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Albert Rivera, el Oprimido

Ciudadanos culpa a PSOE y Podemos de la "agresión" sufrida en el Orgullo por haber alimentado "el odio" contra ellos

Raquel Ejerique

Ciudadanos tenía todo el derecho a acudir a la manifestación del Orgullo, que no es una fiesta depravada como cree Rocío Monasterio, sino un acto político, de reivindicación festiva de aquellos y por aquellos que tuvieron (y aún tienen) que avergonzarse de amar a quien aman. A su vez, un numeroso grupo de asistentes se sintió ofendido y tenía derecho a protestar y a corear lemas contra el partido al considerar incoherente que un grupo de políticos se presente a defender los derechos LGTBi después de haber aprovechado los votos del grupo político que quiere laminarlos. Es arriesgado en términos de imagen pública apropiarse y enarbolar banderas que antes has aceptado arrinconar, por ejemplo, en la fachada del Ayuntamiento de Madrid.

Hace un tiempo que Rivera, que está pulverizando todos los patriómetros, ha tomado el camino de sacar más rédito de sus fotos que de sus ideas. En el low cost de la política la inversión en coherencia y pensamiento es mínima pero maximiza resultados: ya ni siquiera hace falta ser muy listo para chupar telediario. Lo expone el propio partido en sus informes de gestión cuando se felicitan de los titulares logrados en sus visitas a Rentería o el pueblo de Josu Ternera.

No hubo agresión, los agentes de paisano les acompañaban y les dieron consejos que los políticos de Ciudadanos decidieron no seguir, según un informe policial adelantado por El País. Al día siguiente, el partido se puso las botas de pedir dimisiones, libertad, derechos humanos, dignidad y justicia. Incluso denunciaron “odio” y actos “fascistas”. Solo les faltaba una cosa: el sujeto opresor. España no es el lugar que pinta el patriota Rivera, un sitio donde campan a sus anchas los radicales organizados y donde los políticos no pueden expresarse. Si de algo hay inflación en este país es precisamente de políticos expresándose.

Si hubo personas que se propasaron o intentaron agredir a alguien, habrá que revisar las cámaras y pedirles responsabilidades, pero mejor no convertir muchos gritos y una sentada en una cuestión de Estado.

Como dice Voltaire, “una vez conmovidos, los ánimos ya no se detienen” y Ciudadanos ha optado por llevarlos al precipicio con exageraciones e imposturas: ni estamos en 1975, ni hay grises, ni hay ETA, ni aquellos que están enfrente de ellos, diciéndoles que se vayan de la manifestación, son un grupo organizado, político, opresor ni es Tejero en la tribuna. Rivera busca cómo barnizar su partido con grandes dosis de épica en cuatro días, sin sustento y a trompicones. Agitar ese muñeco les dará titulares pero no el respeto ni la autoridad moral, que se consigue con la coherencia de la acción y no con la inflamación de las palabras.

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