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Las editoriales se quedan sin ayudas para la digitalización de su fondo

El Ministerio ha denegado la ayuda a varias editoriales para digitalizar su fondo // Foto: Jorge Mejía Peralta (Flickr)

Paula Corroto

Madrid —

Esta vez la bola de los recortes le ha tocado a las plataformas digitales de contenidos culturales. A comienzos de octubre, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte publicó los proyectos que han pasado el corte y el presupuesto total propuesto. Poca sorpresa: 200.000 euros menos que en 2013 y hasta más de tres millones menos que en 2012. Así, si aquel año fueron 5.375.000 euros, y el año pasado fueron 2.257.000 euros, este año se ha quedado en 2.016.341,96 euros (a la espera de la publicación definitiva en el BOE). Del listado que solicitaron la subvención aparecen como denegadas numerosas editoriales que la habían pedido para la digitalización de su fondo, como Salto de Página, Maeva, Anagrama y Ediciones B. En total se le ha denegado a 662 empresas culturales con proyectos digitales, la mayoría microempresas.

No obstante, si se observa con detenimiento la lista de los admitidos, varios de ellos se dedican a la venta de entradas, apps infantiles y guías. Entre las empresas, Servitoro S.L, cuyo proyecto es “contenidos culturales de tauromaquia” (16.317 euros). Según su web, Servitoro se dedica a vender entradas para eventos taurinos y también merchandising como el bolso llamado ‘Átate los machos’, que cuesta 180 euros.

Los datos que aporta el Registro Mercantil señalan que fue fundada en 2012 con un capital social de más de 100.000 euros y que su facturación oscila entre los 250.001 euros y los 750.000 euros. También se han otorgado 10.000 euros a Flamenco Streaming SL, una empresa que cuelga en su web visionados de espectáculos de flamenco. Y, sin embargo, poco presupuesto para aquellas empresas que sí están ofertando productos culturales vía Internet.

Ayudas a las grandes, no a las microempresas

“Es verdad que hay ayudas, pero son pequeñitas. A nivel europeo estamos muy retrasados, pero no porque no haya dinero. Lo que ocurre es que la pequeña empresa está totalmente penalizada. Todas las empresas startup son microempresas y no llegan a los volúmenes de negocio que te piden para que te concedan la ayuda. Las consiguen los de siempre: Telefonica, I+D, del CEDETI y grandes departamentos de I+D pero a las pequeñas como la nuestra nos cuesta sudor y lágrimas”, explica a eldiario.es José Luis Zagazeta, director financiero de La Cúpula Music, una plataforma que se dedica a la distribución de música online. Ellos recibieron hace unos años una ayuda de 8.000 euros y otra de 35.000, pero como insiste, “con eso no haces nada, te llega para cubrir la nómina de un desarrollador”.

Y, sin embargo, son estas microempresas las que más ruido están generando. Un ejemplo es la propia La Cúpula Music, fundada en 2005, que comenzó como un distribuidor de música hacia las diferentes plataformas (iTunes, Spotify…) que evitaba al músico pasar por la figura del agregador que se quedaba con parte de sus ventas. “Nosotros le dábamos el 100% y además le dejábamos la puerta abierta. El problema es que no hemos llegado a tener un chute porque no tuvimos un apoyo financiero. Lo poco que hemos ido generando lo hemos ido invirtiendo en desarrollo”, añade Zagazeta. Ahora han desarrollado su propia herramienta tecnológica de distribución –Music XIP- para poder venderla en otros países.

“Llama mucho la atención porque en España los músicos se mueren de hambre. ¿Cómo es posible si somos 400 millones de hablantes de español, y no somos más fuertes que la música francesa? Hay un doble discurso: Alemania protege muy bien y por eso su industria musical es muy poderosa. Las radios siempre tienen una forma de protección. En España tenemos una cultura riquísima, pero es una pena porque la ayuda no es instrumentalizar convocatorias con grandes empresas, hay que ir al pequeño productor”, clama Zagazeta.

Sin retorno no hay inversión

El profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, Fernando Gallardo, autor del documento La era de los contenidos digitales, también estima que el negocio de las plataformas culturales digitales adolece de otras problemáticas que hacen necesario cierto impulso financiero: “Son empresas que necesitan un volumen de negocio importante y ese punto no lo suelen conseguirlo. Yo creo que es un problema de costes. En este negocio la materia prima no es el almacenamiento sino la creatividad del autor, que es un coste elevado y para satisfacer estos costes necesitas un umbral de rentabilidad alto”. Según él, este es uno de los problemas que subyacen en cuanto al libro electrónico: “los pagos son muy pequeñitos y por eso no acaba de despegar”.

Precisamente en este sentido Nacho Sánchez, consejero delegado de Inqbarna, una empresa que se dedica a la creación de apps musicales, entre otras, también sostiene que el gran obstáculo es poder generar ingresos. “En estos tiempos si no ves un retorno directo obvio, estas ayudas son lo primero que cae. Nosotros hacemos apps y nadie quiere invertir en nosotros si no ve el retorno de lo invertido”, manifiesta.

Ahí entra el otro gran debate: cómo generar esa monetización, con publicidad o suscripción. Por ahora, la corriente procedente de EEUU anima a esto último, a la evolución desde el modelo del freemium básico –se ofrecen algunos contenidos gratuitos y otros de pago- al Premium, como ha hecho por ejemplo Amazon Prime Music. Sin embargo, para Gallardo, tampoco es fácil: “Puede funcionar y para la sociedad funciona si todos los participantes en el mercado se ponen de acuerdo”.

Y ahí radica el problema, como insiste Sánchez: “Nosotros nos hemos encontrado con competencia desleal. Si una empresa pone un contenido como el tuyo gratis, te destrozan el negocio. Por ejemplo, hay fabricantes de hardware que crean una app, pero para ellos es solo un valor de marca más, por lo que es gratuita, mientras que para ti eran ingresos”. Por ello, según él la salida que queda son los proyectos de crowdsourcing: “Yo creo que se irá cada vez más hacia los microinversores”.

De momento, a pesar de los esfuerzos de aquellos que han puesto en marcha plataformas digitales relacionadas con la cultura, la situación no es sencilla. Y, si nos atenemos a las recientes ayudas del Ministerio, tampoco hay un impulso desde el propio Gobierno.

Foto: Jorge Mejía Peralta

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