas plataformas: “Cuando somos observados sentimos cosas diferentes y nos comportamos de forma distinta. Antes de opinar nos lo pensamos más y, al no expresarnos cara a cara, lo hacemos con mayor desapego e histrionismo”.
Pero no sólo en el ámbito de las relaciones profesionales o personales se antojan ineludibles estos sistemas de comunicación. También en materia educativa: la red social de profesores Ineverycrea celebró el pasado febrero la tercera edición del Cafécrea, un encuentro que invitaba al uso responsable de los recursos tecnológicos. Expertos, docentes, padres y alumnos se sumaron al debate sobre la construcción del espacio digital porque ya no hay marcha atrás. La nueva tiza va ligada inevitablemente a un teclado o a un proyector, y la finalidad es guiar a los jóvenes ante las nuevas pantallas.
Steve Jobs aseguró en alguna ocasión que “la mejor forma de predecir el futuro es inventarlo”. Hoy se da un paso más con el fin de “reinventarnos”. Los hábitos sociales han variado entre los ciudadanos de gran parte del mundo: mi abuela ya no hace ganchillo, ahora whatsappea.
Fotografía: Javier Arcenillas