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La gusanera

Sede del Tribunal Supremo en Madrid

Elisa Beni

“Si bien parece que se ha efectuado una ingeniería procesal, puede que luego sobre el papel todo resulte totalmente legal”

Elisa Beni. 'Peaje de Libertad'

Una cuestión tan aparentemente técnica como es la aceptación de la recusación de un magistrado por un pleno jurisdiccional ha conseguido esta semana desde la aquiescencia y aplauso de los editoriales de los diarios más ultra conservadores hasta la indignación más o menos velada de los diarios que han recogido el tortuoso camino que ha llevado a que el Partido Popular, una vez más, haya podido elegir a los jueces que verán sus causas.

A mí no me cabe duda de dónde habita la realidad. En el caso de los Papeles de Bárcenas, la escabechina de jueces y las jugadas de ingeniería procesal o de organización interna han sido interminables. No queda sino concluir que el PP lleva eligiendo juez, a base tanto de cargarse a los que no quería como de introducir a los que prefería, desde el principio del procedimiento.

Desde que los Papeles, con su contabilidad B, entraron por querella de Izquierda Unida en la Audiencia Nacional y recayeron por sorteo en el Juzgado Central 3 y, Fiscalía y otros movimientos mediante, consiguieron despejarla de allí para acumularla al juzgado 5, el Ruz, porque decían era una causa inseparable y porque Ruz, el juez llevado a dedo, les parecía más fiable. Tan inseparable era que, llegado el día, salió Ruz que no tenía plaza del juzgado y tan inseparable que las causas se han juzgado después por separado. Habían despejado en la instrucción a quiénes no les interesaban y seguían para bingo.

Mi primera novela de intriga se basa en una caso de ingeniería procesal llevado a cabo por la presidenta de un tribunal para “pagar” su deseado ascenso al Tribunal Supremo. Puedo decirles que la realidad supera siempre a la ficción o confesarles que el autor siempre ficciona sobre realidades que conoce. La cuestión es que la mayor parte de las tropelías que se cometen en los tribunales para beneficiar al poder y, más en concreto en este caso, a un partido concreto son maniobras de tal naturaleza técnica que resultan muy difíciles de explicar a la sociedad.

Por eso los periodistas se han desgañitado explicando estos días que ésta va a ser la novena configuración de miembros que va a tener el tribunal enjuiciador de los Papeles de Bárcenas y la sociedad no se inmuta, ni bullen las calles, ni arden las tertulias, por algo que resulta realmente tan escandaloso como que un partido político pueda, de facto, elegir a los jueces que lo van a juzgar. Son maniobras procelosas. Es imposible explicarlas con el ritmo de la tele. A veces se las he leído muy meticulosamente relatadas a compañeros de tribunales pero lo cierto es que soy consciente de que sin tener una serie de conocimientos previos es imposible seguirlos. Este es el modo en el que se alcanza la impunidad.

El PP ha conseguido recusar y sacar del tribunal que enjuiciará la remodelación de la sede del partido en Génova con dinero ilegal al magistrado José Ricardo de Prada, alias la Bestia Negra. Lo es porque el PP le atribuye haber derribado a su gobierno. Lo es porque en la sentencia sobre el caso Gürtel, y después de todas las zancadillas procesales, llegó a decir que existía una caja B del partido. Algo que aglutinó a la oposición para derribar al gobierno del partido corrupto. Fue el malvado magistrado, ya saben, no que el PP hubiera ido a las elecciones dopado y manejando un dinero ilegal. Nadie le niega su calidad jurídica pero al PP le ha hecho pupa y eso es un estigma.

Las trampas son incontables. Inenarrables. Tanto que son la base de la impunidad. Sería imposible que en un texto se las explicara, aunque llevo años haciéndolo. Esta semana lograron apartar a La Bestia del procedimiento de las obras de Génova. Lo han hecho porque ocho magistrados consideraban que al haber dicho en su anterior sentencia que existía una Caja B está contaminado y no es imparcial para juzgar esta nueva causa.

Por contra, otros siete magistrados han creído que en las causas que se fraccionan para facilitar la instrucción, no puede aplicarse con tal fineza ese criterio de “pureza”, puesto que se llegaría al absurdo de no poder juzgar las causas por falta de magistrados. Eso no se ha aplicado así nunca y, ya lo verán, no se volverá a aplicar en lo sucesivo para otras causas fraccionadas. Estos eran siete. Los otros, ocho. Un sólo voto ha decidido cambiar por enésima vez la composición del tribunal que juzgará al PP, sin que sepamos a ciencia cierta por quién será sustituido. Algo inaudito. Nueve tribunales distintos desde que se abrió el rollo de Sala.

Quiero que entiendan que para esto se han creado los puestos de libre designación y otras zarandajas que permiten colocar jueces más allá de la pura antigüedad. La Audiencia Nacional es ya una gusanera en la que las maquinaciones y las manazas han conseguido que casi nada quede incólume de la sospecha. ¿Para qué se creen que quieren controlar el Consejo General del Poder Judicial? No es un juego. Es el poder real. Así nombran a los puestos más importantes pero también deciden quiénes serán los jueces que irán, en comisión de servicio, a determinados lugares y quiénes serán los que harán los refuerzos, es decir, qué jueces a dedo ocuparán determinados puestos en los que se sabe ya que tocarán determinadas causas.

En el caso de Gürtel se han traspasado todas las líneas. Ya no es ingeniería procesal sino burda albañilería. Hay presidencias que se manejan a martillazos. La ponencia de los casos ha recaído en una magistrada sin experiencia en estos delitos, con un número imposible de antigüedad, y que ha sido reclutada a dedo a sabiendas de que llevaría estos casos. Véase Jueces a dedo del PP. Además han intentado meter con calzador a los jueces devotos del PP, con un descaro tal que se han tenido que aceptar las recusaciones, tanto de Juan Pablo González, como de Concha Espejel, como de Enrique López.

Sí, el flamante consejero de Justicia del gobierno del trifachito de Madrid. Un señor al que le han reservado en la Audiencia Nacional un puesto de adscrito a la Sala de Apelaciones, un puesto que el propio Tribunal Supremo ha dicho que no le correspondía, pero que el jefe de la zanahoria Lesmes le ha asegurado, a la espera de un nuevo recurso presentado por las asociaciones judiciales. Anden con ojo. Ese señor que ahora hace política, volverá no ya a juzgarles, sino a revisar sus sentencias, más tarde. Con un par.

La Audiencia Nacional es una gusanera. Según el diccionario, un lugar en el que se arroja basura y estiércol para criar gusanos que coman las gallinas. Una herida agusanada. Ya no tiene ninguna vigencia el discurso de los que desde su presidencia intentaron salvarla como “tribunal especializado en terrorismo y delitos económicos”.

¿Qué especialización en tales delitos? ¿Cuál si se ha consagrado por ley que con 20 años en cualquier destino penal eres un especialista? ¿Quiénes quedan de los que dieron la cara cuando te podían matar? ¿Quiénes de los que ahora se han instalado saben algo de terrorismo? ¿Quiénes saben lo suficiente de delitos económicos si los que lo hacían se han ido a ganar dinero en la abogacía? Alguien que conoce bien la Casa me decía: “¿y si somos ya un tribunal de mediocres, como le está pasando al Tribunal Supremo, qué sentido tenemos?” La mediocridad es el precio que pagamos por esta corruptela permanente.

Ya veremos quién ocupa este puesto del recusado en el tribunal de los Papeles de Bárcenas. Nos será difícil explicárselo, seguro. Han mediado cambios de normas de reparto con efectos retroactivos (en 2017), entradas y salidas de magistrados, designaciones a dedo... ni Jardiel Poncela era capaz de situar tantas puertas en sus comedias de enredo. Esta gusanera es la fuente de podredumbre que mece al poder y no se conoce al partido que esté dispuesto a plantearse o sanearla definitivamente o admitir que fue una anomalía útil que ahora sólo aporta malos manejos, desconfianza del pueblo y una jurisdicción anómala difícil de defender en los términos actuales.

Y, me olvidaba, también es una magnífica salida para todos aquellos que viven de hacer carrera a base de los nombramientos a dedo y que encuentran en ella una salida mientras les nombran para la siguiente. López es un ejemplo magnífico de ello, pero el tribunal bulle de ellos. A fin de cuentas ahora no matan y no hay que arrostrar más riesgos que hacer los méritos oportunos.

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