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Arrastrados y arrasados por los sentimientos

Tomar distancia en el tema venezolano es tan impopular como declararse equidistante en Catalunya

Lourdes Lancho

Vivimos un tiempo con el espacio público dominado por las emociones. No. Las redes sociales y el acceso a la información no han llevado a una mayor reflexión o sabiduría. Se ha abierto compuerta a los comentarios entre amigos en la barra del bar, a los aspavientos de sala de estar ante la tele, o a las emociones desatadas ante situaciones que requerirían serenidad y cabeza fría. No hay filtro, y no, tampoco los hay en política. La emoción siempre gana a la razón, y cuando mandan las emociones no caben argumentos ni debates. Tan solo discusiones que ya arrancan a voz en grito. Todos compramos antes lo que apela a la emotividad. La razón es a menudo antipática y en un tiempo con tantas incertidumbres y tantos frentes abiertos necesitamos que nos den certezas absolutas que no existen.

Se podría hacer un repaso de cómo la reacción en caliente está aniquilando la política y nos arrastra, como sociedad, a esa zona que siempre acaba revuelta y con pésimas decisiones. La prudencia de la diplomacia internacional, y la calma que se debería tener ante la crisis en Venezuela, choca de frente con la urgencia que mostró desde el minuto uno la derecha en España para apoyar a Juan Guaidó, el líder de la oposición venezolana. Tomar distancia y posicionarse en el tema venezolano es tan impopular como en su momento declararse equidistante en Catalunya. Pedir calma, y no un pronunciamiento radical a favor de uno u otro bando, se ve como algo sospechoso. Una cobardía.

Otro ejemplo. Carolina Bescansa, cofundadora de Podemos, dijo hace unos días en la SER: “Tenemos que empezar a dar explicaciones políticas que no tengan que ver con los sentimientos. Las diferencias son eso, no conspiraciones contra nadie”. Aludía la diputada de Unidos Podemos a la última polémica con las candidaturas del partido en Madrid. Llegaron para asaltar del poder y el poder les está atropellando a ellos. Crisis abierta en quienes han gestionado, con luces y sombras, pero con resultados tan positivos como la reducción de la deuda del Ayuntamiento, el Madrid Central sin coches o la gratuidad de las guarderías municipales.. ¿En serio se tiene que poner en riesgo todo esto por una tema de emociones mal gestionadas? Ya sé que es ingenuo reclamar racionalidad y altruismo a quienes están en el poder. Pero mientras a la derecha, ahora, los sentimientos les están dando votos a capazos, a la izquierda la está dividiendo. Qué poco dura la felicidad en la casa del pobre, y la unidad de la izquierda en Madrid, bueno y en cualquier sitio.

Hay una exposición en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) dedicada a Stanley Kubrik. Después de repasar su carrera cinematográfica, al final de la muestra, dejan al visitante con el último gran proyecto, irrealizado, de Kubrik y que le obsesionó durante décadas. Hacer una película sobre Napoléon. Estaba tan fascinado con el personaje y era tan metódico que recopiló miles de documentos, datos, localizaciones, etc. que están escrupulosamente archivados... Nos cuentan que a Kubrik lo que más interesaba del personaje –y de la condición humana– era comprobar cómo alguien brillante, con grandes dotes e inteligencia, era capaz de hundirse hasta el fondo cuando se dejaba llevar por las emociones. Las peores decisiones de Napoléon, y que le llevaron a la derrota y el destierro, las tomó siguiendo el dictado de la piel, y no el de las neuronas. Quería Kubrik hacer la “mejor película de la historia”, y el proyecto sigue en un cajón porque, en su concepción original, de tan meticulosa, es irrealizable. Pues eso. Nadie es ajeno a la condición humana, pero en política, la responsabilidad y la perspectiva de lo que se pierde podría pesar más.

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