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Recuerda el 'Kader i Rades'

Migrantes a bordo del 'Aquarius'

Antón Losada

En la primavera de 1997 un viejo y herrumbroso barco llamado 'Kader i Rades', operado también entonces por las mafias que trafican con seres humanos, se hundía en el canal de Otranto tras chocar con una fragata de la marina italiana. Allí se ahogaron, que se sepa, cincuenta y nueve refugiados albaneses, casi todos mujeres y niños, que huían de una Albania en ruina institucional y económica y al borde la guerra civil. En su excepcional 'Aprile' el director italiano Nanni Moretti filmaba a periodistas y activistas esperando nuevos barcos y nuevas tragedias en las costas de Brindisi mientras se lamentaba: “Ni un solo dirigente de izquierdas ha venido. Es el síntoma de sus carencias políticas pero, sobre todo, de sus carencias humanas”.

Cuando Moretti preguntaba a uno de los supervivientes si sería una gran diferencia para él que en Italia hubiese un gobierno de derechas o uno de izquierdas, el demoledor silencio de la respuesta del albanés lo decía todo. Los cuatro minutos que dura esa escena resumen con precisión por qué el discurso xenófobo y racista se iba abriendo paso a través de la Unión Europea como una plaga. Veinte años después lo siguen explicando con idéntica lucidez: porque nadie se atreve a llevarle la contraria, destapar sus mentiras y ofrecer con coraje y determinación una política alternativa, cueste lo que cueste, en dinero o en votos.

Hemos tardado menos en avisar que el rescate del 'Aquarius' era una excepción que en poner a salvo a los propios migrantes del barco. Nuestro humanitarismo, al parecer, solo alcanza hasta el millar de migrantes diario. A partir de esa cifra, ya no se trata de un problema humanitario sino que se convierte en una avalancha creciente, o una oleada incesante, o una invasión descontrolada que debemos evitar y rescatarlos ya no resulta humanitario sino que se vuelve contraproducente y solo beneficia a las mafias.

El gran debate ahora es si les llamamos “centros de detención” o “plataformas de desembarco” y si se habilitan en Europa o las subcontratamos en Libia. Los mismos que reclamaban una solución europea aceptan, a las primeras de cambio, que vayamos hacia parches bilaterales o multilaterales. El debate sobre la política de inmigración se vuelve a construir sobre el relato y en el marco del discurso de la ultraderecha xenófoba: Europa está expuesta a una invasión de hordas de migrantes que vienen a por nuestro bienestar y nuestra riqueza y deben ser contenidos y repelidos con contundencia y sin miramientos.

Lejos de construir un relato alternativo que cuente la verdad de una invasión que no existe y presente la política migratoria como una oportunidad, los gobiernos de la UE, a derecha e izquierda, se limitan a tratar de contener los daños. Tratan de contener el ascenso de la ultraderecha xenófoba prometiendo contener a los migrantes y tratan de contener a macarras como el ministro del interior italiano, Matteo Salvini, aceptando sus ideas pero suavizando sus formas. La historia nos lo ha enseñado ya demasiadas veces: la contención jamás funciona frente a este tipo de sujetos.

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