La playa asturiana donde emergen islotes con la marea y se forma una piscina natural

Playa de Cué.

Edu Molina

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Asturias es conocida por su extensa costa, formada por un litoral accidentado que combina acantilados escarpados, calas escondidas y playas de gran belleza natural. En este contexto, la playa de Cué destaca por un fenómeno natural singular que la diferencia de otros enclaves costeros. Situada en un tramo de costa donde el mar Cantábrico muestra toda su fuerza y diversidad, esta playa ofrece un paisaje en constante transformación gracias a la presencia de tres islotes rocosos que aparecen y desaparecen según el nivel de la marea.

La dinámica de estas formaciones, junto a una piscina natural que se forma con la subida del agua, hacen de este espacio un lugar de interés tanto para especialistas en la naturaleza como para turistas que buscan destinos poco masificados y de belleza auténtica. El comportamiento de la marea en la playa de Cué genera un entorno cambiante en el que el visitante puede contemplar cómo la costa varía a lo largo del día.

Durante la bajamar, los islotes emergen claramente, extendiendo la superficie rocosa visible y modificando la configuración habitual de la playa. A medida que la pleamar avanza, el agua los cubre completamente, devolviendo a la zona su aspecto más abierto y fluido, dominado por el oleaje. Este fenómeno crea un contraste interesante entre la quietud relativa de las formaciones visibles y la fuerza del mar abierto, ofreciendo así una experiencia diferente y un paisaje mutable que atrae a quienes disfrutan de la observación de la naturaleza costera.

Además de estos islotes efímeros, la playa cuenta con una piscina natural, un área resguardada del mar abierto que se forma cuando la marea está alta. Esta característica convierte al enclave en un lugar especialmente atractivo para el baño y la relajación, ya que ofrece aguas tranquilas protegidas por las rocas y alejadas de las corrientes más intensas.

El fenómeno de los islotes de la playa de Cué

La playa de Cué presenta una particularidad geológica poco frecuente en el litoral cantábrico: la aparición y desaparición cíclica de tres islotes en función del estado de la marea. Estas formaciones rocosas emergen de forma visible durante la bajamar, cuando el mar retrocede y deja al descubierto la estructura pétrea que normalmente permanece sumergida. Con la pleamar, el nivel del agua asciende y las cubre por completo, integrándolas de nuevo en el paisaje marino abierto.

Existen diferentes zonas de baño durante la bajamar.

Los islotes están compuestos por roca caliza, habitual en la costa oriental asturiana, y se integran en un sistema kárstico más amplio que define el perfil costero de la zona. No son accesibles en todo momento ni aptos para la permanencia prolongada, pero pueden ser observados desde la orilla o explorados brevemente durante la bajamar, con las debidas precauciones. La transformación del entorno entre marea alta y baja ofrece una referencia visual clara sobre la amplitud de marea del Cantábrico y subraya la relación directa entre el terreno y los ciclos naturales del mar.

Este comportamiento natural no solo tiene un interés visual, sino también práctico. Durante la bajamar, la playa ofrece mayor superficie rocosa expuesta. En cambio, con la subida de la marea, la superficie se reduce y el oleaje puede aumentar. Por ello, se recomienda planificar la visita teniendo en cuenta los horarios de marea y evitar zonas escarpadas o resbaladizas si el mar está en ascenso.

La piscina natural y un entorno sin intervención urbana

Durante la pleamar, la playa de Cué presenta otra característica destacada: la formación de una piscina natural en la zona interior del arenal. Este espacio se origina cuando el agua del mar queda retenida entre formaciones rocosas, creando una zona de baño tranquila, aislada del oleaje directo. Se trata de una depresión natural que aparece únicamente con la marea alta y desaparece al bajar el nivel del mar. La profundidad y dimensiones de esta piscina varían según las condiciones del terreno y el volumen de agua, por lo que su uso requiere precaución.

El acceso se realiza a pie lo que limita la afluencia y contribuye a conservar el estado natural del paraje. La vegetación costera, los afloramientos rocosos y la ausencia de construcciones visibles refuerzan el valor ambiental del enclave. Esta condición implica también la falta de servicios como socorrismo, duchas o señalización específica, por lo que es recomendable que los visitantes acudan con la información necesaria y respeten las condiciones del entorno para favorecer su preservación.

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