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De la cabecera de la manifestación a los barrios parisinos

Un hombre sostiene la nueva publicación del semanario satírico Charlie Hebdo mientras muestra sus respetos a las víctimas del ataque la semana pasada en París. / Efe

Suso de Toro

De vivir en París, tras los atentados probablemente habría acudido a esa manifestación que surge antes de nada de la conmoción y de la necesidad tanto de expresar emociones y duelo como de reafirmar la existencia de una comunidad que se ve cuestionada. Probablemente habría acudido a esa manifestación, pero...

¿Habría podido soportar marchar tras esa cabecera de políticos, muchos de los cuales acaban de colaborar en la guerra contra Siria? Faltaron allí el presidente de EE UU y los jeques saudíes y de los emiratos. ¿Cómo pueden tener tanta cara de arrogarse la defensa de las libertades propias cuando acaban de comenzar una guerra injusta que ya ha acabado con cientos de miles de personas y destruido un país? El tal Estado Islámico se levantó inicialmente sobre parte del territorio arrebatado al régimen sirio.

Hace menos de un año nos desayunábamos todos los días con supuestas noticias sobre lo malo que era Irán y el régimen sirio de Bashar Hafez al-Asad, nos dijeron que era tan intolerable que gobernase aquel tirano que no quedó más remedio que empezar una guerra. Nada menos. Todo era mucho más simple, se trataba de un régimen que era un obstáculo para esa extraña y siniestra trama de intereses que une a EE UU, Israel, la finca de los Saud y los emiratos… Y allí fueron los nuevos “soldados de la libertad”, igual que en el Afganistán de los años ochenta cuando lindaba aún con la URSS, entonces fueron los muyahidines quienes dieron lugar a Al Qaeda y ahora los del “Estado Islámico”. Fueron esos mismos dirigentes que marchaban en la cabecera de la manifestación y que dicen proteger nuestras libertades quienes financiaron, impulsaron y armaron a los terroristas. A esos que antes eran héroes contra un malvado tirano y que ahora vuelven a los Estados europeos con su odio fanático y sus consignas.

Desde hace pocos meses ya han desaparecido de las supuestas noticias las maldades de Irán y del régimen sirio. Tengo que preguntarme, ¿siguen siendo muy, regular o poco malos esos Estados?

Parece que fue peor el remedio que la supuesta enfermedad. ¿O los atentados en territorio europeo son costes calculados y aceptados de antemano en ciertos despachos siniestros?

Lo que me sorprende, para bien, es que Merkel haya reconocido que “el islam forma parte de Alemania” y lo que no me sorprende es que el presidente de un Estado étnico y de ideología racista, como es Netanyahu, anime a los ciudadanos franceses judíos a abandonar Francia y marchar a Israel. El fundamentalismo no es patrimonio de una religión ni de un pueblo ni de un Estado, está al alcance de cualquiera.

Y también me pregunto por lo sucedido a la revista Charlie Hebdo y a una tienda judía. Lo ocurrido, asesinatos implacables a objetivos muy llamativos, cuestiona el modo de vida de los europeos, sociedades más o menos laicas, y también vuelve a utilizar el argumento de la supuesta perversidad de los judíos. Analizar la intención de apuntar a esos dos objetivos nos llevaría lejos, me quedo aquí con el papel de Charlie Hebdo.

No sigo esa publicación y no puedo analizar su línea editorial, hasta qué punto es ecuánime en sus críticas o es partidista o xenófoba. De lo que sí estoy seguro es de que la elemental cortesía o consideración hacia los demás nos dice que una cosa es faltar al respeto a las creencias propias, o las del mundo al que cree pertenecer uno y otra es faltar al respeto a las creencias de otros. En un caso uno tiene toda la autoridad moral para hacerlo pero en el otro es preciso ser respetuoso o prudente al criticar. ¿Es necesaria esa nueva portada de esa revista que va a ofender a muchas personas que son de creencia islámica pero no son terroristas?

Tengo la impresión de que una parte de los franceses creen vivir en el país de la torre Eiffel, los acordeones y la baguette y otros, quienes viven en los suburbios, creen vivir en un lugar intermedio entre el limbo y la desesperación. Me parece que en esos barrios suburbiales no hay muchos compradores del nuevo número de esa revista satírica.

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