Nagasaki, mucho más que el epicentro de una bomba atómica

El puerto de Japón fue en su día el más importante de todo Japón.

Roberto Ruiz

Hay ciudades que han pasado a la historia sin que esa fuera su intención, a veces víctimas de un episodio negro que ojalá no hubiese ocurrido nunca. En Japón hay dos ejemplos claros: Hiroshima y Nagasaki. Y las dos sufrieron el mismo mal: fueron arrasadas por sendas bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos en 1945 al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

Pero igual que Hiroshima supo resurgir de sus cenizas, la ciudad de Nagasaki también plantó cara a la desgracia levantándose como la ciudad multicultural que había sido durante el estricto periodo Edo (1603-1868), una época en la que el shogunato le concedió el privilegio de ser el único puerto de Japón con comercio exterior y que enriqueció la ciudad para siempre.

Comerciantes europeos y chinos llegaron y se quedaron en Nagasaki, creando una sinergia con los comerciantes autóctonos que la convirtió en uno de los puertos más importantes de Asia. Esta riqueza cultural hace que Nagasaki sea un destino imprescindible si visitas la isla de Kyushu, porque además de haber sido el epicentro de una bomba nuclear es un ciudad diversa en culturas, religiones, arquitecturas y gastronomías, que es todo un ejemplo de superación. Por eso deberías dedicar un par de días a recorrer algunos de los puntos de interés que te proponemos.

El Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki

Visitar Nagasaki y no profundizar en la tragedia que marcó su historia no tendría sentido. El 9 de agosto de 1945 la bomba Fat Boy fue lanzada sobre la ciudad, y eso que Nagasaki no era el objetivo inicial. Una nube sobre la ciudad de Kokura hizo cambiar los planes del piloto y se recurrió a un “plan B”, y Nagasaki tuvo la desgracia de tener buena visibilidad aquel día.

La visita al Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki es dura pero necesaria. Imágenes, objetos y testimonios te trasladarán a una ciudad arrasada en cuestión de segundos, donde la tierra alcanzó los 4.000 ºC, la radiación provocó enfermedades letales a corto y largo plazo y donde a finales de 1945 las víctimas ya eran más de 80.000.

Pero tan impactante e indignante como esto te resultará la parte final del museo, donde una gráfica muestra una línea del tiempo en la que se suceden los pactos internacionales contra las armas nucleares a la vez que paralelamente, y al mismo tiempo, diferentes países firmantes continúan realizando pruebas con diferentes bombas atómicas.

El Parque de la Paz

Muy cerca del Museo de la Bomba Atómica se encuentra el Parque de la Paz, un espacio con numerosas conmemoraciones a las víctimas del ataque nuclear, y donde no sería raro coincidir con grupos de escolares que quieren conocer aún mejor el pasado de su ciudad.

También aquí encontrarás el Parque del Epicentro, donde verás que un monolito señala exactamente el lugar sobre el que explotó la bomba Fat Boy.

Un paseo por el catolicismo en Nagasaki

Si llegas a Nagasaki tras atravesar la isla de Honshu, la principal de Japón plagada de templos sintoístas y budistas, te llamará la atención la presencia que tiene aquí el catolicismo, y evidentemente todo tiene una explicación. Con la llegada de los primeros portugueses en 1543 el catolicismo empezó a tener cierta representación, y con el paso del tiempo y la llegada de más europeos, con jesuitas primero y dominicos y franciscanos después, cobró cada vez mayor y mayor importancia.

Sin embargo, en 1587 se firmó el primer edicto contra los cristianos y diez años después se crucificó a los conocidos como “los 26 mártires de Japón”, 20 cristianos japoneses y 6 extranjeros que hoy son recordados en un monumento y un museo en la colina Nishizaka, donde fueron ejecutados.

Para entender la importancia del catolicismo en Nagasaki tienes que visitar también la catedral de Urakami, que fue destruida por la bomba nuclear y reconstruida en 1959, y la catedral de Oura, que siendo de 1864 es la iglesia más antigua de todo Japón.

Los Jardines Glover

Si quieres ver algo totalmente diferente al resto de Japón tienes que visitar los Jardines Glover. En ningún otro sitio podrás ver mejor cómo influyó la presencia de comerciantes y hombres de negocios extranjeros en Nagasaki. Aquí un conjunto de casas de estilo occidental construidas a finales del siglo XIX nos trasladan a otra época, auténticas mansiones de madera con vistas a la bahía de Nagasaki y rodeadas por jardines escrupulosamente cuidados.

Los jardines fueron nombrados en honor de Thomas Blake Glover, un joven comerciante escocés que se instaló aquí y pasó a la historia por facilitar el derrocamiento del shogunato durante la Restauración Meiji y por introducir nueva tecnologías en la industria japonesa. Su casa, levantada en 1863, es la más espectacular que verás en los Jardines Glover.

La isla de Hashima

La isla de Hashima, o más conocida también como Gunkanjima, fue una vez el lugar más densamente poblado del planeta, pero en menos de 20 años su población se redujo a cero. Abandonada desde 1974, Hashima es hoy una isla fantasma.

En el siglo XIX se descubrió en ella carbón, lo que hizo que la industria minera no tardara en explotar sus riquezas minerales y se construyese en ella una verdadera ciudad, con sus comercios, sus escuelas y sus hospitales, pues se calcula que a mediados del siglo XX su población ya alcanzaba los 5.300 habitantes en una superficie de 480 metros de largo y 50 de ancho. Desde el momento en el que la mina cerró en 1974 comenzó el proceso de despoblación.

La UNESCO nombró Hashima Patrimonio de la Humanidad en 2015 y puedes hacer excursiones en barco desde el puerto de Nagasaki para ver de cerca el paisaje gris y tétrico de sus edificios abandonados.

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