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Todos los datos de tu vida digital empiezan en The Glass Room

David Sarabia

Nadie sabe cuánto vale un like en Facebook, pero nunca sale gratis. Cuesta un pedazo de privacidad: un puñado de líneas de código donde se detallan, entre otras cosas, el nombre, los apellidos, la edad y el desempeño de la persona. Es suficiente para que la multinacional de Mark Zuckerberg establezca un perfil y seleccione qué mostrar en el tablón y qué no. Qué anuncios suscitarán tu interés y cuáles no.

Es el negocio de los datos, personificado en Facebook por tener 2.200 millones de usuarios pero extendido a todas las grandes multinacionales tecnológicas. Ni a Zuckerberg ni a su algoritmo le importan que juegues al baloncesto, que Harrison Ford sea tu actor favorito y que hables tres idiomas. Pero cuando esos datos se cruzan con tu nombre, tu ocupación, el lugar donde vives y tu edad, los algoritmos empiezan a tener carne de la que alimentarse.

Para llamar la atención sobre esto, de vez en cuando surgen iniciativas como The Glass Room: explorando tu vida digital en Medialab Prado, una exposición que se inaugura el viernes y que estará allí hasta el próximo 15 de diciembre. Tachtical Tech y la Fundación Mozilla están detrás del evento, por el que ya han pasado más de 40.000 personas entre Berlín, Nueva York y Londres, paradas previas antes de Madrid.

La exposición es pequeña pero matona. Es una “versión de bolsillo” como apunta la organización, de lo que ya se pudo ver en los otros países. La Asociación Ondula ha recogido el testigo y con el beneplácito de Medialab, han montado varias actividades centradas en los datos y el uso que las grandes compañías hacen de ellos. También habrá talleres gratuitos, repartidos entre septiembre y octubre, centrados en protección de datos, Inteligencia Artificial y privacidad.

¿Soy yo o son mis datos?

The Glass Room empieza planteando al visitante una reflexión sobre sus datos: si de verdad son tan únicos como nosotros, si somos conscientes de cuántas compañías saben cómo nos llamamos y dónde vivimos, si nos hemos parado a pensar, alguna vez, que cuando una herramienta es gratuita es porque requiere algo a cambio. Tras cavilar, viene la acción.

¿Es posible que exista un tenedor inteligente conectado a una app que analiza nuestras constantes vitales y nos recomienda qué comer, cuánto o como? ¿Y qué hay de un anillo con el que se puede pagar en cualquier comercio y que, también, pide acceso a nuestros datos personales? Son solo dos ejemplos, pero hay más en la primera instalación del Glass Room, que plantea si el objeto del IoT (Internet de las Cosas) que vemos es real o es inventado.

No son solo “cosas” conectadas a Internet: son máquinas accediendo a tus datos personales y transfiriéndolos a grandes multinacionales como Google. El gran buscador no podía faltar y por eso la muestra le dedica un mapa del mundo entero. El objetivo es ir buscando todas y cada una de las empresas que posee Alphabet (la matriz de Google) y que están diseminadas por todo el mundo e ir marcando con los colores de la compañía cada una. Una pista: hay más de ocho y menos de mil.

Todo suyo, nada tuyo

Otra instalación muestra párrafos, escogidos a propósito, de los términos de uso de varias apps populares. Allí se puede leer, por ejemplo, que Tinder almacena los chats con otros usuarios o que Fitbit recopila datos como el peso, la comida, las horas de sueño y la cantidad de agua que bebe una persona. Probablemente no lo sabías, pero lo aceptaste al instalar el software en el teléfono. Hay muchos más ejemplos perturbadores.

También hay un vídeo de un señor leyéndose las 73.000 palabras contenidas en los Términos y Condiciones de Uso del Kindle de Amazon.

Y al final, Zuckerberg. La última instalación es un diorama que representa la burbuja de privacidad en la que vive el creador de Facebook. Él, su entorno y su familia son herméticos. En cambio, los datos de los usuarios de su aplicación se usan para ganar elecciones en EEUU (y quién sabe si en más partes del mundo) y viajan de empresa en empresa, vendiéndose al mejor postor.

Pero no todo está perdido: por eso The Glass Room regala a sus visitantes un “Data Detox Kit”, un sobre que contiene ocho pasos para desintoxicarnos de las redes sociales, las páginas webs que tienen nuestras cookies y las apps que saben todos nuestros datos. También se puede hacer a través de este link. Dura ocho días y, como las dietas, si se hace bien seguro que funciona.

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